viernes, 29 de abril de 2011

Sábado 30 de Abril, Combat Poètic: Sopa de Poetes vs Delaonion


Combat poètic entre Sopa de poetes i el Col·lectiu Delaonion: Boxa de gallines i galls a cop de vers

Dissabte 30 d’abril de 2011 a les 12.30 h.

Lloc: Torre de les Aigües del Cèntric (Terrassa Gastrobar - EL PRAT)

Reivindicant l’oralitat de la poesia i el protagonisme del públic, dos col·lectius poètics s’enfrontaran a cop de vers al *Cèntric. Al voltant d’un “ring” de boxa, cinc poetes a cada cantonada, tindran la paraula com a puny, seguin el model d’espectacle que va nèixer amb les Slams poètiques als Estats Units, una competició poètica on els autors realitzen una recitació dels seus textos que serà evaluada per un públic apassionat i dinàmic.

“Sopa de poetes”
comptarà amb la presència de Pepe Maiques, Òscar Solsona i Mariano Martínez, que incorporarà als poetes Ventura Camacho i Aurora Garrido. “Col·lectiu Delaonion” tindrà com a púgils a Laia López Manrique, Álex Chico, Iván Humanes, Juan Vico, Jordi Corominas i Julián.



Terrassa Cèntric Gastro Bar
Cèntric Espai Cultural Plaça de Catalunya, 39-41
08820 - El Prat de Llobregat Tel. 934792968


Organitza: tintablava, Associació d’Escriptors del Prat

Col·labora: Gastrobar by Ona Nuit

Música del Proyecto loopoético Maduixot Oximoron


Estas van a ser una semanas muy intensas. Estamos impacientes por ir a Madrid, pero claro, somos incansables, y por eso también vamos preparando el proyecto Maduixot Oximoron que servirá para inventar otro show y mostrar nuestra faceta más experimental. Para empezar a dar pistas os ofrecemos en exclusiva interplanetaria el primer esbozo de la música del Maduixot, mezclada a conciencia por Jordi Corominas i Julián.



Próximas actuaciones loopoéticas

miércoles 11 de mayo, Elèctric Bar (Barcelona)

Viernes 13 de mayo, Fnac Callao (Madrid)

Lunes 16 de mayo, El Arco de la Virgen (Barcelona)

Jueves 19 de mayo, Inusual Project (Barcelona)

jueves, 28 de abril de 2011

Podcast de "Una historia de Barcelona a través de sus bares"en el Laberint de Wonderland


Ayer en el Laberint de Wonderland trazamos una pequeña historia literaria de Barcelona a través de ciertos bares que marcaron época entre escritores y artistas. Para escuchar el recorrido, más o menos a partir del minuto 35, os recomiendo clickar aquí

Diálogo con Benjamín Prado en Revista de Letras




Diálogo con Benjamín Prado, por Jordi Corominas i Julián



Es martes al mediodía. Me han citado en el Hotel Majestic para hablar con Benjamín Prado sobre su última novela. Operación Gladio (Alfaguara, 2011) prosigue la senda de búsqueda histórica que el poeta emprendió con Mala gente que camina. Si entonces el tema eran los niños perdidos de la posguerra, ahora la cuestión se adentra en terrenos más invisibles, arenas movedizas donde la CIA dispuso un operativo terrorífico para controlar la expansión comunista en Europa durante los cuarenta y cinco años de Guerra Fría.

Durante parte de mi vida adulta pensé que los tentáculos de Gladio sólo se extendieron por Italia, país que reveló la trama en 1990, justo cuando agonizaba el sistema político nacido tras la Segunda Guerra Mundial. Me equivocaba. El libro de Benjamín Prado se centra en algunos episodios clave de la Transición donde no parece nada claro que sólo intervinieran grupos extremistas de derecha. La mano oculta americana pulsaba teclas para adecuar la situación a sus intereses. Encendí la grabadora y durante cuarenta amenos minutos charlamos sobre los entresijos que desvela su novela, clara y sin pelos en la lengua.



¿De dónde surge la idea para escribir Operación Gladio?

Rafael Albertí me comentó que vivió dos guerras mundiales, fue amigo de García Lorca e íntimo de Picasso, pero que sin embargo lo que más recordaba era un anuncio de la radio que decía “qué maravilla, la lana Marjoret no se apolilla”. En mi caso no conozco el motivo, pero se me quedó grabado en la cabeza, con diez o doce años, el asalto al Palacio de la Moneda. Recordaré toda la vida la imagen de Pinochet. También me sucedió lo mismo con el terremoto de Managua y el asesinato de los abogados de Atocha. Uno ha visto muchos sucesos, pero sin embargo algunos, más bien pocos, permanecen en el cerebro.

Pero tú al menos estabas en el mundo. Yo nací en 1979, y conozco el asesinato de los abogados porque en los noventa pasaron esa serie sobre la Transición y me interesa mucho la Historia.


Alicia Durán (ndlr: periodista protagonista de Operación Gladio) eres tú. Es una joven periodista que cuando le dicen que prepare una serie de entrevistas sobre la Transición lo primero que piensa es que le encargan un rollo macabeo. Luego entiende lo importante que es el pasado en el presente. Eso y una historia de un republicano enterrado en el Valle de los Caídos. Eso es la Memoria Histórica, no una cosa concreta, sino una sucesión de hechos.

Karl Marx y la Historia se repite. Se usan distintas formas y vocablos pero siempre caemos en un bucle eterno.


Se repite especialmente cuando no se soluciona. Y el tema de la novela es esa parte de la Historia de España que se considera perfecta y, sin embargo, tiene muchas tapaderas sin cerrar, muchas llaves sin echar. Seguramente como le ocurre a todas las cosas que están sometidas a una verdad oficial.

Una idealización de los hechos, del relato histórico.

Exactamente. Lo cual si lo piensas dos veces es de una ingenuidad tremenda. ¿Quién va a creerse que en un año y medio, sobre la marcha, se solucionen los problemas, las injusticias y las ilegalidades cometidas durante cuarenta años? Es imposible, no lo hubieran conseguido ni los superhéroes Marvel. Sin embargo hemos aceptado todos esa cosa increíble, como si fuera dos más dos cuatro, una ley matemática.

Pero quizá ahora, con nuevas generaciones y todo lo que se comenta de reformar la Constitución, creo que tanto por tu libro como por lo que noto en el aire de la calle sí que se está empezando a discutir la cuestión.


Ojalá sea así. No hay peor mentira que la verdad oficial.

Lo dices muy claro en la novela. Fue una ruptura pactada. Y lo que sorprende es que los mismos políticos de la época que entrevista Alicia se escandalizan ante una afirmación que está en los libros de Historia.


Sí, se escandalizan y además si te fijas los políticos, que supuestamente son de diferente signo, realmente dicen lo mismo. Esa es la idea de la verdad oficial. Todos vienen a decir prácticamente lo mismo. Seguramente porque no dicen lo que piensan, sólo lo que creen que tienen que decir. Si sumas corrientes de opinión, realidad global, pensamiento único… todo eso genera la muerte por aplastamiento de la reflexión personal y la capacidad de disidencia.

Alicia tiene a su disposición gran capacidad de información. Conviene seleccionarla y escarbar un poco.


Es lo que hace ella. Coge y junta realidades que sueltas parecen no significar nada, pero si las unes crean un retrato. Los ojos, las orejas, el pelo, la boca y al final tienes el retrato robot. Quería hacer un homenaje al periodismo, la última oportunidad que tenemos en este mundo de saber la verdad. La verdad no te la cuentan nunca los diputados en el parlamento, ni los jueces en los tribunales, y tampoco los policías en comisaría, te la cuenta un periodista.

Si le dejan…


Ése es el problema. Le he dado muchas vueltas en la novela. Es curioso que deba explicar que vivimos en un mundo donde la gente considera exótico e improbable lo que sucede todos los días a nuestro alrededor. Tengo que explicar que una periodista que por el hecho de contar una historia que contradice la versión oficial de las cosas se juega la vida. En lo que va de siglo XXI han asesinado a más de novecientos periodistas en todo el mundo.

