jueves, 30 de septiembre de 2010

Abluciones de Patrick deWitt en Revista de Letras




El mito detrás de la barra: “Abluciones”, de Patrick deWitt
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 27.09.10


Abluciones. Patrick deWitt
Traducción de Javier Calvo
Libros del Silencio (Barcelona, 2010)


ablución.
(Del lat. ablutĭo, -ōnis).

1. f. lavatorio (‖ acción de lavar).
2. f. Acción de purificarse por medio del agua, según ritos de algunas religiones, como la judaica, la mahometana, etc.
3. f. Ceremonia de purificar el cáliz y de lavarse los dedos el sacerdote después de consumir.
4. f. pl. Vino y agua con que se hace esta purificación y lavatorio. Sumir las abluciones.

El ritual se repite todas las noches, en todas las ciudades del mundo. Alguien sirve copas y otros las consumen en un recinto cerrado al que acuden clientes esporádicos y parroquianos que casi residen entre esas cuatro o más paredes. Los camareros son psicólogos empapados de antropología cotidiana. No tienen diván, pero sí barreras que les distinguen en su espacio de los demás mortales, y así es cómo aprenden tipologías, aunque siempre cabe la posibilidad de preocuparte más por tus problemas, y sin duda puede ocurrir si trabajas rodeado de botellas de alcohol, ingentes cantidades de dinero y un clima cargado de sospecha, imprevistos e inevitable desenfreno hacia el descontrol.

El protagonista de Abluciones, ópera prima del canadiense Patrick deWitt, está detrás de la barra. El álter-ego del autor entabla una particular batalla que se disecciona en cuatro partes bien hilvanadas, con una estructura imprecisa que no obstante convence porque se encamina con mucha claridad hacia un objetivo completo: una redención sin lamentos, donde el pasado no es drama, sino un sinfín de efemérides que configuran una unidad digna de ser contada por la alegría de sobrevivir o quizá por el gusto de mirar atrás y saber que cualquier tiempo pasado fue mejor. Estamos, supuestamente, ante unos apuntes para una novela, de ahí la precisión de cada párrafo, como si fueran notas para un guión, esbozos de personajes que a medida que avanza el relato adquieren forma. Un bar es una obra de teatro estática pero móvil, con rostros y cuerpos que vienen y van. Los que se quedan constituyen el núcleo fuerte de la escena, y en ellos se centra el narrador porque la rutina de encontrarse casi a diario engendra un grupo, que en el caso de este tugurio hollywoodiense, donde la decadencia es más estrepitosa, bebe de confianza y exceso. El chico que bebe Jameson por privilegio sirve muchas copas gratis a los asiduos, esperpento de la normalidad con fracasados actores infantiles, profesoras desconcertadas, camellos cutres, adictos lamentables, porteros perdidos, encargados deleznables, viejos augures que colonizan el sitio con hora de cierre, simple antesala de una conclusión que tanto va en coche como hacia un precipicio colectivo que la mayoría padece al despertarse, cuando golpea la resaca que no impide un eterno retorno.



También están las chicas, y la suma de los factores es un viejo conocido, estragos nocturnos del ser humano poseído por la luna o, seamos más realistas, sustancias y licores de alta graduación que agravan el delirio. Algunos críticos comparan a deWitt con Bukowski, y el parangón sólo cuela por contexto geográfico. El autor canadiense escribe con cierta ironía y una desnudez que retrata lo contundente sin exagerarlo, avanzando con la reiteración del declive para conseguir el efecto deseado. Esa acumulación produce un lento malestar, asumido como las pastillas que engulle el protagonista cada dos por tres. Hay momentos mágicos que se desvanecen, muchos son flashes, parches salvados a la desmemoria.




El paso de tortuga, la tortura china del hastío y la conciencia del propio hundimiento, conducen irremediablemente hacia una solución que es la huida, por eso los dos últimos bloques circulan en un viaje mental y físico que adopta arquetipos que desde siempre han estructurado el clásico ciclo de perdición, salvación y burla de quien cruza la frontera para no regresar a las tinieblas. La frialdad de la trama, el observador que describe el calvario propio y ajeno, sucumbe ligeramente en esta parte de graciosa pesadilla con flirteos, un guiño nietzcheano al umbral del manicomio, polígamos y el ridículo del forastero que insiste a la desesperada en encontrarse mientras el ritmo se acelera, se suceden los desmanes y la experiencia del héroe da con la fórmula matemática que espante los acechantes fantasmas que amenazan su proeza. Al fin y al cabo el relativo mérito de Abluciones es adoptar la minuciosa estructura del mito trasladándola a situaciones contemporáneas como, por ejemplo, en Trainspotting de Irvine Welsh. El hombre solo entre la multitud cercana que para conocerse debe superar múltiples obstáculos se traslada al establecimiento más característico de nuestra era, y la lucha se enfoca contra enemigos poderosos que comparten la debilidad del protagonista, quien pese a las dificultades tiene varios ases en la manga, poderes que le permitirán superar todos los obstáculos e ir de la oscuridad a la luz de la salida, mito de la caverna de coca y whisky, muerte, risa y resurrección.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Poema everyone who rules the world is a lonesome tired cowboy



Everyone who rule the world, is a lonesome tired cowboy por Jordi Corominas i Julián

Abracadabra, profano el callejero
lamiéndome las heridas de indecisión
al no incorporar en mis versos recientes
el torero asustado por el búho fumador,
son las siete de la tarde y tiran colillas
para apaciguar la huelga en el descampado.

Sillas de plástico, botes de calgón,
una universitaria me otea tomando
su carpeta por abanico, seguir el
mismo recorrido no significa irse
a la cama en los aledaños del tanatorio
que nunca pisé.

Íbamos de noche y ahora la atmósfera
es pasoliniana, de mundos que subyugan
otros mundos, de la fábrica abandonada
donde se ponían encima y guardábamos
las bragas en el abrigo deshilachado, de
estudios diseñados con la reja a medio bajar
en una ciudad sin nombre
porque perdió la batalla del murmullo al
acoplar gafas de pasta donde sudaban los obreros.





Faltan la libreta y el zoom, los teléfonos
sacan fotos en la nadería, juego limpio
Futbolístico pintado naif, tennis de mesa
en la otra esquina, hasta el tranvía es
un fraude, no pretende ser carcasa,
como las columnas marítimas
de las que desconozco su origen aunque
ennoblecen el cielo.

El magatzem d’un basar
Del carrer Marina s’ha incendiat cap
A les 11.50 i ha provocat una columna
De foc visible a tota Babilonia.

Sólo el aire fatuo tiene repercusión
en Google, famosos en el paso de zebra
ignaros a los templos inacabados, monstruos
que Delaunay guarda en un cuadro.

Hay miniaturas de salón en la basura,
soslayos enrevesados en la esquina,
siempre el semáforo en ámbar
meciendo las brasas del cortocircuito bípedo,
coreografía del crepúsculo de la larga avenida,
tinte licuado entre jerseys escotados, la mirada es bella
porque el retintín de la perversión
queda para mis adentros desde la retina.

Aparecerá de nuevo, falacia léxica,
Walhalla aritmético, a las tres de
la madrugada, antes está bien procesarla
en el tai-chi, fumar hierba en el escondite,
ser funambulista del bordillo
y apuntar botas de ONG hasta la rodilla
que ella lucirá más tarde en su bicicleta.

La marcha frena en la plaza,
hay chinos con muletas,
disminuidos psíquicos arrastrando sopas de letras.

La guitarra del reprise taladrándome,
el frío descompasado del finis austriae.

Everyone who rules the world
is a lonesome tired cowboy



ps: la segunda foto es parte integrante del poema

martes, 28 de septiembre de 2010

Un Koala en el armario de Ginés S. Cutillas en Culturalia


El arte de la brevedad: Un koala en el armario de Ginés S. Cutillas, por Jordi Corominas i Julián

Vivimos en un país donde lo convencional tiene la implacable pátina de ser lo que cuenta, lo importante. Eso provoca un desbarajuste coartador de la pluralidad, por eso en el universo literario los cuentistas, valga la redundancia, cuentan poco, como si su género fuera un hermano pobre, un desheredado. La realidad es más bien otra y el panorama ofrece un amplio abanico de estilos y formatos, entre los que pocas veces se menciona el microrelato, rico, variado y con una más que interesante evolución marcada en parte por los vericuetos de la red.
Hace un lustro Ginés S. Cutillas ( Valencia, 1973) se sumergió en el universo Blogger colgando sus creaciones, microrelatos con los que jugaba y aprendía. La magia de la brevedad reside en dar al escritor la textura del artesano empecinado en conseguir una estructura perfecta juntando palabras, y no hablamos de estructura por casualidad, pues lo más complicado de este reto narrativo es conseguir la fluidez del tempo en tan poco espacio. Cutillas lo logra con maestría mezclando calidad y experiencia. Muchos fueron los descartes, muchas las horas dedicadas a completar rompecabezas y afinar la pluma hasta dar con una serie de microrelatos que configuran Un koala en el armario, aventura editada por Cuadernos del Vigía, valiente y atrevida al apostar por una anomalía que no debería ser tal.
En toda obra fragmentaria cabe la posibilidad de tomar sus partes como islas o juntarlas para intentar hallar una unidad. El koala se disfruta junto o por separado, y es fundamental remarcar su cuidado montaje, clave de ritmo e hilo que permite entender mejor las temáticas expuestas, vinculadas entre sí por una fuerte voluntad de analizar la realidad desde ojos vírgenes por captar la realidad y lo cotidiano con un humor que va más allá de la risa. En este sentido el relato que da título al volumen es toda una declaración de intenciones. Sí, un koala mastica hojas y el dueño de la casa hace como que no le ve. Muchas veces ocurre lo mismo en nuestro día a día. Tenemos a nuestra disposición infinitud de instantes y situaciones que desaprovechamos, y en cierto sentido Cutillas los rescata del armario lleno de polvo donde la desidia las sitúa, y lo hace divirtiendo y divirtiéndonos con ese ascensor convertido en un extraño punto ciego de donde salen y entran personas, seres normales abocados a frustradas relaciones de parejas, amoríos obsoletos de desgaste, vagones de metro, campos de fútbol con zonas oscuras, batallas perdidas, reyes magos, libres interpretaciones de Bob Dylan y submundos en los que el autor disecciona con sutileza nuestro tiempo, no exento de críticas que van desde lo religioso al omnímodo poder de los medios y la repercusión que nuestras lobotomía televisivas tienen en el llanto de la literatura, siempre más apartada, postergada por la basura invasora, ese mal reflejo de todo el malestar actual, donde no hay cabida para la innovación y en medio de una crisis más que económica el veto a la diferencia se acentúa con putrefacto cinismo. Por suerte siempre hay oasis en el desierto, y el microrelato tiene la virtud de ser un artefacto muy válido para empezar a abrir nuevos caminos.

