sábado, 29 de noviembre de 2008

El truco del manco en Calidoscopio

Nuevos aires del cine español

Por Jordi Corominas i Julián

Hablar de la delicada situación del cine español parece un tópico demasiado manido. El día que nuestro séptimo arte nade en la abundancia habrá perdido la posibilidad de arriesgar. La desesperación estimula y lleva hacia sendas donde apostar fuerte es virtud que permite tratar temáticas que con grandes presupuestos se estropearían sin solución de continuidad.

Preferimos un cine potente pero pequeño a uno grande y espectacular. Alatriste llenó cines, sedujo en su cota de cinco minutos y pasó a la historia. Nadie, salvo que medie un cataclismo, lo recordará. Cumplió su función de espectáculo de palomitas y adiós muy buenas. Otras obras de la reciente cinematografía nacional han aspirado a más desde una vertiente social. Fernando León de Aranoa deslumbró en su momento con Barrio, confirmando su estilo y concepto en Los lunes al sol y Princesas, largometrajes donde contó con intérpretes de excepción, entre los que cabe mencionar a Javier Bardem, Luis Tosar y Candela Peña. Su cine social trataba temas clásicos de denuncia. Paro y prostitución, males endémicos redundantes en forma y principio.

En Princesas, su director introdujo el elemento inmigrante en la barriada. La idea podría haber sido novedosa y pionera al hablar del día a día de los recién llegados. La peluquería del barrio fue un escaso intento de cotidianidad sudamericana, una especie de ghetto idílico amenazado por el exterior, algo que traspasa el debutante Santiago A. Zannou en El truco del manco, ópera prima en el largometraje del joven madrileño, nominado al Goya en 2004 por su corto Cara sucia.

El ambiente y características del filme, nos incitan a pensar que nos encontramos ante el enésimo intento de plasmar la realidad al estilo neorrealista. Quizá no erremos mucho el tiro. Los actores no son profesionales para intentar lograr verosimilitud con la gente de la calle, la mayor parte de los exteriores se rodaron en la barriada barcelonesa de La Pau y el lenguaje es pura jerga de suburbio. La deuda con el neorrealismo podría apreciarse en la frase que Zannou usó en una entrevista para explicar porqué hizo visionar a sus actores Cowboy de medianoche, Mi pie izquierdo y Los dieciséis felices: contar la realidad sin ser un documental. Añadiríamos otro elemento: contar la realidad que también está incrustada en nuestras ciudades, esa que el ojo común ignora al estar alejada del centro, contar, en este caso, Barcelona prescindiendo de BCN.

No hay concesión. Zannou, quien en su infancia fue ninguneado en Carabanchel por el color de su piel, penetra con su cámara en el tejido de la borgata a lo Pasolini, sin ahorrar detalles mientras encuentra belleza natural. Parte del valor de su primera película consiste en cómo muestra sin tapujos las nuevas realidades sociales. Es imposible no poner en duda la dificultad que implica rodar sin una perspectiva histórica concreta del fenómeno, porque el rodar en tiempo presente parece poco consecuente, pero es la única manera posible de enfocarlo. La inmigración, por mucho que El truco del manco sea un artificio narrativo como cualquier filme, tiene que tratarse en directo, pisar la calle, palparla y mostrar, aunque no aportemos conclusiones. Para eso ya tenemos el futuro, y en el presente conviene inmediatez fílmica con personajes de carne y hueso e historias de sueños que quizá nunca se cumplan, inevitables cuando la trama narrativa se desarrolla bajo premisas de miseria marginal.

El protagonista de El truco del manco es el cuajo, delincuente de poca monta con medio cuerpo paralizado que, junto a su amigo Adolfo, quiere montar su estudio de grabación. El contraste entre ambos personajes puede confundir. El cuajo bajito y feo, Adolfo guapo, sobrio y, en apariencia, triunfador. Ambos comparten una vida familiar borrascosa y muchos problemas internos y externos que el barrio no puede solucionar. Al igual que sucede en Accatone, residen en el primer mundo, pero su existencia se engloba en lo que sociológicamente se conoce como el cuarto mundo, lugar de marginación pese a estar integrado en el occidente rico. En estos sitios, el olvido puede acarrear consecuencias y conductas destinadas a la fatalidad. Abundan las drogas, sus vendedores y el trapicheo de innumerables objetos. Todo se vende, sin preguntar por su origen. La gran ilusión es sobrevivir. Quien va más allá corre peligro. No puedes confiar ni en tu propia sombra. Puede que el enemigo esté en casa.

El guión del filme basa su éxito en la sinceridad. El espectador no verá demasiados piruetas ni fuegos de artificio. La historia es seca y no hay lugar, aunque se quiera, para amores ni grandes alegrías. Los espacios centrales de la trama están bien delimitados y el único error importante, que otros verán como la justa conclusión a la lírica de la normalidad, es el final, demasiado abrupto en su resignación, demasiado virulento en la frialdad de lo narrado.

Como anécdota, y no es baladí comentarla, cabe destacar que quien interpreta el personaje del Cuajo no es otro que El Langui, líder de la banda musical La excepción, ganadora en 2006 del premio MTV a la mejor banda española. Aquejado de la misma parálisis que su personaje, el cantante cumple con lo que el director quiso al prescindir de actores profesionales: frescura y autenticidad.

No pedimos que el nuevo cine español navegue sólo por las aguas de lo social. Hay temas e intereses suficientes como para desarrollar una rica variedad que entretenga a la vez que muestre al espectador problemáticas fundamentales de nuestro país. Se avanza en el tratamiento de la memoria histórica, si bien aún tienen que enfocarse con mayor profundidad temas como el campo y sus nuevos retos. En este sentido no está de más mencionar otra película española estrenada en fechas recientes. Cenizas del cielo habla de un campesino y su protesta contra la central térmica que ha arruinado el campo asturiano donde transcurre la historia. A diferencia de El truco del manco, algunos de sus personajes parecen sacados de un serial televisivo para todos los públicos, pero la idea de base es positiva, pues permite al espectador reflexionar sobre el lento y persistente problema de la degradación ambiental por el uso indiscriminado de la energía. Hombre contra naturaleza para sobre pensar el cambio climático y su incidencia en los ambientes rurales. Lo que acomuna Cenizas del cielo con El truco del manco es su perfecta imperfección, el noble intento de tirar la piedra, no esconder la mano y plantear la necesidad de mostrar la realidad con ojos reales dentro del territorio de la ficción cinematográfica.

http://www.calidoscopio.net/2008/09Noviembre/Cine01.html

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