Y lo triste es que la cosa queda como lejana y remota. Parece que estas muertes no estén cerca, pero lo están.

Consideramos que estas cosas pasan a once horas de avión, y están aquí al lado. Y la Memoria Histórica está mucho más cerca, no hay que mirar muy lejos, es mirarlo todo.

Tampoco es que todo el mundo escriba ahora en España sobre temas relacionados con la Memoria Histórica, pero la cuestión va saliendo, y creo que siempre se tratará más.

Además hay muchos personajes. En Operación Gladio siento haber tenido que contar la historia del Comisario Medina.

¿Por?

Es una novela ella sola. La historia de un policía es impresionante. Pasa de ser el agente honrado, ejemplar, eficaz e incorruptible, a ser un demonio al que acusan de apropiación indebida de documentos, malversación, insubordinación. Lo acusan de robarle aceite a Ruiz Mateos en una nave del extrarradio de Madrid, también de hacerse pasar por un terrorista del GRAPO para extorsionar a un empresario. Es increíble. Lees eso y se nota mucho que es realmente una película de espías, los servicios secretos hundiendo la reputación de un tipo para que pase de ser héroe a villano.

No es la TIA.

No, son de verdad, están ahí. ¿No vemos ahora Wikileaks? ¿No vemos cómo funciona esto todavía?

En los años setenta el espionaje y las políticas más subterráneas eran el paradigma y nadie se enteraba.

¿Y sabes de qué están llenos los subterráneos? De tumbas. Y lo que más te aterroriza es que no es sólo una cuestión de dinero o política. Se trata de un desprecio absoluto por esa cosa molesta que son los ciudadanos, a los que se puede matar tranquilamente. La red Gladio cometió más de cuatro mil atentados en toda Europa, y el 90% de los mismos eran simple carne de cañón. No eran tipos que mataran por algo. A Aldo Moro sí lo mataron por algo, para que no metiera al Partido Comunista en el gobierno italiano. A los abogados de Atocha sí los mataron por algo. Pero toda esa gente que mataron en Brabante o en Piazza Fontana era carne de cañón. Vamos a matar a unos cuantos para que los demás estén asustados. Es impresionante. Hablamos de terrorismo de Estado perpetrado por Estados de Derecho, por supuestas democracias que dicen actuar por mandatos del pueblo. Al escribir la novela es lo que me dio más miedo.

Es una forma de control. En los setenta se usó este método y ahora se han descarado, el cinismo es más visible.

Siempre es lo mismo. ¿Quiere usted seguridad? ¿Cuánta libertad me da a cambio? Seguridad a cambio de libertad. Con ése argumento filofascistoide, consistente en que si usted no ha hecho nada no tiene nada que temer. Eso es el inicio del fascismo por lo civil.

Hay una anécdota de George Harrison muy significativa. En marzo de 1969 fue a su casa y se encontró con que la policía la estaba registrando. Los esbirros colocaron una piedra de hachís para empapelarle, y él, tranquilo, respondió que sabía que ese trozo de hachís no era suyo, que él siempre colocaba todo en su lugar, no
desperdigado en cualquier parte. No pueden llegar aquí y alterar mis normas.

Y además el suyo sería de más calidad.

La policía siempre hace lo que quiere. El tema es que en la novela notas que son el hilo invisible que domina el panorama.


Escribiendo la novela te das cuenta que las víctimas a rehabilitar se convierten en gente molesta, tanto en la dictadura como en democracia. Ahora vienen aquí estos tíos a desordenarnos la casa de la Transición y a pedir sus derechitos. Molestan en puertas con inquilinos propensos a enfadarse si les tocas las narices con temas que no consideran importantes. ¿Por qué he convertido a Salvador Silva en un personaje tan novelesco? Porque es la representación de mucha gente, porque es la representación de que hubo esa gente que luchó por editarle un libro de poemas a Vallejo y Neruda, gente que luchó por publicar en una revista un poema de Machado mientras caían las bombas. Esa gente existió y ahora está enterrada en el Valle de los Caídos. Que a sus familiares se les de ahora el título de guerracivilistas y se les acuse de reabrir heridas es vergonzoso. Perdonen ustedes. Detuvieron a su abuelo ilegalmente, lo ejecutaron, lo metieron en una fosa común, después lo enterraron al lado de Franco. Cuando piden que devuelvan el cuerpo les acusan de tonterías. No hay vergüenza. Se han gastado cientos de miles de euros en que unos buzos encuentren el botón de un soldado francés del siglo XIX en el puerto de Cádiz, pero son incapaces de poner dinero para cuestiones que afectan a familias enteras.

En la novela, algo que también salía en Mala gente que camina, se enlaza con mucha facilidad el pasado de la Guerra Civil y Posguerra con la Transición y nuestro tiempo.


Porque ha habido una perseverancia, por eso acabo con toda la mala intención del mundo con el asunto de los GAL. Me parece que es el último coletazo de la mentalidad de la dictadura en plena democracia. Esa idea proveniente del totalitarismo que se centra en que al enemigo se le elimina sin entrar en razones. Si no tocas las cosas no las cambias, y entonces te encuentras el problema que llega un ministro de Interior chalado y clama por el ojo por ojo.






Hace un mes los medios de comunicación se llenaron del tema, abordado por ti en Mala gente que camina, de los niños desaparecidos del Franquismo.

Cuando saqué la novela el titular de un periódico era que yo denunciaba el supuesto robo de niños por parte de la Dictadura. Ahora ya no son niños robados por razones ideológicas, pero en el fondo hablamos de lo mismo. Es la pervivencia de una mentalidad. Antes los robaban por republicanos, ahora por pobres. Parece que les hagan un favor.

Es cinismo.

No, no te equivoques. En eso es lo único en lo que son sinceros, cínicos son en todo lo demás. Vivimos en un país en el que la derecha piensa que cualquier triunfo de la izquierda es una usurpación. No es una derrota, es una usurpación. Y al mismo tiempo la izquierda se está contagiando de esa mentalidad.

Ahora uno de derechas suelta una salvajada y todos le aplauden, y si lo hace uno de izquierda, razonando los términos, dicen que es un demagogo y un desgraciado.

El problema es que vivimos en un mundo donde no existe la política. El mercado lo gobierna todo, estamos a su merced.

Alicia hace como la Alicia de Alice en Wonderland, se mete en el agujero, en un mundo invisible que sin embargo está insertado en la superficie.

Eres el primero que se da cuenta del porqué Alicia se llama así. Haces las entrevistas y toda la promoción deseando que alguien lo pregunte, y bien, has dado en el clavo. Se mete en el agujero de pura casualidad, quiere comprender y lo hace hasta las últimas consecuencias.

¿Y la arqueóloga? ¿Es la ingenuidad que intuye?

Es la ingenua que, de alguna manera, encuentra en una causa noble una manera para solucionar una vida innoble.

¿Y la jueza?

El problema de los magistrados en este país es que quieren que la justicia esté por encima de la ley. Ella como jueza es una miserable. Administra la ley a granel, y hay que hacerlo paso por paso.

Es una resentida.


Sin embargo en casa es una mujer que quiere a su marido. Casi tenemos la novela porque ella quiso. De hierro en los juzgados, de seda en casa. Me cae mal ese personaje, no quiero verla jamás, ni en pintura, pero a su manera se esfuerza por salvar su matrimonio.

Hay una contraposición entre mujeres, pero sus parejas, pese a tener más puntos en común, también tienen sus altibajos de personalidad.


Me caen bien los tíos de la novela. Como ahora todo el mundo escribe para vender más te encuentras que la mayoría de personajes masculinos son unos desgraciados y ellas son fantásticas, y en Operación Gladio por una vez en la vida creo que son buena gente. Enrique es relamido, habla siempre con frases ingeniosas, quizá es su modo de soportar la insoportable carga de realidad del matrimonio. Juan Urbano, ya lo vimos en Mala gente que camina, es más bien cínico y desencantado, pero aún así me tomaría unas copas con él.

Pese a ello simboliza una cierta sensibilidad masculina.


Es sensible a regañadientes. Una vez pregunté a Ángel González si le gustaban los niños y me respondió eso: a regañadientes.

Sin embargo Juan Urbano es un ser comprometido.