Ginés S. Cutillas, Un koala en el armario, Granada, Cuentos del vígia, 2010
ISBN 978-84-95430-34-2

lunes, 27 de septiembre de 2010

Martes 28, Las revistas literarias digitales en Mi sección "El laberint" de Wonderland en Rne4



Algo está cambiando en la crítica literaria, y buena parte de culpa tienen las revistas digitales, que normalmente van por delante de los suplementos culturales al comentar novedades. Al mismo tiempo el fenómeno plantea una nuevas formas mediante la interacción y la posibilidad que dan a jóvenes escritores de exprimir sus opiniones desde una calidad que, normalmente, sigue la tónica de los tiempos, como si el futuro se escribiera en la red a la espera del verdadero salto que ubique las cosas en su justa perspectiva.


El laberint a Wonderland

Cada miércoles, salvo en esta edición, a partir de las 18h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

entrevista sobre Paseos Simultáneos en Los noveles







No camina, pasea por Rebeca Yanke




Jordi Corominas i Julián es largo como su nombre y apellidos, ni uno ni trino, catalán que escribe en castellano, Jean Martin du Bruit tocando el piano, Isabel la Católica y Erik Satie, como todo el mundo. La precisión y el caos. El reseñista, el crítico y el espectáculo. Atraviesan todo esto sus Paseos simultáneos, poemario editado este verano por Vitrubio.

A finales de 2007 circulé como un condenado por la parte final del recorrido de uno de mis relatos, de próxima aparición en un libro editado por la Editorial Barataria, que aspiraba a ser hiperrealista. Capté todos los detalles para Caterina Jaén, los plasmé en el texto y luego enfermé absurdamente en Roma, en enero de 2008. 39 de fiebre y un sarpullido en el tobillo. Lo pasé muy mal y durante dos meses tomé notas de todo lo que observaba- pensamientos, voces de la calle, charlas, ideas- en un cuadernito rojo. Pensaba que perdía el tiempo, pero en otro viaje descubrí que todas esas anotaciones garabateadas en paseos eran otra forma de captar la realidad en sentido total. Si sumamos instantes provisionales de varias caminatas también alcanzamos algo holístico, y quizá de ahí el título, Paseos simultáneos.

Puede Jordi Corominas pasear en un espacio vacío, en un paisaje desértico, ¿o necesita siempre de la interacción, de la gente, de la tertulia?

¿La verdad? Estoy en el desierto mucho más de lo que piensa la gente, y es genial que así sea. Paso mil horas solo. Si estoy en casa me comunico a través del correo o Facebook, pero normalmente estoy ocupado con ideas, lecturas, música y otras cosas que no contaré salvo que me pagues un dineral. Si diseccionara mi tiempo saldría que transcurro ¾ partes del mismo en absoluta, y necesaria, soledad. Cuando salgo para comprar o trabajar en la radio y en las clases paseo y así aprovecho ese instante conmigo mismo fundiéndome con lo cotidiano, es otra manera de interactuar. Las horas en compañía suelen ser nocturnas porque quedo con poca gente salvo los martes, que es el día de tertulia y despiporre. Otra cosa es que cuando estoy con gente sea muy sociable, pero quizá es por eso, porque el resto de las horas vivo conmigo mismo.

Vas rápido.

Sí que voy rápido porque mi mente está siempre en constante ebullición, lo que es bueno y malo. Bueno porque tengo ideas cada dos por tres y malo porque siempre queda algo en el tintero. Cronos no se para, es obvio: el tiempo es circular como el reloj y un día sucede a otro, aunque en el poemario uso esa expresión de mi puño y letra porque sale en la parte inicial, que es una especie de declaración de intenciones donde también cabe lo que dices de Los enlaces se descubren al pasar página . Si eso fuera de otro modo significaría que considero al lector un imbécil, y quiero que se moje, que el libro no sea un Barça-Ponferradina. Paseos simultáneos es un solo poema dividido en 136 partes tituladas. ¿Por qué es así? Pues porque seguramente de otro modo me tirarían el libro en plan arma arrojadiza y no se entendería nada. En este sentido el poema visión es otro tramo que habla muy a las claras de cómo concibo el lenguaje, la poesía y la misma realidad.

Un lenguaje sin ataduras, dices en el poema VISIÓN. ¿Qué ataduras son las que no tienen cabida en tu forma de expresión?

Porque ha entendido sus ataduras, así es como uno se decide a soltarse el pelo, aunque debo decir que aquí salió de manera natural entre poesías sin una sola coma, lo políglota del libro, la mezcla de registros y el ofrecer la realidad sin encorsetarla al artificio literario.

En la página 16 leo: ‘Sólo sé que cargando el maletero empecé a disparar ráfagas como si entendiera una manera de componer el texto'. Paseo simultáneo total. ¿Eres un hombre de reflejos?


Siempre que digo que soy un hiperactivo no diagnosticado. ¿Hombre de reflejos? Si vienes con un martillo lo comprobarás. Sí, supongo que lo soy, pero lo del maletero entra también en esta parte inicial de corpus poético. Antes, aunque supongo que uno nunca deja de serlo, fui fotógrafo, exponía y esas cosas, y normalmente, salvo en una muestra que titulé ‘fotografía pictórica', disparaba en blanco y negro. Justo en la época en que concebí los Paseos simultáneos entendí mejor el color y creo que no es nada casual y sí muy simbólico: había abierto los ojos, en muchos sentidos, y al fin y al cabo una imagen es un texto visual, por lo que componer el texto expresa la doble vertiente de las palabras y la foto, dos formas de mostrar lo real, que no es en absoluto lineal, de ahí mayúsculas, negritas, minúsculas y desvaríos que no son tales. No me gusta la monotonía, y adoro eso que dijo George Harrison sobre que The Beatles salvaron al mundo del aburrimiento. Yo nunca seré eso porque nadie lee poesía, pero sí puedo darle brío lo haré encantado.



¿Cómo te observas a ti mismo? Los gestos cotidianos, no ya paseos, forman parte de un lenguaje, el tuyo, que en mi opinión, además de otras cosas, es muy directo. ¿Hay alguna cortapisa en tus movimientos u, ormai, ningún impedimento?

Pues supongo que somos lo que comemos, y en este sentido recibí una educación que me ha dado bastante conocimiento de lo clásico y lo moderno entendido como la cultura del siglo XX, la del Dos mil no me interesa demasiado, me parece muy hueca, de postal efímera, peor que hacer el amor con alguien por quien no sientes nada. ¿Dónde me sitúo? La idea de ir a contracorriente sería una respuesta, pero no es algo voluntario, sigo mi camino y surgieron los Paseos simultáneos como un embrión que me saludó e indicó una ruta que me chifla. Me observo como Jordi Corominas i Julián y actúo siguiendo mi propia coherencia. Lo de directo se enlaza con lo de no tener cortapisas ni impedimentos. No, ya te digo que las únicas barreras son la comprensión ajena, aunque me importa relativamente porque no escribo pensando en un efecto inmediato, y el dinero, porque de tener más podría hacer verdaderas barbaridades con Loopoesia, la gente alucinaría mucho más que ahora, lo prometo.

Tú estás acostumbrado a entrevistar a escritores y poetas, ése es tu trabajo, además de la radio, las clases y los paseos simultáneos. ¿Crees que hay una estructura que define el comportamiento del escritor, o unas pautas a seguir para serlo? ¿Cuánto nos queda de azar, Jordi Corominas i Julián?

Bueno, el problema es que ahora un sector de la industria editorial quiere establecer una especie de pauta de cómo debe ser el escritor, sin importar mucho si lo es o no, por eso vemos tantos morritos, tanta propaganda impactante y lemas que buscan asombrar desde lo hueco, Gutenberg y fast food . El problema es la ausencia de contenido. Por suerte selecciono a los escritores que entrevisto, y raramente me he disgustado con ellos, porque son nombres que sí que tienen interés en desarrollar formas e ideas mediante la literatura, quien quiera lucir palmito que se vaya a la Cibeles, y no a la estatua, sino a la pasarela.

¿Y tu proceso cómo se ha desarrollado?

En mi caso concreto escribí desde niño, y con veintidós años, justo después de licenciarme, entendí que lo que más me gusta en esta vida es escribir. Un escritor debe tener paciencia, si tiene esa virtud lo demás quizá llegue, lo que responde a tu otra pregunta. El azar sí, sin duda existe, pero es algo contradictorio, porque no creo en las casualidades, así que quizá deberíamos reformular la definición de azar, que me gusta asociar con azahar. Otra opción sería contemplar el azar como fatum, destino, que también es fatalidad, lo inevitable.