Uno en la novela expresa sus frustraciones, no de manera consciente, pero se hace. La novela que escribe Juan Urbano sobre el timador austriaco que quiere vender a Franco la gasolina en polvo es otro texto que me gustaría escribir.

Pero es una novela dentro de la novela.

Sí, pero finalmente decidí tenerlo enterrado en el desierto para no caer en la tentación de escribirla. En Mala gente que camina también había la novela dentro la novela, Óxido, de la que una editorial me propuso hacer una edición crítica.

Hablemos más de los temas de la novela. Sus personajes opinan sin tapujos sobre cuestiones de actualidad que van desde Garzón hasta el 23F, y lo hacen planteando puntos de vista a los que la gente no está acostumbrada. ¿Lo hiciste con plena intencionalidad?

Siempre intento sorprender a los personajes de la novela cuando no están mirando. Siempre son más bonitas las fotos que te roban que las que te toman. Procuro escribir como si hablaran entre ellos, y en esta novela lo hacen todo el rato. En Operación Gladio hay menos prosa y mucho diálogo, bien sea por las entrevistas, bien porque ellos quedan para charlar, y así se da la sensación de autenticidad, no están posando. Si me preguntan por el Rey y está la tele seré más cauteloso, pero si estoy en una charla diré otra cosa. No hablan para la novela, lo hacen para ellos.



Y cuando hablan entre ellos no hay, a diferencia de cuando Alicia habla con políticos, grabadoras que registren la charla.

Y la ponen también los políticos y los abogados. Desconfían del periodista, que en realidad quiere que hables. Desconfían de lo que ellos mismos pueden decir, y eso simboliza bien su paranoia. Hay una frase maravillosa de Kurt Cobain: Oye, ser un paranoico no significa que no te estén persiguiendo. En este mundo hay espías, hay periodistas asesinados y hay una paranoia general que seguramente es la propia de quienes no están seguros de si van a decir algo inapropiado, no debe salir ninguna gota del vaso.

El edificio tiene que permanecer sin grieta alguna.

Y con unos pactos muy bien armados, nadie debe salirse del guión ni tirar de la manta. Esa época de la Historia de España, y me temo que la nuestra también, parece como si se hubiese hecho una botella en la que se depositan líquidos que al final tienen la forma de la botella. Y esa es la sensación que me da la Historia política de este país, que por otra parte me parece admirable. Al fin y al cabo vivimos en libertad y podemos decir casi lo que nos da la gana. Pero hemos pactado unos límites que convierten a instituciones y personajes en intocables.

Quizá algún día la camisa vaya estrecha. La gente quiere Democracia, pero no sabe si la quiere así. Hace un par de años John Carlin me comentó el caso sudafricano. Juzgaron a los culpables del Apartheid y el pueblo contempló todo el juicio en directo a través de la televisión.

Lo de Carlin es una maravilla. Aquí se hizo una ley de punto final bajo la alfombra. Estamos todavía sometidos a unos pactos Iglesia-Estado que se hicieron deprisa y corriendo, antes de firmar la Constitución, por los que los archivos de la Iglesia Católica son inviolables. ¿Qué franquista ha ido a juicio? Ahora sale un juez que ha investigado varias dictaduras latinoamericanas, pero cuando quiere investigar el Franquismo y propiciar el retorno de los cuerpos a las familias lo echan a patadas de la Audiencia.

Garzón puede ser una causa popular fuerte, se le defiende mucho en foros de Internet. Hablamos de verdades que emergen, pero no del todo.

Seguramente estemos recuperando un cierto tejido ciudadano. El famoso Estado del Bienestar es una apisonadora, seda a nivel colectivo. Ahora parece que empieza a regenerarse este tejido y puede que surja una cierta capacidad de rebeldía. Y eso es misión de vosotros, los jóvenes. ¿Cómo es que no hay en este momento veinte mil universitarios en la calle?

El enemigo es invisible. No creo que tenga sentido ponerse a quemar bancos o ministerios.

Sí, pero mira. Imagina una charla en la puerta de una Universidad. ¿Qué estudiarás? Tal, porque tiene muchas salidas. ¿La Universidad pertenece al Ministerio de Educación o al de Trabajo? Con dieciocho años hay que tener ideales. La vida es muy larga para salir por la puerta que te ponen en vez de la que tú quieres. Alicia Durán sabe perfectamente que su oficio no es sólo un trabajo. Está hasta las narices de su trabajo, pero cree en él y tiene sueños de mejoría.

Es muy importante lo que acabas de decir: un oficio no es sólo un trabajo.

Por supuesto, pero si vas a la Universidad a buscar sólo una nómina anulas la capacidad de rebeldía. Si estudias es para aprender y tener conocimiento. Nadie quiere ser escritor para ser un mediocre, quieres darle mil vueltas a T. S. Eliot. Si quieres ser abogado es porque quieres solucionar injusticias. No quiero imaginarme que Picasso se pusiera a pintar pensando en el precio de los cuadros.

Hay una ambición nefasta para nuestra época, y es la ambición de lo instantáneo. Hay que pensar más allá del pan.

Quiero escribir libros que me pidan a gritos ser escritos. También que entretengan, pero sobre todo crear libros que sean necesarios. Con Operación Gladio he escrito una novela de espías y me lo he pasado pipa.

¿Hay alguna idea futura para otra novela?

Hay una idea de trilogía de Juan Urbano sobre temas de la Historia española, temas de los que todo el mundo sabe algo pero de los que nadie parece saberlo todo. Quiero dar visiones completas, no parciales. Quería que cada novela perteneciese a un género. Mala gente que camina es histórica, Operación Gladio de espías y ahora creo que transcurrirá por Latinoamérica donde los personajes buscarán algo, pero aún no diré qué.

miércoles, 27 de abril de 2011

Miércoles 27, Una historia literaria de Barcelona través de sus bares en el Laberint de Wonderland





Es posible escribir una Historia de cualquier ciudad a partir de muchos prismas. Hoy hablaremos de la de Barcelona mediante sus bares. Con el crimen ocurre lo mismo. El tipo de asesinato muestra el estado de una sociedad y el diseño de los bares y la gente que los atiborra es un indicio de cómo evoluciona una urbe. En el caso de la Ciudad Condal los hay para dar y tomar. En el Laberint de Wonderland os ofreceremos este esquema

1.- El Bar Marsella, probablemente el más antiguo de la ciudad. Fundado en 1820 sigue siendo famoso por su interior y la ingesta masiva de absenta al lado de putas y un ambiente externo más que canalla, muy literario.

2.- El bar Alaska,en la esquina de Passeig Sant Joan con Sant Antoni Maria Claret, famoso en lo literario y lo criminal por Carmen Broto, Juan Marsé y la novela Si te dicen que caí.

3.- Bocaccio, saltándose una decameroniana C, fue el local emblemático de la movida barcelonesa de finales de los sesenta y principio de los setenta, cuando la Gauche Divine sentó las premisas de cierto modelo literario que el paso del tiempo va superando,por suerte o por desgracia.

4.- Cerraremos la sección con una miscelánea a partir de la novela El día de mañana de Ignacio Martínez de Pisón, donde aparecen un sinfín de bares de los sesenta y los setenta, y no es nada casual,porque por aquel entonces nacieron los bares para jóvenes, bastante diferentes a los de amar en huevos revueltos,si bien ahora estos son los que me gustan.



El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 18h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

martes, 26 de abril de 2011

Poema sonoro "Noche en las estribaciones del marasmo (puerto)"



Ya ven. En este caso todo viene del recuerdo de una noche donde caminé hasta un lugar del puerto donde unas vallas y una cabina vacía frenaron mi paseo. De ese recuerdo salió el resto.


lunes, 25 de abril de 2011

Poema sonoro "Contra Sant Jordi"


Hoy he vuelto a la ciudad, y claro,eso me exaspera. Me falta espacio, me agobia y he pensado en mis sentimientos sobre cómo es Sant Jordi. Debería ser una fiesta maravillosa,pero es un tinglado asqueroso que todo Cristo pinta de maravilla, y bueno, cada uno es libre de expresar su visión. La música, huelga decirlo,es una mezcla de la alegría de los que lo venden en plan naïf,catalanet y precioso+ la pesadilla. Las palabras hablan solas.


domingo, 24 de abril de 2011

Podcast del especial Sant Jordi de Wonderland



Ayer era mi santo y el día del libro. No es una jornada que me guste especialmente. Escuchar a autores, si se les puede llamar así, de best-seller en catalán soltando chorradas no es muy estimulante, pero el día fue divertido entre Mark Twain, el gran Josep Maria Castellet, Las Divinas, el Conseller Mascarell, Laura Fernández, Javier Zuloaga, Malcom Blier, Marujita y un largo etcétera de invitados que animaron la mañana. Como estuvimos tres horas y media en antena, yo entrevistando puntualmente y en plan apuntador, cuelgo la sesión en tres partes.

De 10 a 11 aquí

De 11 a 12 acá

De 12 a 13 ici

de 13 a 13,30 asá

viernes, 22 de abril de 2011

Sábado 23 de abril, Especial Wonderland Sant Jordi



Sí, mañana es Sant Jordi y en Wonderland nos hemos currado un especial alucinante de tres horas y media. Estaremos en el Ateneu de la barcelonesa calle de Canuda de 10 a 13h30 minutos con mucho contenido e infinitas ganas de daros cosas buenas en una jornada tan especial. No os puedo poner todo lo que hemos pensado, pero elenco algunas cosillas para abriros el apetito.

- Entrevista, tenemos poderes mágicos, con Mark Twain

- Conexiones con Londres, Nueva York,Boston, México, Lleida, Tarragona y Girona

- Entrevistas con Javier Marias, Josep Maria Castellet, Laura Fernández, Javier Zuluaga y hasta con el Conseller de Cultura Ferrán Mascarell

- Música por un tubo

- Rosas

- Libros para los niños

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

jueves, 21 de abril de 2011

Sobre la felicidad a ultranza de Ugo Cornia en Revista de Letras


¿Pessimismo della ragione, ottimismo della volontà?: “Sobre la felicidad a ultranza”, de Ugo Cornia
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 20.04.11


Sobre la felicidad a ultranza. Ugo Cornia
Traducción de Julio Carrobles
Editorial Periférica (Cáceres, 2011)


El lunes 29 de mayo de 1995 murió mi abuela. Fue una gran mujer que me inculcó ideales desde pequeñito. Sin ella mi castellano seria peor y mi mente probablemente no tendría tanta mala leche. Era aragonesa, de genes luchadores y ojos preciosos. Sentí mucho su pérdida y durante más de tres meses vagué, deprimido, sin entender a mis dieciséis años el porqué me la quitaban cuando aún podía dar tanto a los demás.

Al cabo de tres meses mi madre compró unos billetes para ir a París. Me apasionaba el ciclismo y vimos en directo la quinta victoria de Miguel Indurain en el Tour de Francia. El viaje duró nueve días que me hicieron entender que todo lo malo termina canalizando en algo bueno. Los recuerdos permanecen y la esencia de los muertos nos acompaña positivamente.

Desde entonces soy un ser optimista, de esos que transmiten alegría a su paso, o eso dice la mayoría. Parte de culpa es de los que me precedieron en esta tierra, porque me enseñaron valores a los que me aferro cada día con mucha convicción y pocos miedos. Por eso he disfrutado y compartido los pensamientos de Ugo Cornia en Sobre la felicidad a ultranza, magnífico libro que todos deberían leer para quitarse complejos y aceptar que la existencia se compone de pequeños momentos y partículas que bastan para llenar el vacío, nada pesimista, hueco reprimido que nos impide avanzar por la proliferación de obsesiones que nublan nuestro horizonte.

Estamos demasiado acostumbrados a la espectacularidad, como si fuera la única piedra filosofal a la que agarrarse para sentir felicidad. Lo excepcional parece un reducto imposible de palpar. No sé si la culpa es de Hollywood, pero las epifanías de la normalidad cada vez son más desdeñadas. Los pequeños actos de la cotidianidad son un bálsamo impagable, y en ellos se basa el escritor transalpino para armar una obra que desde el clan, la familia, alcanza de lleno lo universal.



Sobre la felicidad a ultranza no es una novela, sino más bien una autobiografía forjada con retales que a menudo preferimos olvidar. Sus páginas consiguen, casi sin querer, una empatía con el lector basada en la naturalidad de lo narrado, siendo la muerte su vector principal. Desde el inicio asistimos al drama de fallecimientos cercanos. El óbito de la tía marca el pistoletazo de salida de una carrera que evita lo trágico porque de la pena extrae conclusiones útiles para seguir adelante y constatar el crecimiento interior que nos proporciona el transcurrir de los años. La disposición de las luces caseras desde la calle muestra que una vida se ha apagado, no así el bagaje que los finados nos han dado al acompañarnos mediante vivencias comunes, desde el fin de semana en la segunda y vetusta residencia hasta las confesiones sexuales tras perder la virginidad, maravilla de maravillas que le proporciona una felicidad que debe ser compartida.

Tenemos demasiado sentimiento de culpa cristiano. Cornia se permite, lo que para los defensores de la tradición será una ofensa, jugar con la urna que contiene las cenizas de su madre y hasta apoyarse en el cadáver de su padre mientras lee el periódico y atiende el sinfín de pésames propios del momento. Relativiza el adiós de los seres queridos y transforma el dolor adoptando la sana visión de quien no renuncia a sorprenderse con los avatares del destino, conduciendo su coche para disfrutar al toparse con una curva conocida al tiempo que reflexiona sobre la utilidad de una nueva carretera que le permitirá ahorrarse diez minutos de recorrido cada día, economía del reloj válida porque a través de su acumulación durante meses permite ganar instantes para otros menesteres.

El escritor italiano inserta en su texto otra virtud digna de elogio: la ausencia de solemnidad, otro mal que nos atenaza e impide que respiremos con la debida libertad el aire que no sobra, y no me refiero sólo al de la atmósfera. ¿El amor? Sí, ya lo decían los clásicos: Omnia vincit, aunque no desde una perspectiva actual, donde casi percibimos el estigma del culebrón y los seriales que desbaratan nuestro cerebro. Cornia lo tiene claro. No debemos complicarnos nuestras horas en el Planeta. ¿Te gusta la chica? Mírala, sonríe y proponle salir a tomar algo. De este modo pasó tres gloriosos años con una mujer de rostro inigualable que cocinaba unos spaghetti all’amatriciana de aúpa. El único defecto, por no querer entorpecer la magia que ignora lo convencional, fue no proclamarle de manera prístina lo que le daba, amalgama que la ruptura no esfumó por la estupenda permanencia de la memoria.

Hay una cierta línea italiana que se remonta a Horacio. El poeta de la era de Augusto describe en una de sus composiciones el breve lapso en que él y su amigo Virgilio llegan a Brindisi con Augusto, Mecenas y compañía. Dan patadas a un balón y tras el esfuerzo físico hacen la siesta apoyados en el tronco de un árbol. La Antigüedad nos brinda ejemplos de esta exaltación vital, aunque quizá deberíamos trasladarnos a 1957 para entender la filosofía de Sobre la felicidad a ultranza. Más que Woody Allen, con quien se ha comparado el pensamiento de Cornia, deberíamos movernos con Federico Fellini. Nos situamos cerca de Roma, en una insana periferia. Cabiria, una prostituta de poca monta, ha visto truncado su sueño matrimonial. El prometido le ha robado todas sus pertenencias y la ha dejado tirada, al borde del precipicio. La desdichada sale a la carretera. Es negra noche y una ligera bruma inunda el espacio. De repente, irrumpen varios niños con guitarras y bicicletas. Cantan, la siguen y finalmente una de las chiquillas se dirige a Cabiria. Buona sera. Giulietta Masina sonríe, la música desgrana intensidad y aparecen los títulos de crédito. La canción que acompaña la escena es del maestro Nino Rota y se titula E la vita continua. El final de Le notti di Cabiria resume el mensaje de este libro inolvidable. Nos darán palos, recibiremos hostias por doquier porque así lo exige el guión, pero siempre tendremos fuerzas para levantarnos porque la vida es una experiencia maravillosa de la que podemos extraer positividad hasta en sus aspectos más turbios. Eso, y no otra cosa, se llama poesía de lo cotidiano, vehículo del que nunca deberíamos bajarnos si lo que deseamos es vivir sin la eterna amargura que a tantos corroe.

martes, 19 de abril de 2011

Diálogo con Fabián Casas en Revista de Letras




Diálogo con Fabián Casas, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 17.04.11


Miércoles. Una del mediodía. Es una jornada marcada, como casi siempre, por la literatura. Salgo de la brillante exposición que el CCCB dedica a la ciudad de Trieste y encamino mis andares hacia una terraza que rebosa animación. Raul Argemí termina su entrevista con Fabián Casas y Miqui Otero atiende su turno mientras los editores de Alpha Decay apuran un cigarrillo entre abrazos, saludos y risas. Me siento con ellos, conversamos, bebo un vino blanco y finalmente cambio de mesa para charlar con el autor de Los Lemmings y otros, compilación de relatos que bajo su potente hilaridad esconde una profunda reflexión que dignifica la normalidad, campo de batalla de todos y cada uno de nosotros, épico espacio que desde sus historias comunes nos enseña la ruta para el aprendizaje de la existencia.