Transcribo:

EL VIAJE,

Me quiero mucho

En las calles de

Madrid




En Paseos simultáneos el espacio tiene una importancia vital y muy relativa. Vital porque durante todo el poemario nos movemos. Relativa por trascendental, porque nuestro viaje tiene un punto mental y no se circunscribe a una sola ciudad, avanzamos de Barcelona a Madrid pasando por Pernambuco, Tegucigalpa y cualquier urbe imaginable. Eso es por el sentido de universalidad que ya vimos cuando comenté lo políglota del poemario y porque Barcelona para mí es una simple central de operaciones a la que le tengo cariño aunque me harte mucho toda su pose, tan querida por sus gobernantes y sus ciudadanos, que apenas refunfuñan pese a vivir en un municipio que vende fascismo desde el socialismo con una sonrisa, control ciudadano con el descaro de pedir el voto para la reelección. Hay BCN y Barcelona, que es por donde suelo caminar, la reina de calle y gente, pasajes auténticos donde se gestan bellas cosas y la multiculturalidad no es un lema publicitario. Aun así me pillas en un momento, el relax que me da la casa del pueblo, donde mi odio por lo banal de Barcelona es bastante profundo. Una diferencia está en el público de uno y otro sitio. El barcelonés suele ser soso y el madrileño animado y participativo. Amo lo que conozco de Madrid y me da una vida enorme, hasta he contemplado trasladarme a la capital porque me hechiza por su entramado urbano, la alegría de sus gentes, que contrasta mucho con la de los barceloneses, y la posibilidad de conversar sin ostentar, que es algo muy de mi ciudad, sobre todo de las nuevas generaciones, y no me refiero a las juventudes del PP. Piensa en lo triste de la mentalidad catalana. El saqueo del Palau de la música es el símbolo máximo de la decadencia de su tan alabada burguesía. Y ganará las elecciones el partido que la representa. Una vergüenza. En un artículo que saldrá dentro de poco comparé Barcelona y Madrid con sus equipos de fútbol y el pasear. En la ciudad condal uno tiene que ser Messi y sortear peatones en plan carrera de obstáculos. En Madrid se camina dejando más espacios, es más directa, menos sibilina. Unanumo decía que a los levantinos nos perdía la estética, creo que era demasiado optimista y poco observador.



Pues mi poema favorito de tu libro está escrito en catalán.



ESTUDI

Fer un estudi sobre

L`orgasme de la dona

en funció d l`

expressió dels

ulls




Siempre digo que el catalán por su musicalidad es un vino blanco y el castellano, más recio, como un vino tinto. El poema Estudi es una pequeña muestra de amor a la perfección femenina que emerge desde cualquier ángulo de su cuerpo, tesoro que con imperceptibles pinceladas desvela el interior. En tu reflexión no hay pregunta, así que entronco la cosa con lo políglota y cosmopolita, que diría Rubén Darío. En Paseos simultáneos hay tantas lenguas porque cuando caminamos, aunque a veces sólo sean susurros, Babel nos abraza cada dos por tres. Otra cosa es que la gente sea purista y desprecie reflejar lo auténtico de la cotidianidad, mina de minas, pozo mágico de petróleo humano, vivero inextinguible de la realidad.

Pregunta directa, ahora, ¿quién es David Carten?

David Carten es uno de mis mejores amigos. Un canadiense que habla castellano con acento cubano, además de aprender catalán, montar un falso grupo musical conmigo y tener una pasmosa facilidad para integrarse con quien sea y donde sea. Se dedica, un pionero de pies a cabeza, al campo de la energía solar y todo él me hace reír positivamente, le quiero mucho y el poemario tiene una suite dedicada expresamente a sus andanzas entre taxis, bares, plazas, preguntas y otras historias. Seguramente es una metáfora de la curiosidad y la alegría.

Necesito preguntarte por el amor. Por la poesía amorosa, en realidad. ¿Dónde está? ¿Hay? ¿Se hace o se tiene miedo? ¿Ha cambiado, pero sigue siendo poesía amorosa? ¿Qué pasa con esto? Me tiene preocupada. Me pregunto si existe un generalizado temor a parecer cursis, no sé.


Pues seguramente tienes mucha razón. En Paseos simultáneos no hay poemas de amor en sentido estricto; por sus páginas navegan flirteos, soslayos e insinuaciones. Ahora estoy preparando un nuevo poemario, Oceanografías , donde si hay un apartado que está dedicado a la experiencia amorosa, a mi desastroso año sentimental, repleto de maravillas y desilusiones. Sin embargo no creo que estos nuevos poemas sean amorosos a lo clásico, también esa faceta poética debe reformarse porque el mismo amor, pese a mantenerse en sus parámetros de toda la vida, ha evolucionado a través de la velocidad y la tecnología. Ahora te pueden dejar por e-mail y puedes encontrar el amor de tu vida, o eso dicen, en sitios web diseñados con ese objetivo. Hablo de estas cosas, pero no quiero que me preguntes por si meto las nuevas tecnologías en mi poesía, porque te diré que en general no lo hago, aunque de vez en cuando sí que añado mensajes de texto, porque tienen en su brevedad un sentido confesional que hasta puede darles una preciosidad inaudita, como si fueran notitas del siglo XVIII.




Uhm, creo recordar que en Paseos simultáneos dices que ya no tienes nostalgia de los mensajes de texto.

Digo exactamente que era más nostálgico de los mensajes de texto, con lo cual sigo siéndolo, pero en ese poema hay una confesión que es la apuesta por lo directo, por dejarse de rodeos e ir al grano, matar subterfugios para ser prístinos. Me molesta mucho lo de marear la perdiz, y precisamente los nuevos tiempos, por muchas facilidades que tengamos para actuar y punto, tienen bastante de eso, también en poesía, donde se dice más que se hace, con lo que el cuerpo no termina de moverse, agazapándose en una esquina o quedándose en otro bar para no escuchar las poesías, como si bastara que el libro circulase, como si eso fuera garantía de algo. Pues no. Antes mencionabas un poema bisagra, como si fueran poesías muy antiguas, y ese pequeño verso tiene el significado de vitalidad, de mover los versos, de infundirles marcha para que se expandan más allá del mismo libro, bien sea por su mensaje o porque circulan superando lo estricto y aborrecible del mundillo literario. Gil de Biedma decía que sólo los poetas leen poemas, con lo que se genera una endogamia profesional y lectora bastante estúpida. Hay que evitarla, hacer que la poesía se alimente de su tiempo, pero que también le aporte comida.



© Rebeca Yanke

martes, 21 de septiembre de 2010

Miércoles 22 de septiembre, Poesía en mi sección "El laberint" del programa Wonderland



Este miércoles 22 tendremos la sección dedicada a la poesía en forma de introducción a sus nuevos formatos. quince minutos dan para lo que se puede, y en este caso hablaremos brevemente de Spoken word, Perfopoesía y Poetry Slam, dedicando el tiempo final a comentar cuatro cosillas de Paseos Simultáneos como antesala a la presentación de esa misma tarde.



El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 18h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

lunes, 20 de septiembre de 2010

Paul McCartney de John Ames Carlin en Revista de Letras




En la tierra media de la bibliografía Beatle: Paul McCartney de John Ames Carlin por Jordi Corominas i Julián

John Ames Carlin, Paul McCartney, Barcelona, Viceversa, 2010
Traducción de Martín Rodríguez-Courel


Las biografías no autorizadas suelen ser escabrosos engendros destinados a escarbar en la mugre de sus protagonistas. Otra posibilidad, cada vez más presente en nuestro catálogo editorial, es que su autor opte por una investigación donde varias tesis articulen el discurso. Es el caso de Paul McCartney. Peter Ames Carlin analiza la vida del bajista de The Beatles desde una óptica oscilante entre amables matices y críticas que no rebasan una imaginaria línea de riesgo, disparando con cautela, neutral pese a las tentaciones destructivas que en algún momento se intuyen, lo que es positivo al permitir que el lector saque sus conclusiones. El trabajo del periodista norteamericano no pretende ser una Biblia, sino más bien un digno cuaderno de bitácora donde aprender a navegar por los vericuetos de sesenta y ocho años inagotables, únicos por la hiperactividad de su objeto de estudio, un músico obsesionado por no estar solo, como si la prematura muerte de su madre le hubiese obligado mentalmente a buscar otra persona para rendir al máximo de sus posibilidades.