Si fuéramos canónicos, apostólicos y romanos podríamos calificar tu libro cómo una compilación de relatos, pero da la sensación que existe una unidad oculta entre ellos.


Uno de los relatos tiene diez años, Asterix, el encargado. Los escribí muy esporádicamente, al tun tun, y en un momento me di cuenta que los relatos tenían una unidad, podían ser cómo una novela sietemesina.

La unidad se configura a partir de coincidencias a lo largo de estos diez años.


Claro. Además escribí Asterix, el encargado a lo largo de los diez años, nunca me gustaba, nunca me convencía. Los demás relatos le ayudaron, le dieron una forma más concreta.

Y el contexto geográfico también da coherencia al conjunto.

Pero eso es porque no tengo imaginación, de otro modo hubiera escrito Harry Potter. Sitúo las historias en mi barrio porque es lo que mejor conozco en este mundo.

En un relato dices que siempre escribes en clave autobiográfica. ¿Los relatos de Los Lemmings y otros se basan en tus vivencias o en historias del barrio?


Son historias que me contaron y me pasaron, todo mezclado. Una vez me pasó que estaba en mi trabajo, acababa de salir el libro en Buenos Aires y me llamaron unos niños porque querían comprar Talasa en una farmacia, un jarabe con el que se colocan los chavales de una de las historias.

Aquí vuestro Talasa sería nuestro Bisolvon, un jarabe para la tos que si lo tomabas en grandes cantidades te dejaba la boca pastosa y la memoria corta hecha trizas.

¿Ves? En todas partes igual (risas).

Pero mira, esos elementos son importantes, porque se trata la cotidianidad de un barrio concreto que tiene en su interior, en el comportamiento de los protagonistas, elementos comunes en cualquier lugar del mundo.


Puede ser, mira el chico que quería comprarlo. Me supo mal decirle que ya no lo vendían.

Los dos primeros cuentos, si hacemos un análisis más sesudo, se complementan. El primero habla del descubrimiento del amor y el segundo de los amantes de la madre. ¿Pensaste mucho la manera de hilvanar los fragmentos para conseguir una cierta unidad?


Sí, pensé en la forma. Quería una lógica con baches, partes oscuras. No para confundir al lector, más bien para proporcionarle una lectura creativa que implicara también poner su historia personal, como si tuviera que terminar la novela cualquier persona que leyera el libro.

Al fin y al cabo son vivencias cercanas que cada uno de nosotros puede haber vivido.


Hace poco me escribió un chico que vivió un tiempo en Argentina y ahora trabaja en Rusia. Me contó que las historias del libro suceden de la misma manera en Moscú. Para mí ése es un gran elogio.

Y es verdad. Ahora quizá con todos los cambios que hay estas historias son un tesoro, porque nosotros sí salíamos a la calle, pero es posible que los chicos del siglo XXI lo hagan menos por la preponderancia de la informática.

Quizá estén más encerrados, con menos posibilidad de experiencia.

Las vivencias de los amigos configuran y de hecho son una posibilidad de experiencia que enlazas totalmente cuando aparece el personaje de Máximo Disfrute.

Sí, ahí se arma todo.

¿Existió de verdad Máximo Disfrute?

Sí, es un personaje real, que no sabemos que pasó con él. Es divertido porque juntándome con muchos amigos del barrio, que ni siquiera saben que escribo, les preguntaba por el destino de Máximo y todos me daban diferentes respuestas, no existe una versión unitaria, nadie sabe qué pasó.

Curiosamente al final del libro hay dos relatos que podrían considerarse notas de investigación sobre Máximo Disfrute.


Sí, son notas muy laterales que después comprobé que servían para cerrar el libro, una especie de apéndice.

Y este apéndice da para ampliar el caso de Máximo Disfrute hasta una falsa investigación o una novela.

No lo hice yo, pero unos periodistas alemanes vinieron a buscar el origen de todos los personajes para rodar un documental. Les dije que algún personaje estaba construido a partir de tres personas distintas.

Coges fragmentos de lo que conoces y creas un cuerpo.

Sí. Ellos fueron por el barrio, buscaron gente y hasta encontraron a la chica del primer relato.

Todos los relatos acaban construyendo un gran personaje que probablemente eres tú o la formación de un hombre hacia lo adulto.

Sí, y eso es central, aunque no lo pensé mientras lo desarrollaba. El libro pasa de la infancia a lo adulto.

Tiene una línea cronológica muy marcada.

La tiene. Lo más difícil fue poner voz a una mujer.

La búsqueda de la identidad se refuerza todavía más por la ausencia de una figura paterna. En Los cuatro fantásticos se siente esa necesidad fortísima de encontrar una figura masculina.

Curiosamente, pese a la urgencia de esa búsqueda, la figura paterna sólo aparece de manera concreta en El relator, casi al final, con el padre que pide al hijo que le relate el partido porque ya está viejito.

Toda esa búsqueda se conjuga con símbolos universales: fútbol, sexo, amistad.

La amistad es el valor central de la vida, y entiendo la literatura como algo colectivo y no individual. Siento que escribo con todos, y me encanta que salgan autores nuevos. Escriben diferente y eso me estimula, aprendo, robo, soy más lector que escritor.

La literatura cómo libro de libros.

Es algo colectivo. Cuando descubres a un gran autor en realidad descubres que es un vehículo de algo superior a él; cuando un autor se cree el vehículo se convierte en un idiota.

Saltemos de esa visión a otra más cercana. Escribes de aquellas cosas que conoces.


Estoy encerrado con un solo juguete, al igual que en el libro de Juan Marsé. Lo agarro, lo cojo, le doy vueltas, cambio la luz y entonces se convierte en texto.

¿Y en poesía aplicas el mismo método y te basas en lo cotidiano?


Sí, pero sin limitarme a un solo campo. Por ejemplo La mortificación ordinaria es un relato sobre la vida de mi primo y también tengo un poema con otro título sobre el mismo tema y hasta un ensayo, Abbey Road, que trata de la vida mi primo en relación los Beatles. Le doy la vuelta a la cosa tres o cuatro veces.

Diferentes textos tienen diferentes lenguajes y diferentes formas de abordar un tema.

Claro, cada forma encuentra su maestro.

Asterix, el encargado es un relato muy novelístico y por lo tanto ampliable, aunque quizá la forma corta le da más potencia humorística, pese a ser duro, muy duro.


Muchos amigos me han dicho lo mismo, lo ven muy novelístico, pero no tengo por ahora esa habilidad, escribo muy lentamente.

Y podría ser un esbozo para un guión de cine. El portero, la soledad de las personas, el gato… Personas o cosas que tienes al alcance de la mano y que por tenerlas tan cerca parecen invisibles.


Para mí son elementos centrales. El portero lleva al narrador por todos lados, lo guía. El gato es el elemento anómalo.


Foto: Chus Sánchez

La realidad se nutre de determinadas normas muy violables.

Uno debe liberarse de la obligación, la página en blanco te da la posibilidad de cualquier cosa y eso te permite escribir inventando, sintiéndote en estado de riesgo.

Y con la poesía seguramente te sucederá lo mismo al captar epifanías cotidianas, sorprenderte con la realidad.

Me ayudó mucho escribir durante veinte años poesía. No me daba bola nadie y eso fue genial.

¿Por?

Me liberó. No sentía presión, sólo trabajaba. Para mí un narrador que no lee poesía es un semianalfabeto.

Estoy de acuerdo.

Eso es lo que diferencia a Roberto Bolaño de todos los demás, por ejemplo.

El prosista que sabe dotar a su texto de lirismo…


Es poeta. Thomas Mann es poesía.

Sabe dar al texto un sentido diferente que trasciende lo narrativo.


Para mí la poesía no se la define, se la reconoce. La ves en cualquier lado. A veces en libros o encuentros de poesía no la hay, y sí en un supermercado.



Hace poco un autor español me comentó que se desprecia demasiado todo lo relacionado con la normalidad, y es un error porque en su interior tiene momentos mágico. ¿Crees que hay una necesidad de retorno de un determinado realismo?


En Argentina se habla del retorno de una literatura del yo. Particularmente no tiendo a centrarme en ningún lado porque nunca sé que estoy trabajando. No tengo tanto conocimiento. Lo único que te obliga a definirte es el capitalismo, siempre. ¿Qué te gusta? La literatura es el lugar de la indefinición absoluta, de poder ser cualquier cosa.

¿Cuándo empiezas un relato tienes la estructura en tu cabeza?

No. Ahora en Argentina salió un libro de ensayos y muchos críticos comentaron que era más bien un cuento, y no me importa esa imperfección.

Y esa opinión crítica es una soberana tontería casi eterna. El mercado siempre ha visto con malos ojos los escritores que mezclan varios tipos de texto en sus libros.

Lo mejor es ser un soldador y el lugar ideal es el bar de La Guerra de las Galaxias donde se mezcla todo el mundo con todos. Ahí es donde puede surgir lo qué es interesante.

Y eso es asimismo un rechazo a la solemnidad.


Cuando me encuentro con escritores solemnes y serios los rechazo, son imperialistas porque sólo consideran válida su visión, eso es terrible.

Y en algunos momentos de Los Lemmings y otros corroboras este punto de vista. En Asterix con la mención paródica a Austerlitz de Sebald y en Casa con diez pinos cuando el protagonista da alegremente en el bar los poemas del gran escritor a la concurrencia. Metáforas de un rechazo…


A la representación. Cuando estás obligado a representar un poder te conviertes en un esclavo.

Austerlitz, te lo digo desde un punto de vista europeo, es una novela que condensa parte de una historia común, pero al mismo tiempo al ser tan intelectual puede alejar a muchos futuros lectores por su complejidad, fantástica y peliaguda.


En mi caso Sebald ni me gusta ni me disgusta, fue una cosa puntual para empezar el relato. Hay un montón de autores intelectuales que me fascinan. ¡La montaña mágica! ¡El Doctor Fausto!

Y hay casos de autores que parecen complejos, y sin embargo son de una sencillez total, como Ricardo Piglia.

Me ayudó mucho cuando era más chico. Es muy generoso, le tengo muchísimo cariño. Hace años me pasó plata para financiar mi revista de poesía y cuando me quedé sin trabajo me ayudó una barbaridad.




Foto: Chus Sánchez

Y él es un buen ejemplo de literatura que hable de cosas que se puedan tocar con las manos, letras palpables. Algo que hoy en día casi parece trasnochado, fuera de la tendencia.

Conviene prescindir de la tendencia, suele limitarte. En algunos ensayos he reivindicado a Castaneda y una parte de Cortázar, que en Buenos Aires es casi lo peor que uno puede hacer. Lo hacía porque iba con mi naturaleza, traicionarla me enferma.

En Argentina, lo digo sin tener un conocimiento absoluto del terreno, quizá hay dos campos muy marcados en el mundo literario.


Puede ser. Autores más técnicos y otros que son más vitales, con diferentes formas de escribir, no es que se unifiquen.

Y por otra parte el realismo argentino además de describir tiene una fuerte voluntad de generar textos de ideas.

Por supuesto. Yo estudié filosofía, pero claro, no me interesa mostrar mis lecturas de manera evidente.

Lo expresas mediante metáforas que son moralejas poéticas.


Me resulta estimulante la forma de pensar la filosofía. Asimismo leer ciencia-ficción me estimula para pensar otra cosa, y géneros menores te estimulan a pensar géneros mayores.

Lo menor es una palabra espinosa porque los temas cotidianos son épicos.

Totalmente. La palabra menor si la repites mucho hace surgir la palabra enorme.

¿Es el primer libro que publicas en España?


Es el primer libro que publico en España y también es el primer libro que presento. Es algo que no me gusta, pero aquí los editores me cayeron bien y me animé.

¿No presentar los libros es tu manera de rechazar todo lo que representa el mundillo literario?

No tanto eso. Es más bien no hacer cosas que no tengan que ver con mi naturaleza. Prefiero ser leído, pero no tener que estar todo el tiempo presentando. Como la canción de Maná, fumar y dibujar.

Y siendo poeta quizá te apetece más recitar, que hablen las palabras.

Eso me encanta, y en mis recitales leo más otros autores, me gusta más.

Pues da gusto escuchar algo así ahora que la literatura se está convirtiendo, aunque por suerte no ocurre en el 100% de los casos, más en una cuestión de imagen, una especie de pasarela absurda donde prima más eso que el contenido.

Eso es horrible, me siento completamente alejado de eso. Odio los VIPS. Por ahora, y espero que siga así, pude escapar de eso. Que hable el libro.

sábado, 16 de abril de 2011

Podcast sobre comida y literatura en el Laberint de Wonderland


Hace algunas semanas dedicamos el Laberint de Wonderland a la relación entre comida y literatura. Entre los temas tratados cabe destacar Gargantua y Pantagruel, Sweeney Todd, el Satiricón de Petronio y la famosa madalena de Proust. Podéis escuchar la sección a partir del minuto 40 aquí

Podcast sobre el malditismo en el laberint de Wonderland


El miércoles pasado dedicamos el Laberint de Wonderland a recorrer algunos nombres no tan ilustres del malditismo, entre los que cabe mencionar a Caravaggio, Poe, Weininger y Sylvia Plath. Podéis escuchar la sección a partir del minuto 42 clickando aquí

jueves, 14 de abril de 2011

Diálogo con Ignacio Martínez de Pisón en Revista de Letras




Diálogo con Ignacio Martínez de Pisón
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 11.04.11


Tras muchos dimes y diretes logro terminar El día de mañana (Seix Barral, 2011) de Ignacio Martínez de Pisón el martes a las cuatro de la madrugada. Ocho horas más tarde llego a la cafetería de La Central. Ni rastro del escritor aragonés afincado en Barcelona. ¿Juega a emular a Justo Gil, misterioso protagonista de su última novela? No. Giro la cabeza y aparece. Había salido a tomar el aire. Pide una Coca-Cola, hablamos de algunos detalles, enciendo la grabadora y procedo a preguntarle sobre una obra polifónica que viaja por la oscuridad del Franquismo y la Transición con sentido crítico y una agudeza narrativa muy difícil de hallar cuando la prosa se mezcla con la Historia en mayúsculas.

En Dientes de Leche la estructura polifónica surgía mediante la familia. ¿Cómo se te ocurrió la idea de El día de mañana?

En Dientes de Leche me atenía a una estructura mucho más tradicional, la de la saga familiar. Había algún pequeño cambio temporal. La novela empezaba con el nieto acompañando al abuelo a un aquelarre fascista, aunque luego volvía al principio y contaba la historia de la familia Cameroni a lo largo de tres generaciones. En el caso de El día de mañana no tenía una estructura a la que atenerme, tenía que construir el prototipo que mejor se ajustara a la idea de la novela. Lo importante para mi era que el personaje principal no podía tomar la palabra nunca, tenían que hablar de él otros porque me interesaba crear un personaje enigmático, con múltiples visiones de su carácter, y también me interesaba que la historia no quedara concentrada a una simple trama de policías y confidentes.