Paul McCartney nació en Liverpool el 18 de junio de 1942. Hijo de clase obrera, fue afortunado al tener una familia preocupada por educar a sus hijos para construirles un futuro más halagüeño desde valores norteños como el trabajo o el mantenerse fiel a unos principios. El compositor de Eleanor Rigby fue un niño extrovertido y observador que sacaba buenas notas en la escuela, donde disfrutaba con las clases de literatura inglesa y mataba las horas muertas desarrollando un notable talento para el dibujo. Sin embargo se avecinaba la tragedia en forma de cáncer. Su madre Mary, una enfermera que contribuía copiosamente a los ingresos del hogar, falleció en 1956 y Paul cayó en la lógica depresión que apaciguaría con el Rock and Roll. Elvis. Buddy Holly. Little Richard. Los libros académicos quedaron esquinados por la guitarra y Radio Luxemburgo. La música lo transportaba a una felicidad que llenaba todo, animándole a esforzarse para aprender los acordes y hasta para soñar con escribir sus propias canciones. El seis de julio de 1957 los astros convergieron. Era la fiesta del barrio de Woolton y los exteriores de la iglesia de Saint Peter acogían conciertos juveniles. Cuando llegó el turno de los Quarrymen, Paul fijó su atención en el cantante, un chico desgarbado que improvisaba la letra y desprendía carisma pese a no tocar de maravilla. Era John Lennon. Su amigo en común Iván Vaughan hizo de maestro de ceremonias y McCartney, siempre con el don de cazar al vuelo buenas vibraciones, se presentó a quien marcaría su existencia interpretando con su guitarra Twenty flight rock. Lennon quedó impresionado y decidió reclutarlo para la banda. Hicieron migas y, sin saberlo, cimentaron una unión que desde su diversidad los asemejaba. Si uno era impulsivo, anárquico, lenguaraz y diestro, el otro era calculador, ordenado, diplomático y zurdo. Su simbiosis se hizo irrompible cuando Julia, la madre de Lennon, murió atropellada en 1958. Esa luctuosa coincidencia fue un vínculo de comprensión para paliar la pérdida compartida. Eran siameses que se entendían a la perfección, pero para acometer su deseo de ir más allá necesitaban más compañeros de calidad. El tercer hombre es George Harrison, a quien Paul conoció en el autobús 86. Era el pequeñajo. Poco importaba. Tocaba la guitarra mejor que nadie y fue incorporado. Ya tenemos la base de donde surge la imperiosa búsqueda de bolos, el interés por componer canciones, las deserciones, Pete Best, Hamburgo, los primeros amoríos, el sexo desenfrenado las anchetas para soportar largas sesiones, los exis, el retorno a Liverpool, la idolatría local, The Cavern, Brian Epstein, la fallida audición de Decca, Ringo y el contrato con EMI de la mano de George Martin. Estamos en 1962 y el libro ha tratado estos asuntos a ritmo de vértigo y con una escritura que no quiere caer en la frialdad del ensayo riguroso mediante un cierto lenguaje juvenil que no estorba, aunque no lo echaríamos en falta. Asimismo Ames Carlin sabe administrar el tempo del relato y pone miguitas útiles para plasmar rasgos de la personalidad de McCartney, a quien el autor considera, ya desde su adolescencia, maníaco del control, amante de su oficio, entusiasta del espectáculo, inquieto por naturaleza y suave manipulador. Estas características saldrán a relucir especialmente en su etapa Beatle, bien trazada al ser abordada como una evolución constante hasta que se cierra un ciclo. El veinteañero que aterriza en Londres tiene una innata curiosidad. Se ennovia con la joven actriz Jane Asher y reside en casa de su familia durante dos años y medio en los que se relaciona con lo más granado de la atmosfera cultural del swinging London, aficionándose a otras artes y haciendo sus pinitos en el cine y la música experimental. Junto a sus compañeros de grupo surca nuevos confines que combinan junto a las giras, siempre más numerosas y agobiantes porque ni siquiera se oyen en el escenario por culpa de la histeria del público. Los estudios de Abbey Road se transforman en el patio de recreo de la modernidad con cuatro tipos instalados en la cima del mundo que en vez de conformarse apuestan por asentarse como músicos rompiendo con los parámetros habituales del show-bussiness. Abandonan el directo en 1966, aunque desde Rubber Soul centraban sus esfuerzos en ir más allá, portavoces generacionales, creadores de un pop-rock que trascendía géneros y los reconvertía con pasmosa facilidad. Desde Revolver John reconoció que Paul estaba creciendo como la espuma tanto a nivel musical como compositivo y la situación se consolidó durante la lenta disolución del conjunto que, como ocurre en la mayoría de la bibliografía Beatle, se explica sucintamente, quizá porque el autor prefiere con acierto dedicarse a sorprendernos con algunos datos insólitos como la posibilidad de añadir un fondo electrónico a Yesterday o la idea de hacer una película con el Sgt. Pepper’s en la que participaran directores del calibre de Fellini, Visconti o Antonioni, genialidades de McCartney, quien en esa época era el hombre con más energía del planeta en su empeño de pensar portadas únicas, canciones de todo tipo, bajos impagables, imaginar filmes, montar Apple, ir con mujeres y divertirse junto a John, Ringo y George, lo que sucedió hasta que las aguas se enrarecieron por un cúmulo de circunstancias. Sí, está Yoko Ono, y también Linda Eastman, disputas económicas, las sesiones de Get back, las adicciones de Lennon, la madurez de Harrison, reafirmaciones de estilos individuales y un extraño hastío que terminó con la magia, no sin antes registrar obras maestras que culminan con el Medley de la cara B de Abbey Road, donde McCartney cierra el telón con una doble suite melódica de altos vuelos que resumía la historia del cuarteto y preludiaba el difícil porvenir. And in the end the love you take is equal that the love you make. John y Paul se distanciaron por muchos motivos y el divorcio, silenciado durante meses, estalló en septiembre de 1969 tras mutuos reproches. Lennon dictó sentencia y McCartney esperó durante meses un replanteamiento en la imprevisible mente de su socio que permitiera mantener el sueño. Se retiró junto a Linda, quien desde ese instante ejercerá de nueva pareja vital del músico, a una granja de Escocia, sumergiéndose en una indigencia de rico hundido en la miseria psicológica, bebiendo, fumando y, finalmente, recuperándose para grabar, tocando él todos los instrumentos, un disco en su casa con una consola de 4 pistas. Salió el diez de abril de 1970 y en una entrevista adjunta se comunicaba el punto y final de The Beatles.






El segundo McCartney: desmintiendo, a medias, mitos.


En realidad la nota no era tan contundente, dejaba abierta la puerta, pero dio igual porque la prensa buscaba grandes titulares. Paul, el último en bajar de la nave, fue acusado de dinamitar un bien universal, y así fue en parte durante décadas, pues el asesinato de John Lennon en 1980, no hizo sino engrandecer la figura de su partenaire compositivo, elevado a los altares por actitud, rebeldía y dejar, sucede desde Aquiles, un bonito cadáver. La acción de Mark David Chapman hizo olvidar lo prolíficos que fueron los años setenta para el compositor de Penny Lane. Ames Carlin se preocupa por intentar dar una válida visión de contexto, y se agradecen sus interpretaciones de los álbumes, pero sobre todo su descripción de la metamorfosis maquillada de nada ha pasado que supone el paso de un grupo insuperable a el reto de no perder comba desde otras coordenadas, pues Paul quiso mantener la idea del conjunto a través de la familia y Wings, elementos que ya no eran un acicate competitivo, sino un instalarse en la comodidad de ser jefe, comandante y general del rebaño. La ausencia de sana rivalidad fue paliada a ojos del mundo por el amor a Linda, y era cierto, si bien el músico siguió preocupándose por exprimir el limón y progresar con cada trabajo, encontrándose y redescubriéndose con una banda a la fuga que más bien era un séquito del matrimonio, víctima de su imitación a John y Yoko. Al fin y al cabo el pulso competitivo, el espejo, siempre era su amigo con el que se enfrentó agriamente, se reconcilió y se alejó. Les separaba el océano y dos concepciones distintas de los treinta. Paul y su calma agitada; John y su furia previa a ser amo de casa. Uno se mantuvo en la brecha y el otro se retiró del ruido hasta resucitar con Double Fantasy y recibir un balazo. Hasta ese momento McCartney era el Beatle en la brecha, el hombre que llevaba veinte años acumulando números uno y elaborando un proyecto que de lo colectivo saltó, por los conocidos imperativos del guión, a lo individual, con sus éxitos y altibajos, era una referencia que el edificio Dakota oscureció el ocho de diciembre de 1980.





Se salta de diez en diez. Llegan los ochenta y la desaparición de Lennon es otro bache, el caos inesperado que cierra un año donde le han detenido en Japón por posesión de marihuana y ha disuelto Wings. Se recicla, padece por cómo sigue haciendo lo que le gusta, vuelve al regazo de George Martin, experimenta, dirige una película, recibe pleitos de los otros Beatles, sigue destacando en las listas y descansa de los conciertos hasta 1989, cuando se inicia su postrer fase que sintetiza y aúna las anteriores por recuperación del espíritu Beatle tanto en conciertos como a nivel de perpetuar el mito con el reencuentro de los tres supervivientes en los noventa. McCartney sigue gozando de popularidad y es apreciado tanto en lo alto como en lo bajo. Es Sir, activista, showman, compositor de música clásica y pop, pintor, poeta, reciente divorciado y parece no querer frenarse en un hasta que el cuerpo aguante que por una vez le ve solo, sin John, Linda ni Heather Mills, asentado en una vorágine que es sinónimo de su energía.
A la espera de Many years from now: Las carencias del Beatlebook en España
A lo largo del siglo XXI se han ido editando en España obras generales sobre el conjunto de Liverpool y las carreras por separado de sus integrantes, libros que no pretenden ser exhaustivos, sino ser guías que impulsen a ampliar información en volúmenes más especializados. En este sentido la biografía escrita por Peter Ames Carlin se ubica en la tierra media, pues no es La morsa era Ringo, una extraordinaria introducción a The Beatles mediante 101 anécdotas, ni John Lennon de Philip Norman, que aspira a lo definitivo. Como toda bibliografía ensayística, la dedicada a los Fabfour tiene diversos niveles. Piano piano si va lontano. El lector con mínimos conocimientos sobre McCartney se entretendrá con la obra y una vez la termine tendrá ganas de más. Quien haya devorado Many years from now de Barry Miles, biografía oficial de Paul, o Revolution in the head de Ian MacDonald revisará los datos que aporta el periodista de The Oregonian y asentirá con la cabeza satisfecho de sus conocimientos; sólo algunas minúsculas parcelas saciarán su afán de novedad. No tienen derecho a quejarse. El libro publicado por Viceversa llena un hueco y abre el camino para que vayan subiéndose peldaños. Take a sad song and make it better.



domingo, 19 de septiembre de 2010

Los cerdos de George Harrison y la sociedad catalana en Bcn Week


Los cerdos de George Harrison y la sociedad catalana: una profecía by Jean Martin du Bruit

Mare de Déu, cridà el gos a la guineu un matí d’aquells on l’estiu desitja morir i la tardor jura amor de puta a la puntualitat britànica. Sonà el despertador, era tard i el president Montilla convocava eleccions. De cop i volta trucaren a la porta. Un home sense calçotets volia vendre’m calçots. Cridava i la força dels seus cops m’espantà. El silenci tornà fins que una nota lliscà veloç fins als meus peus. El remitent era l’associació catalana de pernils i atzavares. Em pregaven en nom de Madolf Jitla que llegís atentamente el contingut del sobre. Vaig obrir-lo i el text parlà clar i castellà.