Justo Gil es un personaje que antes de ser confidente sabe mucho de los demás, pero nadie sabe nada de él.

Es un hombre bastante discreto al principio y al final acaba siendo secreto, porque oculta muchas cosas. Me interesaba que el eje que organizara el material narrativo fuera él, pero que el material fuera muy amplio, que no sólo hablara de ese mundillo sino que hablara de la sociedad del momento, de esa clase media pujante que en el fondo era la protagonista del cambio social y político que se estaba produciendo. Todos esos puntos de vista que se complementaban abrían el campo de acción de la historia y me permitía llevarla a terrenos muy diversos. De otro modo habría sido una novela de género.

Abarcas muchos estratos sociales, cuando empieza la narración los inmigrantes son solidarios y se ayudan unos a otros.

Es lo que ocurría. Hay incluso inmigrantes de varias generaciones. Justo llega a principios de los cincuenta, pero, por ejemplo, Carme Román ya es hija de inmigrantes y nació en Barcelona. Al mismo tiempo hay personajes que son catalanes de varias generaciones y luego hay gente que está aquí porque el destino la ha traído aquí, como Mateo el policía, al que le llaman “el catalán”. Me interesaba que la suma de los personajes diera una visión bastante completa de la sociedad del momento.

Normalmente el novelista de Barcelona se centra en una zona de la ciudad. En El día de mañana paseamos por toda la capital catalana: Meridiana, Llars Mundet, Guinardó, Tuset Street, Via Laietana…

Las novelas barcelonesas tienden a coger la ciudad en el momento de esplendor o de gran crecimiento que viene a coincidir con el Ensanche, que anunció una clase social, la burguesía, que crece, y con ella la ciudad. No me interesaba escribir una novela de Barcelona, no tomo la ciudad como personaje, pero al mismo tiempo quería una Barcelona viva y reconocible.

¿Por qué elegiste como figura central de la trama a un confidente de la policía?


Es un tema que nunca se había tocado, y eso siempre es una garantía. Es un poco como lo que comentábamos antes de Dientes de leche. Nadie había escrito una novela sobre fascistas italianos en España. Eso te garantiza que el territorio está libre y que por lo tanto nadie te impone una plantilla a la que someterte o con la que discrepar. Me gusta partir de cero, inventar y rehuir el cliché, el lugar común, lo que ya está contado. La Brigada Social en realidad da lugar a literatura testimonial a través de la gente que ha pasado por las comisarías, detenidos y torturados en los calabozos. Tenemos su testimonio, pero evidentemente ni policías ni confidentes han hablado mucho de eso.

No hay testimonio de su funcionamiento interno.


Normalmente predomina el punto de vista del joven comunista torturado. En cambio los policías nunca hablan. Quería saber porqué en el Franquismo uno se hacia policía y cómo era capaz de convivir con eso, que mentalidad debe tener alguien para aceptar ser cómplice de torturas. Por eso me interesaba mucho desarrollar el personaje de Mateo el policía. Viene del barro, su madre probablemente es una prostituta que esta por ahí y él en el fondo se siente franquista.

Pero Mateo es un profesional.

Sí, y luego es un demócrata (risas).

Se adapta al viento que sopla.

Sí, al régimen que le toque.

En cambio del personaje de Justo me interesa mucho el proceso que le lleva a convertirse en confidente. La suya es la historia de un fracaso.


Es la historia de alguien que comete un error, y ese error le va a perseguir. En realidad, su necesidad de dinero está justificada. Lo busca para curar a su madre enferma, estafa y eso le conduce al error que le perseguirá hasta el fin de sus días, y en algún momento va a tener que purgar su fallo.

Tiene varias negaciones de sí mismo. Cuando llega es un ignorante que con el tiempo se transforma en un trepa perfecto.

Aprende mucho porque es listo. Aprende a comportarse y a vestirse de una manera. Los demás creen que será fácil desenmascararle, pero resulta que no, se gana la confianza de unos y otros. Entretanto la historia ya ha empezado. Estafa a una chica y seguramente a más gente.





Los cimientos para ser confidente se intuyen. Lo que condiciona totalmente el hecho es su fracaso al pensar que podía mover los hilos sin problemas.

Pensaba que podía manejar la situación como había hecho anteriormente con algunas mujeres, también con jóvenes que le facilitaban negocios. Cree que puede comerciar con la policía, y lo que ocurre es que ésta lo utiliza. Pasa de negociar por máquinas de escribir a vender a sus seres más próximos, lo que le convierte en un personaje abyecto. Más que su trabajo de confidente me interesaba su evolución hasta llegar a convertirse en lo que se convierte. Y cómo al final no sólo es un confidente, queda atrapado en esa red y la policía lo usa como colaborador para los trabajos más sucios, algo que realmente ocurría antes de la muerte de Franco. La policía usaba a tipos como Justo para que colaboraban organizando grupos de extrema derecha, Fuerza Nueva o Guerrilleros de Cristo Rey, o para que se infiltraran en el movimiento anarquista para acabar con el enemigo.

¿Tenías claro desde el principio el hilo cronológico de la trama?

Sabía que tenía que llegar hasta después de la muerte de Franco, hasta el 77 o el 78.

Lo digo porque a partir de la evolución de los personajes se enhebra un retrato urbano que muestra los cambios de Barcelona a partir de elementos muy sutiles, como los bares: Velódromo, Bocaccio, Sapporo…

La mayoría de los bares que salen existen o existieron. Aquí también menciono el Sandor, que suele mencionar Sagarra. Las anécdotas del Taita, con sus papelitos colgando y chicos fumando porros en el salón de atrás, me las contó Enrique Vila-Matas. De repente se pasa de la taberna al bar. Surge un nuevo grupo social, los jóvenes, que tiene dinero y desea divertirse. Es un fenómeno de los años sesenta.

Y Justo empieza saliendo con jóvenes modestos y termina intimando con los niños bien de Barcelona.


En el fondo si lo miras bien es un poco lo mismo, es clase media, que ha recibido demasiada poca atención de los novelistas, y a mi me parece que tiene derecho a ser protagonista de las novelas al igual que es protagonista silenciosa de la Historia.

Como si no interesara la normalidad, como si nos diera miedo.

Como la normalidad nos invade por todas partes parece que no tiene categoría para ser literatura, pero creo que la clase media merece algún libro de vez en cuando, y llevo escribiendo toda mi vida sobre gente normal de ingresos normales y problemas normales. El problema de Justo es que es un desclasado; viene del escalón más bajo, sube y, pese a mantenerse económicamente con el dinerillo que le pasa la policía, pegará la gran caída también desde un escalón moral.

Y al ser un desclasado puede ser camaleónico.

Sí. Es una persona que no pertenece a la sociedad, y por eso va a llevar la vida que va a llevar, es un hombre sin integración posible.

Por la misma estructura del libro Justo es visible invisible. No aparece como voz y surge mediante el testimonio de los demás.

¿Crees que la novela se sigue bien?

Sí, se sigue bien.


Al ser una novela larga me pregunto si la gente la leerá a lo largo de un largo período de tiempo, y si es así me planteo si recordarán en la página 200 un dato que salió al principio.

Sí, te puedes acordar.

Hay novelas que es mejor leer en poco tiempo, sobre todo las corales, de otro modo te pierdes.

El lector está bien guiado. La mención a quien recuerda en cada momento orienta y evita confusiones. Hasta en la primera parte, donde hay más voces, se sigue sin problema. ¿Esa acumulación inicial se debe a la intención de perfilar el personaje en sus rasgos esenciales?


Sí, y además algunos de estos narradores no vuelven a salir, como el que menciona sus dotes para vender. Dice que era atento, avispado, detallista, se fijaba mucho, estaba muy atento, hablaba poco, reconocía rápidamente una cara. Nos dice cosas que nos van a servir luego. Un soplón hace eso.

Al fin y al cabo la primera parte está llena de pistas.

Das datos que luego serán útiles.

Y Justo fracasa en su negocio y desde ese instante es un derrotado.