Querido Jean Martin,
Es un motivo de Honda y Yamaha satisfacción escribirte para que difundas el hallazgo de una profecía esencial de la situación política de Cataluña antes de la inminente consulta electoral que elegirá al próximo presidente de la Generalitat. Corren malos tiempos, pero nosotros vivimos en el regocijo de haber derribado el mito de Nostradamus. El verdadero oráculo de nuestra época es George Harrison, que en paz descanse, el único que con pocas palabras abarca toda la dimensión de nuestra inevitable tragedia. En 1968 compuso Piggies, una canción con un tono muy de su estilo, con el guitarrista predicando como un dios enfurecido, siempre sentencioso y soberbio pese a su poco tiempo transcurrido en el planeta. Vayamos al grano. Leyendo atentamente la letra hemos comprendido como en Abbey Road sabían el destino del Principado y la sumisión de sus ciudadanos a la burguesía que nunca se cubre de mugre porque la propaga. Sus acciones siempre quedarán impolutas y Convergència ganará holgadamente porque nadie parece preocuparse de su burla corrupta, compartida como bien sabe usted, que ha sufrido en sus carnes cómo se recauda dinero a costa de bolsillos modestos, por la municipalidad socialista. En fin Pilarín, resulta que George, el Beatle silencioso, lo plasmó para el mundo hace ya 42 primaveras. ¡Un hombre de Liverpool preocupado por la cita con las urnas de 2010. Fascinante. El tema empieza con una dulzura turbia que la música incrementa, con el bajo simulando gruñidos y tape-loops ciertamente cerdunos. El tono es de fábula barroca, nos van a contar un cuento, y la referencia animal bebe de Orwell y su mítica Rebelión en la granja. La humanización de estos mamíferos introduce al oyente en la atmosfera que las cosas no son cómo parecen. Have you seen the little piggies crawling in the dirt? And for all the little piggies life is getting worse, always having dirt to play around in. Los pequeños cerditos, nosotros, nos arrastramos por la mugre. No importa que todo vaya de mal en peor. Siempre tendremos la mugre para jugar, para ahondar la herida del sueldo de barreño, las facturas, la incapacidad del Estado para tomar medidas, la precariedad y las continuas frustraciones diarias. Siempre queda la mierda, microscosmos para la mayoría impotente resignada a tragar lo impuesto.
La segunda estrofa nada hacia la diferencia. De lo pequeño vamos a lo grande, y es curioso resaltar cómo aquí más es oligárquico y el menos engloba al pueblo. Have you seen the bigger piggies in their starched white shirts? You will find the bigger piggies stirring up the dirt, always have clean shirts to play around in. Los de las camisas almidonadas remueven la mugre y nunca se manchan porque su reino no es de este mundo. Pueden saquear el Palau de la Música, financiar ilegalmente partidos y ser muy chorizos con la corrupción urbanística, pero siempre saldrán impunes y con la mejor de sus sonrisas para dar una imagen neutra y pestilente que es su seña de identidad clave. Los grandes cerdos nos han convertido en peones del tablero que tienen en su parque de recreo. Harrison se crispa. Su voz adquiere la textura de un cabreo en el abismo de la indignación. Constata la otredad del poderoso y su desconexión de la realidad. In their styes with all their backing they don’t care what goes on around. Fuentes cercanas a nuestra cúpula se escalofriaron hace poco como el sistema manipula la ilusión del común de los mortales con ese encuentro de nuevos catalanes, los inmigrantes, subyugados en el Fossar de les Moreres por la patética figura de Artur Mas. Las banderas y el papel de water. Montilla dice que ha construido más metro que su rival. George da puñetazos vocales y alcanza una catarsis de rabia. In their eyes there’s something lacking, what they need is a dawn good whacking. Sus mirades carecen de muchas cosas. Usted las reconoce y por eso le hemos mandado esta epístola. Ellos necesitan una buena paliza. Este verso da pruebas de las virtudes oraculares de la decimosegunda canción del White Album. Una buena profecía debe poder ser interpretada, no ha de marcar el camino de manera excesivamente diáfana. ¿Qué tipo de paliza? ¿Con fuets Tarradellas en plan flagelación? No, el golpe urge en las papeletas del ciudadano o en su abstención ese domingo resacoso de Barça-Madrid el día antes. Voto en blanco o abstención, dos medidas válidas que pueden suplirse votando a un partido desconocido, pues los cinco grandes bloques que suelen tener representación no merecen nuestra confianza. Todo seguirá igual. Canibalismo. Enfrenta a los semejantes y ganarás la partida. Everywhere there lots of piggies living piggy lives. No están en Collserola o paseando por Plaza Lesseps. You can see them out for dinner, porque gozan del ocio posmoderno y saliendo del hogar abandonan sus fantasmas para redundar en el consumismo, with their piggy wiwes, clutching forks and knives to eat their bacon. Es una masacre. La normalidad debe rebelarse para evitat esta antropofagia y derribar la prepotencia de los cerdos que dirigen nuestro destino desde sus escaños y tejemanejes económicos amparados en una bula papal que nadie recuerda.

Aquella nit vaig dormir, però abans de tancar els ulls vaig pensar en un altre vers de Harrison. And my advice for those who die, declare the pennies on your eyes. Si tot segueix així no podrem complir antics rituals mortuoris. Fareu cas l’associació catalana de pernils i atzavares? El negre de Banyoles us ho agrairà.

A toda vela de C.H.B Kitchin en Revista de Letra



Esquizofrenias en la agonía de lo victoriano: “A toda vela”, de C.H.B. Kitchin
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 14.09.10


A toda vela. C. H. B. Kitchin
Traducción de Laura Salas Rodríguez
Periférica (Cáceres, 2010)


“Se estaba volviendo demasiado normal, menos moderna, cada vez revelaba más la dama victoriana que era. Pero tenía momentos de insatisfacción cuando deseaba ser excelsa, implacable, siniestra, una verdadera vampiresa”.

(C.H.B. Kitchin, A toda vela)

Los cambios de ciclo suelen anunciarse por fechas simbólicas que sólo marcan un antes y después. Enterrar lo antiguo y abrazar lo nuevo no aviene de repente porque durante años, como seguramente ocurra con nuestra época, las viejas formas siguen arraigadas y resisten las arremetidas de las que piden ocupar su sitio. En Inglaterra la muerte de la Reina Victoria en 1901 clausuró una etapa y supuso una relativa liberación para la venidera, desprovista de una figura tutelar y por lo tanto limitada porque las metamorfosis paulatinamente introducidas en la sociedad no tenían un claro referente y se bifurcaban en varios caminos que alteraban los hábitos y costumbres impuestos por la tradición, reformas sin padre, modificaciones de progreso generacional. El problema es que mientras esto ocurre se produce un choque de trenes entre las personas que han aceptado la transformación y las que siguen con la cantinela de siempre por su incapacidad de aceptar evoluciones. En A toda vela, novela publicada en la legendaria Hogarth Press de Leonard y Virginia Wolf en 1924, esta situación reluce en la figura de su protagonista. Lydia Clame tiene treinta años y goza de su joven madurez, deleitándose con los pequeños placeres que ha ido aprendiendo con el tiempo. Escribe poesía, adora conversar y se siente cómoda en su apartamento que comparte con dos chicas en Beam Square, en las estribaciones de Tottenham Court Road. Londres le supone un estímulo que si agobia puede abandonarse por el campo, donde muchos conocidos suelen tener residencias en las que la frivolidad se instala en el ambiente con ingenuidad, té y más té, luchas de grado clasista y la sempiterna ironía del inglés enfrascado en un diálogo. Hagan juego, sean rápidos con sus respuestas y triunfarán. Todos se divierten y comentan jocosos las próximas propuestas de la temporada. La agenda es el dios de los burgueses, péndulo que agita su calendario y desestabiliza el de otros. El paso de jornadas y reuniones intuye dos encrucijadas en la vida de Lydia.

La primera es su precariedad económica. Es una heredera integrada en un círculo de lujo y oropel con el que no puede competir por escasez de fondos. La segunda obedece al corazón. Ella, la resistente, bandera del feminismo por su despreocupada actitud y casi ninguneo del matrimonio, conoce a su polo opuesto y, claro está, se enamora con los clásicos síntomas, posiblemente agravados por su excesivo consumo de literatura. Enferma, padece y atiende inquieta el momento de coincidir con Geoffrey Remington, a quien saca varios años. Qué importa la edad. Como tampoco tiene mayor trascendencia lo divergente de sus estilos ni la disparidad que sitúa sus cuentas corrientes en Boston y California. Cupido disparó con tino y nada puede hacerse ante sus flechas.El jugador de críquet muestra interés. Lydia se derrite y hasta osa plantearse si su modernidad no era simplemente la antesala de la normalidad, lo victoriano, casarse, procrear, educar y esperar al maridito al lado de la chimenea. Geoffrey acepta sus propuestas. Quedan a menudo y ella gana confianza para soltarse el pelo y hablar alto y claro, hastiada del cotilleo intensivo de sus allegados. Las vacaciones congelan el amor. El aficionado al casino parte para Suiza con otras amistades. Otras preocupaciones se perfilan en el horizonte de la poetisa que guarda sus versos en el cajón. Vivir y comerse el mundo por curiosidad salva el alma, no el bolsillo.



Un narrador sorprendente: Kitchin y el tratamiento de la psique femenina.

No se preocupen, estamos en la reentré y no desvelaré la resolución de la trama. Aturde pensar que hasta ahora, y ha pasado casi un siglo desde la primera edición de A toda vela, nadie en nuestro país hubiese reparado en C. H. B. Kitchin. Hombre poliédrico, alabado por T. S. Eliot y otros contemporáneos, su prosa es ágil y en el caso que nos concierne destaca por su tratamiento de la psique femenina hasta el punto de estructurar la novela en función del estado de ánimo de la protagonista, que del inicial trajín festivo languidece y se instala en una constante huida de soledad donde el malestar vence la partida porque la inseguridad aflora, los fantasmas son contundentes y el cauce del río depara cursos de gran caudal. Toda la agitación de la soltera se desvanece en la lucha entre dos mundos integrados en una sola persona. La noble chica que fuma y bebe alcohol queda derrotada, y lo curioso es expresarlo en sendas de bullicio absoluto y silencio letal. La pesada compañía de sus amigas de la primera fase era la vida en mayúsculas, la verdadera y sufrida independencia de una dama contenta y valiente al frenar las rémoras sociales que imponen determinadas conductas. Cuando cede el cielo se nubla y las invisibles cadenas ejercen su labor, desgastando desde su labor de desequilibrio abismal hacia el precipicio.




Me gustaría saber cual fue la reacción de los lectores cuando se publicó A toda vela. Las obras que leen bien su contexto histórico suelen ser alabadas hasta cierto punto. Pueden elogiarse por destreza estilística, construcción del personaje y otros aspectos, pero la mayoría de críticas contemporáneas suelen obviar el factor fundamental de dar en el clavo de la época porque muchos olvidan la importancia de la literatura, su decisiva función de empaparse de los signos del presente e intentar comprenderlos para diagnosticar desde un modesto pedestal males ignorados en las noticias porque sólo pueden divisarse pisando la calle, reflejando actitudes visibles en la superficie de la cotidianidad, auténtico pulso para quien quiera ir más allá de una narración al uso y alcanzar la plena comprensión del instante en que se escribe, sin que ello deba etiquetarse como costumbrista. No, la fuerza de A toda vela va desde el magnífico análisis psicológico hasta el esbozo de esos años veinte donde los estertores de lo pretérito aguantaban el envite de lo moderno en un universo tan esquizofrénico como el inglés, cultura exportadora de vanguardia que, sin embargo, cohabita en el interior con el férreo control de los custodios de un muerto viviente que siempre da mucha guerra. En este sentido hay otra novela que hay una novela reciente que conjuga y se interesa por ambos mundos: Chesil Beach, de Ian McEwan. La diferencia es que el multipremiado escritor concibió su texto desde las ventajas de poder mirar retrospectivamente, sabiendo que 1961 fue la bisagra entre lo pacato de los cincuenta y el boom del Swinging London y los sesenta. Como lector de 2010, considero A toda vela un perfecto testimonio de su etapa histórica, lo que me exalta y exaspera a partes iguales, pues me gustaría que, al menos en España, surgiera un novelista que supiera dar a sus obras ese ingrediente tan necesario de implicación para lo que acontece hoy en día en mentes, grupos y avenidas.

sábado, 18 de septiembre de 2010

A la intemperie de Jordi Gracia en Literaturas.com




Los múltiples prismas del exilio español de la posguerra, A la intemperie de Jordi Gracia por Jordi Corominas i Julián


Jordi Gracia, A la intemperie, Anagrama, Barcelona, 2010

«Sólo la gente culturalmente débil, o insegura, será radicalmente incapaz de adaptarse, o al menos de abrirse, a otras culturas. Sólo la gente culturalmente insegura, o débil, olvidará su propia cultura», Josep Ferrater Mora

Estamos en vísperas de una profunda revisión. Los hijos de la Transición empiezan a cuestionarse si sus padres, los que dejaron morir a Franco en la cama, hicieron bien su tan (auto)alabada labor. Ello coincide con el boom sociológico, dado que trasciende lo cultural, basado en recuperar el legado y la memoria del tiempo histórico previo a la pesadilla dictatorial. Películas, libros, programas, documentales y conmemoraciones inundan las estanterías de infinitos comercios nacionales, lo que sin duda ha servido para recuperar los valores de los vencidos, encarnados en sus intelectuales. Muchos de ellos sufrieron en los setenta el desdén de los nuevos, conscientes de ser, por haber residido en el país durante la noche fascista, más válidos para capitanear el camino hacia la democracia al conocer los entresijos y evoluciones de la piel de toro, algo que los exiliados no podían entender desde su distancia lejana, al vivir allende sus naturales fronteras, pero cercana, pues llevaban a España en el alma y muchos seguían doliéndose por no poder pisarla tras la derrota del primero de abril de 1939. Algunos lo hicieron y sintieron estar en otra dimensión, en un lugar conocido sólo por el aire. La transformación de la textura impedía abrazar la libertad, anulada por el funambulista gallego en su empeño de perpetuarse en el poder robado a la voluntad del pueblo.

En A la intemperie Jordi Gracia continúa su crónica de la historia cultural de esos años negros, y lo hace sine ira et studio, analizando al pormenor cada vicisitud personal para enmarcarla en un contexto colectivo que permita entender al lector las diferentes fases de una realidad centrada desde fuera en España. La dialéctica entre el interior y el exterior se erige en pieza clave de comprensión. 1950 es punto y aparte. Muchos creían, hasta el estallido de la Guerra de Corea, que el régimen caería víctima de sus pretéritas alianzas con las potencias del Eje. La Guerra Fría alteró la lógica y la Península Ibérica, cesión de soberanía mediante, se convirtió en pieza fundamental de la estrategia estadounidense. Es en ese preciso instante cuando algo se rompe y desaparecen las ilusiones del perfecto retorno al pasado republicano. Ese replanteamiento enturbia y reposiciona, y en gran parte es así por el despertar de los resistentes del interior y los arrepentidos, aquellos que tras tres lustros entendieron que el futuro de España necesitaba juntar sus dos núcleos para avanzar y desprenderse de un atraso que amenazaba con ser endémico. La alianza entre los que se quedaron y los que decidieron partir coincide con la crisis de mediados de los cincuenta y concluye en primera instancia con el llamado, léxico antediluviano, contubernio de Munich de 1962, cuando ambas fuerzas movieron ficha desde una profunda comprensión de las soluciones válidas para terminar con el íncubo y tejer vías que olvidaran divisiones y permitieran circular desde la unidad recuperada sin la que no hubiese sido posible construir un país desprovisto de rencor.

Gracia no escatima esfuerzos. Sitúa a cada intelectual y acepta sus diferencias. El exilio no fue un corpus ortodoxo, tuvo oscilaciones y movimientos diferentes en función de la personalidad de sus protagonistas. Los más viejos padecen, como si su viaje a Ultramar fuera una extirpación corporal. Los jóvenes tienen campo abierto y su concepción se acerca más al sentimiento generalizado de aterrizar en una isla de paz donde nadie prohibirá la creación pura, carente de trabas. ¿Qué hubiese sido de Buñuel? Podría haber imitado a Sert y volver para comprobar la miseria imperante. Sólo lo hará, como muchos otros, cuando su presencia en la patria no constituya una amenaza para su integridad. Rodará Viridiana y subirá a un avión de regreso al segundo hogar, ganador de una batalla lógica. Rehacer la existencia y sentirse alienado en suelo natal.




Otros exiliados optaron por ser firmes en su ética de la derrota. Regresar era sinónimo de vergüenza y oprobio, sobre todo, algo harto comprensible, para la clase política, instalada en un anquilosamiento ideológico poco dado a captar con precisión las verdaderas urgencias históricas del ruedo ibérico. Por eso, y quizá por ser una leyenda en vida, La pasionaria calificó a Jorge Semprún como un cabeza de chorlito, barbaridad, síntoma de incomprensión entre dos mundos iguales que toparían después del 20 de noviembre de 1975, que en parte puede explicar la postergación de muchos exiliados a la categoría de meros símbolos pululando entre el nomenclátor urbano y los libros de texto de mi adolescencia.

Han pasado tres décadas y media. Los que estudiaban esos farragosos volúmenes hemos crecido y residimos en un Estado de la Unión Europea, algo que indudablemente enlaza con la cultura de muchos derrotados, seres con esencia hispana que ejercían sus profesiones al mismo nivel de sus colegas continentales sin ceñirse a lo dictado desde su territorio. Esa equiparación entre abuelos y nietos deja a los padres como arquitectos de la gran metamorfosis, honrosos y sacrificados en su lucha, aunque selectivos y temerosos de hurgar en la gran herida. El siglo XXI tiene otras alas cargadas de herencia. Aprovechémoslas.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Historia de dos ciudades y sus andares en mi sección "Irse al otro barrio" de Bcn Week


Historia de dos ciudades y sus andares by Jordi Corominas i Julián

Cada vez visito más Madrid. Cuando era pequeño la odiaba, seguramente porque nuestra educación pública más que unir separa desde su absurda pátina nacionalista, y por eso es una suerte crecer y darse cuenta de lo que vale un peine. La capital del reino, que esperemos en breve sea República, tiene de todo como en botica. Cada saludo a su suelo es descubrir maravillas desconocidas que embargan mi ánimo y lo llenan de una alegría intensa que siempre depara un nuevo ingrediente. Sí, está la noche con sus alcoholes, sonrisas, abrazos, miradas, personajes, besos y desmanes, pero cuando luce el sol sé que puedo deleitarme con otras riquezas nacidas por el carácter de los habitantes de la Villa, risueños y siempre dispuestos a entablar conversación con desconocidos por la extraña conciencia de una paridad entre humanos, todo lo contrario que en Barcelona, donde pisando el Paseo de Gracia siento el horror de la velocidad y pienso en el pánico que le entraría a Baudelaire al comprobar que mis conciudadanos son huraños, carentes del suficiente ánimo para romper con las convenciones e intentar una sociabilidad que les granjearía la simpatía de los recién llegados, hombres y mujeres que suelen alegrarme el día cuando dicen aquello de no pareces catalán, expresión de hondo significado, porque cuando llegas sin nada en los bolsillos de la amistad clamas comunicación. Estas dos actitudes simbolizan las diferencias de las divas españolas, enfrentadas por la Historia en una lucha de cartón piedra que el balompié expresa para mayor regocijo de la ociosa sociedad que nos ha tocado sufrir, Barça versus Madrid para crispar ánimos y ocultar esquizofrenias que la política y el tenebroso pasado de la piel de toro enhebran en una continuidad lastimosa que aleja la máxima de los polos opuestos se atraen.


El lunes por la mañana pasee en solitario por la Calle Carretas, una de mis favoritas del centro. Observaba el ambiente y noté sin mucha dificultad como las personas charlaban de sus cosas, sí, pero siempre con ojo avizor ante lo anómalo y lo sublime, firmes en su paso, pendientes de cualquier bache del camino por la innata curiosidad humana, útil para soltar un comentario divertido e integrarse en el magma urbano. Pocas horas después aterricé en la Ciudad Condal y me citaron para una reunión. Cogí el metro y al salir a la superficie me desesperé por la lentitud de los pies, tortugas desprovistas de ojos en el cogote, mentes ensimismadas en la nada que impedían mi avance, como si con su silencioso caminar defendieran una anónima muralla que aun lucho por descrifar. De repente surgió una asociación, un símil futbolístico. El Real Madrid es un equipo que en su actual configuración se distingue por su pegada, lo que implica simplicidad en el juego y efectividad máxima, algo parecido al caminar de los madrileños, que no se andan con tonterías y van directos al grano cuando transitan por sus avenidas, todo lo contrario que los Barceloneses, directos pero, ya habéis comprobado mi desdicha, irrespetuosos por una insólita habilidad en bloquear el progreso de otros transeúntes. Quizá por eso el Barça es una escuadra espectacular que destaca por el toque rápido, como si de este modo los jugadores azulgrana evitaran el slalom que los socios de la entidad inventan cuando se topan con otros individuos en la Calle Pelayo o en las escaleras del underground, donde pese a la norma no escrita de habilitar dos carriles, uno para los estáticos y otro para los que tienen prisa, a veces resulta un drama sortear obstáculos y llegar a la cima. Por eso los chicos de Guardiola tienen a un Messi, hombre genial que tanto en Verdaguer como en las Gaunas sabe cuando colocar el regate justo que anule el previsible aburrimiento de los contrarios y los transporte a una dimensión donde la lentitud no tiene lugar, universo destinado a catapultar la magia que aniquile la mediocridad de ahorrar en zapatos, filigrana que muchos practicamos en nuestro día a día con el mismo estilo ignorando la supuesta elegancia de Cristiano Ronaldo, un tipo que, como los madrileños, te mira directamente y más o menos indica que hará en el siguiente movimiento, bailarín sincero al que le falta la sutileza de su odiado argentino, joven que con su guante blanco se hermana con Barcelona y le pide más clase para mayor comodidad del colectivo.

Ilustración: Nil Bartolozzi

Miércoles 22 de septiembre, 19h 30 minutos, presentación barcelonesa de Paseos Simultáneos en La Casa Elizalde




Miércoles 22 de septiembre de 2010, 19 horas 30 minutos

Presentación y firma de libros de Paseos Simultáneos de Jordi Corominas i Julián, publicado por Ediciones Vitruvio.

Acompañarán al autor los poetas Álex Chico y Juan Salido-Vico

La Casa Elizalde, Calle Valencia 302



Hace ya algunos meses que los paseos vieron la luz, y por lo que tengo entendido les va bastante bien por este mundo, pero entre el verano y otras cosas no movimos la presentación hasta septiembre, dando la casualidad que el miércoles es 22, por lo que algunos han resaltado su parecido con la portada del poemario. Estaré acompañado por Álex Chico y Juan Salido-Vico, grandes poetas y mejores amigos, y espero que no sean los únicos que asistan al acto :))

martes, 14 de septiembre de 2010

Miércoles 15, Debut de mi sección "El laberint" en el programa Wonderland de Rne4


De todos es sabido que el año empieza en septiembre, y eso implica cambios. En mi caso uno de ellos se manifestará, como si fuera la Virgen, mañana entre 18h i 19h, cuando debute mi sección el laberint en el programa Wonderland de Radio Nacional- Ràdio4. Este miércoles 15 haremos un paseo literario entre dos puntos del barcelonés barrio de Gràcia, de la Plaza Rovira i Trias a la Plaça del Diamant, una vuelta entre Marsé y Rodoreda con Vila-Matas describiendo y una sorpresa en el ecuador de la ruta con muchas señoras que no eran polígamas.



El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 18h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

Mi diálogo con Ricardo Piglia en Revista de Letras




Diálogo con Ricardo Piglia, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 10.09.10


Desciendo el Paseo de Gracia al encuentro del plato fuerte de la reentré, y me doy cuenta de lo agobiante que es regresar a la ciudad, puro slalom callejero que entorpece mi marcha. Cuando llego al hotel en que me han citado con Ricardo Piglia espero en un sofá hasta que llega el escritor argentino y me recibe con la mejor de sus sonrisas. Su esperada novela Blanco nocturno (Anagrama, 2010) es una historia cargada de matices que desde su supuesto aire policial va adentrándose en otras coordenadas de un pueblo plagado de tensiones que afloran a la superficie tras el misterioso crimen de Tony Durán, polémico forastero, manija que destapa el tarro de las esencias y transporta la trama hacia dimensiones más profundas donde nada es lo que parece.



Hacía muchísimo tiempo que no publicabas una novela.

Empecé a pensar en este libro unos meses después de haber publicado Plata quemada. No he estado todos estos años parado en este sentido. Se hace una primera versión, escribes otras cosas. Me interesa mucho cómo un libro adquiere cierta densidad a partir del tiempo que pasa. Eso me da la posibilidad de encontrar algunos elementos que, a veces, en la primera redacción, no se perciben.

¿Cuáles fueron las ideas que centraban el primer esbozo de Blanco nocturno?

Empecé con la historia de la fábrica. El objetivo de la novela era contar esa trama, de origen familiar, pero apareció la posibilidad del crimen y lentamente tomó un cauce que permitía una versión más amplia.

Es una historia que, pese a la convergencia de las piezas, se bifurca en muchos caminos.

Esa era la intención. Quería transmitir que la realidad es más compleja de lo que suelen presentar ciertas novelas donde parece que todo se aclara.

Sí, y además esta reflexión sale en el libro cuando Croce le dice a Renzi que el periodista ha leído demasiada novela negra y por eso piensa que los casos de crónica se resuelven al estilo de las historias de detectives. Y no es así.

No es así. Tenía que tratar de dar la sensación de movimiento en la realidad pero al mismo tiempo lograr que el lector tuviese las pistas necesarias para atar cabos de la historia. Está todo dicho para comprender lo que sucedió, pero no quería cerrarlo con formas esquemáticas y previsibles.

Hay conclusiones en Blanco nocturno, pero precisamente al haber muchos caminos supongo que quizá cate lo que más le guste.

Eligen lo que les place. Me interesa mucho lo que sucede después de un crimen. Sus conclusiones y efectos son más importantes que la conjunción que permite descriarlo. Quería que la novela empezara con el crimen.

Y precisamente ese inicio criminal, por la evolución que luego toma el texto, puede desconcertar al lector.


Sí. Es como si la historia fuera mutando, cambiando y abriéndose hacia otros caminos.

Llega el forastero, pero es una excusa que destapa todas las grietas que hay en el pueblo.


Es un poco esa idea del que llega de afuera y trae consigo la tragedia. Me interesaba que el universo de la novela, que empieza con marcas irónicas, virase hacia una situación que considero trágica.

Desde la llegada de Tony Durán, el forastero, dejas caer frases que extienden un hilo continuo en la novela basado en el juego de la dualidad. Pero en esas primeras páginas también se dice que todos los sitios son iguales, sólo cambian los enemigos.

Otro elemento clave es que quería hacer una novela con personajes. El género ha sufrido muchas variantes desde el Quijote hasta Beckett, pero su punto siempre presente es que debe crear personajes. Uno debe tener una relación con ellos, recordarlos.

Y en el caso que nos concierne se entrelazan, surgen paulatinamente, desaparecen, vuelven…


Y es importante. Ese fue otro elemento clave en el momento de escribirla. Empezar con un enigma policial para avanzar hacia la construcción de una novela de personajes, donde lo que importa es la trama pero también importan los personajes, uno queda, si es que eso se puede decir así, tan interesado por ellos como por la trama.

Además las personajes en función del momento de la trama centran la atención, y ese método de presentarlos paulatinamente permite al lector casi un completo conocimiento o una intuición de estos personajes.

Se pasa de Tony, el extraño forastero, a Croce y después tenemos a Luca. Los tres caminos. Luego están las hermanas Belladona, que son muy importantes en la trama.

Las hermanas me han fascinado y enlazan con las dualidades. Las acomunaba con el gordo y el flaco del manicomio.

Existen estas relaciones. Las hermanas son una apuesta para cambiar los estereotipos sobre cómo aparecen las mujeres en la novela, suelen ser muy pasivas. Las Belladona son muy activas y decididas (risas), me divertía cuando las escribía. Por supuesto Renzi, un personaje que siempre está en mis libros, se enamora de una de ellas y no se va del pueblo. El otro horizonte que tenía como elemento que yo mismo intentaba comprender era la cuestión de qué es ser parecido.

En este caso, ya hablaremos más tarde de las dualidades, las hermanas introducen directamente al lector en la esencia del pueblo, y aquí se cruza una historia dentro de la historia: no podemos entender lo que se nos narra sin escarbar en el pasado.

Me gustan mucho las historias con capas, donde uno va encontrando un sentido, y muchas veces ese sentido supone un juego con la historia del pasado del personaje. La cuestión de la relación familiar es una gran trama de relatos. Y esas historias varían mucho desde los estereotipos. El soltero, el tarambana, el borracho. Me gustaba ver también ese movimiento interno a la historia de los hermanos, las chicas…

Tenemos unos datos sobre esta familia y tenemos un inspector que está insertado en el contexto del pueblo, y por eso hasta que no llega el periodista no empezamos a ver más capas, porque al fin y al cabo Croce es un ente local.

Eso está muy bien visto. Por eso digo que la novela tiene algo de ficción paranoica. No hay nadie que esté fuera, están todos metidos en el mismo mundo y es cierto que Renzi, el periodista que llega, es quien lentamente va tratando de avanzar en esa especie de trama que se repite.


Y su aparición cambia el ritmo de la trama, porque hasta ese momento uno siente estar en una novela de detectives que no lo es.

Renzi aparece en otros libros y siempre tiene la particularidad de permitirme dar nuevas versiones. Es un testigo, se va implicando en los acontecimientos, como un personaje que parece venir de otro lugar y por eso es un buen interlocutor.

El elemento externo que ve las cosas más claras.

Y que genera en los demás la intención de contarle lo que no pueden contar a las que ya la conocen.

En esta primera parte Croce al llevar las riendas de la investigación insiste mucho en la que yo considero una de las claves del libro, la máxima no te ciñas en lo que parece, sino en lo que es.

Es uno de los elementos que me han servido para elaborar un mapa y Croce se aferra a esa máxima.

Y Renzi, no la comprende porque aún le falta indagar en la realidad del pueblo, no comprende sus mecanismos.


Y Croce es muy especial, me gustaba la idea de escribir una novela con el detective loco para alterar las categorías del género, donde el investigador es racional, calculador. Croce no es un loco estricto, pero roza la demencia, es sospechoso de demencia, todos lo somos un poco. Él juega con la idea de una intuición excesiva que lo lleva a resolver las cosas de un modo que, en definitiva, le cuesta después convencer a los demás.

Y ese punto casi visionario lo hermana con el epicentro de la segunda parte que es Luca, de quien se mencionan propiedades oraculares, lo que también tiene Croce, una especie de Sibila policial.

Es verdad, y uno puede encontrar una conexión secreta entre ambos, marginales al universo más estable del pueblo, están los dos en una situación excesiva.

Son fundamentales.

Son el centro.




Croce es el apóstol de no es lo que parece sino lo que es y Luca es más el defensor de lo que no está tiene que ser. Intenté ver al primero como al hombre antiguo y a Luca como una antesala de un hombre tecnológico, de pensamiento moderno.

Acertaste con ese pensamiento. Luca viene de una historia personal, un primo que hizo una fábrica, se fundió la fábrica y se mantuvo encerrado en la planta. Lo conocía desde chico, y siempre tenía la sensación que construía objetos para los cuales la realidad no estaba preparada, y con Croce pasa lo mismo, resuelve los crímenes de una manera totalmente mágica. Es cierta esa relación, pero uno a veces no delibera estas cosas, no se puede escribir con todo programado, y de modo espontáneo se producen estas asociaciones. Así se descubren cosas desconocidas.

Quizá esta idea me vino porque desde un principio leí la novela desde la idea de dualidad. El extranjero y el pueblo. Dos mentalidades. Dos justicias. Dos hermanas y el dibujo del conejo-pato.

Nunca vemos las cosas por primera vez. Uno ve porque sabe algo previo. Un platonismo extraño. Hay un lugar donde está ese objeto puro, pero uno lo que ve es algo que ya está en cierto sentido afirmado en un conocimiento.

Como buenos luchadores que son, tanto Croce como Luca topan mucho con el estereotipo y lo que interesa a los mandamases del pueblo, esa obstinación en preservar la apariencia.

Por eso Croce descubre lo que no vamos a contar del crimen. (risas)

Y sólo tras el crimen se abre verdaderamente la caja de los truenos en el pueblo.

Como cambia una novela según uno la localiza. Al ubicarla en un pueblo empieza a producir una serie de efectos distintos a los que suceden cuando la trama ocurre en la ciudad. Imagina que hiciera un cuento basado en esta conversación. Si sucediera en la ciudad quizá tras la charla te irías a un lugar de Barcelona y te pierdas, mientras que si fuera un diálogo rural nos encontraríamos en el bar de un hotel y sería mucho más probable que volviéramos a vernos.

Y el espacio determina el comportamiento de las personas.


Y permite a un novelista trabajar con un conjunto de personajes que están muchos más interconectados que en la ciudad.

Ese tipo de espacio ayuda a configurar mejor el tratamiento de los personajes, pueden tener un cuerpo mucho más sólido.

Y aparecer con mayor naturalidad como un grupo de personajes interconectados, mientras que en la ciudad se conectan con redes diversas. En ese sentido fue una experiencia interesante para mi que soy un novelista más urbano, siempre estoy escribiendo con personajes que se pierden en lugares y reaparecen a los años y uno los vuelve a encontrar, mientras que ahí era ese juego de recurrencias donde parece que uno esté en una caja de vidrio.

Además los pueblos suelen tener unas fronteras muy acentuadas que surgen con naturalidad, líneas invisibles.

Parece que todo se ve, que todo el mundo ha visto a una persona en el lugar donde estaba. Las Belladona son diferentes.

Son como londinenses de los años sesenta.

Un poco por ahí. También inciden en la novela en relación a los que se ocultan y los que se dejan ver.






Las Belladona son una especie de luz. Te las imaginas pelirrojas, vitalistas y cuando las presentas parecen unas juerguistas desbocadas.


Quieren ser esa alegría, pero también esa visión viene determinada por lo que piensan en el pueblo.

Y al mismo tiempo ellas responden al perfil de señoras, dueñas del pueblo.


Son señoras finas de pueblo.

(Damos un trago a nuestras bebidas y un giro a la conversación. Ricardo tiene una gran preocupación por el futuro rumbo de la novela. Tras sacar a colación la mezcla de géneros, retomamos el diálogo abordando esta temática).


¿Cómo ves que varios géneros se fundan en un mismo texto?

Los géneros nos ayudan a resolver esa dinámica de la alta y baja cultura. La cultura de masas trabaja con fórmulas que se repiten, mientras la alta cultura es la pura originalidad.

Hace tiempo un amigo me comentaba que para escribir una nueva Madame Bovary se la compraba en la librería. La necesidad inevitable de observar el género tratado y, una vez lo asumes, jugar con él.


Va por ahí el camino más productivo de la literatura contemporánea, trabajar los géneros, pero no hacer el género en sentido estricto.

Acumulando géneros no haces sólo un pastiche. Seguramente los anulas y creas algo con idiosincrasia propia.


Y no sólo eso. También en el sentido que los personajes están conectados con cierto género. Croce es de género negro, es el género policial.

En Blanco nocturno me interesaron mucho las charlas entre Renzi y Sofía, que están en cursiva, charlas donde desde la tranquilidad del sofá y la villa afloran las verdades. Al mismo tiempo esos fragmentos también juegan mucho con el cruce de géneros.

Ella tiende a darle una percepción distinta de la historia que está viviendo. Traté de contar la relación entre ellos lo más elípticamente posible, tratando de mantenerme en el plano de los diálogos y algunas cosas con los cuerpos y dejar que el lector sacara conclusiones. Pero asimismo quería que ella funcionara como un coro, la que comenta lo que se ha visto.

Son fragmentos que están al final de cada episodio, y eso hace que el lector deba esforzarse más allá.

Primero pensé esos fragmentos como un capítulo continuo. De repente pensé que era mejor que hubiera un momento de disrupción porque alumbraría mejor lo que sigue.

Abren y cierran puertas.

Por un lado tenemos la relación de toque con los géneros, pasan y se disuelven. Otra cuestión que me interesa es la relación de trama y personajes. Borges defendía las novelas de trama.

Pero los personajes hilvanan la trama.

Eso es lo que nosotros pensamos, la diferencia entre cuento y novela. El cuento trabaja con situaciones y trama, pero la novela necesita los personajes, que muchas veces alteran la lógica misma de la trama y empiezan a crecer por sí mismos.

El contexto en que se enmarcan los personajes de Blanco nocturno, y el mismo aire narrativo, hacen pensar en una obra shakesperiana, con dramatis personae y una fuerte tensión dramática.


Puede ser. Después de una gran etapa de experimentación muy conectada con los usos del lenguaje, la novela creo que avanza hacia una época que ponga a los personajes como el horizonte de la literatura en el sentido de tratar de construir personajes que tengan una experiencia mayor que la de los lectores, a diferencia de algunas novelas que reproducen la experiencia de los lectores.

Con lo que dices el personaje obliga al lector a pensar más…

Y lo pone en un lugar de una experiencia que, ojalá, en algún momento, el lector se encuentre frente a ese dilema.

La madre de las Belladona resume muy bien lo que expresas cuando dices que lee novelas de todos los países menos las argentinas, porque eso ya lo conoce.

Claro, se siente atraída hacia lo desconocido.


Pero se tendría que tratar lo desconocido de lo desconocido, es decir pisar la calle y mostrar la realidad bajo otra perspectiva, que desde mi punto de vista no debe basarse en un abuso de lo tecnológico en la narrativa, está bien hablar de ello, pero insertado en el contexto, no como fuente exclusiva.

Los personajes deben pisar la calle. La relación con el mundo contemporáneo no se debe reducir a mandar mails o cartas, eso es una cuestión de contenido, como ahora los personajes van en auto y en tiempos de Stendhal en carruaje. El problema es si la percepción de la experiencia contemporánea nos ayuda a los novelistas a modificar algo de nuestra propia experiencia.






En Blanco nocturno Croce se acerca el mundo y en cambio Luca hace que el mundo se le acerque con la tecnología. Me parece bien que se hable de la tecnología, pero integrada en la sociedad. En tu novela la fábrica puede parecer fantástica, pero antes decías que nace de experiencias propias.

Sí, como dije la saqué de mis vivencias, no necesité inventarla. El conflicto entre el mundo natural y el mundo donde las cosas se construyen es muy contemporánea. Hablamos de la forma de construir sujetos. En mi novela es el mundo de los caballos contra las máquinas, pero sí, el problema tiene plena contemporaneidad.

Como sigue teniendo plena vigencia la victoria de lo que parece, no de lo que es, tanto en las relaciones cotidianas como en la clase dirigente. La historia se repite.

Consideré dar importancia a la economía como si fuera el destino para los griegos. Nosotros no entendemos lo que está pasando, siempre sufrimos las consecuencias, y a los pobres griegos les pasaba igual por culpa de los Dioses, no los entendían y se iban todos al demonio. (risas). Dije, bueno vamos a escribir una historia donde el destino de los sujetos sean esas fuerzas incomprensibles, el flujo de capital… Lo que ocurre con Luca es que, de pronto, la gente de poder del pueblo se da cuenta que es necesario empezar a usar el dinero de un modo distinto. Eso me interesaba verlo desde un punto de vista de destino.

Y ese maremoto sólo puede producirse en la época histórica donde sitúas la trama.

Encontré un dato muy importante para Luca y es el momento en que Nixon dice que el dólar ya no está atado al patrón oro, y eso revoluciona los mercados financieros.

Ya casi para terminar quería preguntarte cómo ves el panorama actual de la narrativa argentina, este año he entrevistado a varios autores de tu país y percibo mucha variedad.

Creo que estamos en un momento muy productivo. Detesto cuando las novelas se parecen y no puedes identificar al autor, caen en una media de poética de moda que produce la desaparición de la voz. No tiene ningún sentido. El novelista debe arriesgarse y tomar un tono, algo que está sucediendo en Argentina con Alan Pauls, Pola Oloixorac o David Bizzio.

Siempre me dio la sensación que en Argentina estáis menos viciados por las tendencias.

Me alegra que se perciba así. Uno debe ser fiel a la voz propia, tratar de encontrarla y darle rienda.