Nunca vence. Las reglas del juego las ponen los otros y él se limita a hacer lo que le corresponde. Se queda atrapado. Comete errores de percepción e interpretación de lo que está ocurriendo. Quizá de haber leído bien la realidad podría haber escapado de su destino, pero siempre analiza mal los datos clave.

Hay un momento en que si puedes pensar que está realmente enajenado, que es cuando se alía con Hilario.

Hilario es un esquizofrénico agudo.

Y es quizá el personaje que refleja mejor un cierto tono humorístico en algunos pasajes de la novela.

La novela en sí no es humorística, aunque hay algunas historias de la misma que sí tienen envoltorio humorístico.

La cotidianidad por muy trágica que sea siempre tiene un punto cómico.


Sí, y además los personajes son humanos y por lo tanto tienen momentos de grandeza y ridiculez. El mismo Justo Gil cuando realiza su primer trabajo como confidente cita a Mateo en el zoológico con los delfines. El policía lo tilda de peliculero por lo de los delfines salpicando todo el rato de su charla. ¿No podía elegir otro sitio para quedar? (risas).

Cutrerío hispano.


Cutrerío hispano años sesenta, auténtico (risas).

Haberlo haylo.

Existe, no vamos a esconderlo.

La historia al fin y al cabo es épica, y quién dice que lo épico no puede tener humores y tonterías típicas de la realidad.

Podríamos resumir la novela desde Justo, pero coges cualquier página y hay miles de historias. Cada uno de los personajes secundarios tiene sus vivencias, y hasta se inventan trayectorias para cambiar su biografía una vez muere Franco para actualizarse o adaptarse al contexto histórico.

Y tampoco eran tantos los que luchan por provocar la caída del régimen.

Cuando volvemos la vista atrás comprobamos que los combatientes contra el régimen eran los comunistas, PSUC en Cataluña, PCE en España. El catalanismo con la iglesia de por medio hizo gestos simbólicos, y en el País Vasco estaba ETA. La oposición al Franquismo no caló. Cuando Franco pedía que la gente fuera a la Plaza de Oriente la gente iba, y aquí en Barcelona lo mismo y lo aplaudían. Igual que De Gaulle consiguió convertir a la Francia colaboracionista en Francia de la Resistencia, luego con la democracia Suárez, Pujol y otros han conseguido convertir al Franquismo sociológico en demócratas. Es un poco lo que cuenta Javier Cercas en Anatomía de un instante sobre Suárez. De repente hubo un cambio, muere Franco y todos somos demócratas.

En España somos mucho de “el Rey ha muerto, viva el Rey”. El 14 de abril de 1931 todos a la calle por la República…


Y luego llega el Ejército de Franco a Madrid en 1939 y todos a celebrar.

Y lo mismo con la coronación de Juan Carlos I. Y hasta ahora.

La conversación se desvía durante un breve lapso al mencionar Operación Gladio de Benjamín Prado y las sibilinas estrategias de la CIA para detener el Comunismo en Europa, hasta que retomamos el hilo y nos metemos de lleno en los vericuetos de la literatura en relación con la Historia reciente.


¿Crees que la literatura española debe escarbar siempre más y más sobre la Historia reciente?

Creo que las generaciones más jóvenes no tienen interés por este discurso, pero hay que redescubrir la Transición. Hay un discurso oficial que dibuja la Transición como un período modélico que sirvió para otros países. La realidad es otra. Las cosas salieron bien, aunque con un alto precio en sangre.



Hace escasos días un periódico publicó una encuesta en la que más del 90% de españoles consideraban modélica la Transición, y desde mi punto de vista ese dato estremece, me parece preocupante porque significa que se han creído la versión canónica.

El gran demonio para el régimen era el Comunismo. El PCE llevaba desde mediados de los cincuenta predicando la reconciliación nacional, y después el Eurocomunismo. Cuando muere Franco son los que más ceden y los méritos se los llevan otros. En 1977, en las primeras elecciones, sacan cierto rédito electoral y en 1982 son barridos y desaparecen de la Historia de España.

No es tanto una reforma democrática como una reforma pactada. El PCE cede y se baja los pantalones renunciando a la bandera republicana y aceptando la Monarquía. Estas concesiones repercuten en la derrota total del ideal previo.

Pero eso no es correcto. Sí es cierto que los símbolos se aceptaron y el PCE hizo muchas concesiones. La figura del Rey era muy discutida en la Transición. El golpe de Estado consolidó la figura de Juan Carlos. Hay que recordar que se asomaba al balcón de la Plaza de Oriente al lado de Franco, no solamente era su sucesor, compartía las responsabilidades de imagen del régimen. Hasta febrero de 1981 se aceptó la Monarquía, pero era algo muy cuestionable. Sin el golpe no sé si ahora tendríamos Monarquía.

Volvamos a la novela y hablemos de sus claves para desentrañar el enigma Justo. Curiosamente hay dos personajes que abren más la vía para resolver el misterio: el senador que recibe, ya en democracia, los informes policiales del Bocaccio y Manel Pérez, el periodista, que en cierto modo es la otra cara de la moneda de Justo.

Manel, como Justo o el nieto del senador, se dedica a recabar información, mientras los demás simplemente viven.

Y el periodista es protagonista porque puede anular a Justo al ser su igual actualizado al tiempo que le corresponde.


Sí, a la generación posterior. Me gusta que las novelas sean interpretadas. Hay personajes secundarios, pero necesarios. Sin embargo, los que atraviesan toda la trama, Mateo y Carme, son los verdaderamente necesarios para armar una historia que resumida sería la de una amistad absurda y extraña.

¿La de Justo y Mateo?

Sí. Me lo contaba el policía con el que contacté para documentarme. La relación que se establecía con el confidente era de amistad. El policía ayudaba. Tenía una serie de confidentes. Uno era estudiante de arquitectura, y cuando las cosas se pusieron mal animó para que fuera a terminar la carrera en Suecia hasta que todo se calmara. Otros confidentes lo pasaron peor, eran más arrastrados.

Da la sensación que tienes especial cariño por el personaje de Mateo a partir de su vertiente humana.

Mateo, pese a ser franquista, es un policía bueno con muchos rasgos positivos, y en una novela con un personaje tan negativo como Justo hacia falta roles más positivos, como también lo es Carme Román, quien pese a tanta desgracia siempre quiere salir adelante. Su único problema es que cada dos por tres aparece y reaparece Justo, siniestro como pocos. Realmente es la historia de un tipo que se va haciendo cada vez más siniestro a pesar de que el mundo a su alrededor da posibilidades de ser buena persona, porque incluso un niño abandonado como Mateo lo consigue.

Pero Justo tiene una cierta conciencia de pureza, porque al fin y al cabo su obsesión con Carme radica en eso, en expiar sus pecados.

Quiere redimirse y es consciente de lo mal que está. Siempre necesitamos una vía de redención. Justo se aferra a la última posibilidad, conquistar el amor de Carme, a quien hundió.

¿Cómo te documentaste para el libro?

Hay poca bibliografía. Hay muchos papeles de la Brigada Político-Social que se quemaron porque eran comprometedores para mucha gente, y los que quedan están sin desclasificar porque deben pasar cincuenta años, hasta 2020 no podremos consultarlos. Lo poco que se sabe son filtraciones bastante extrañas. He ido recabando información de otros sitios, pero no hay mucha documentación bibliográfica.

Supongo que determinadas ambientaciones y recuerdos ayudaron a perfilar mejor el cuerpo de la novela, pero claro, con la policía es más difícil.


Hay elementos de la Historia colectiva que deseaba en la novela, como la gran nevada de 1962, uno de los días más recordados por los barceloneses de más de cincuenta años, que probablemente también se acordaran de Bocaccio o la Caputxinada de 1966. Gente que quizá no tienen relación directa con los acontecimientos, y aún así forman parte de sus vidas al mismo tiempo que sirve para enmarcar la historia. Lo que ocurría en los calabozos era un misterio, no formaba parte de la vida de nadie.

Porque eran una parcela conocida pero oculta del poder.

Te metían por cualquier cosa en el calabozo. Te maltrataban y humillaban. Entrabas en un ámbito en el que carecías de dignidad.

Ya para terminar, me parece relevante ver cómo Justo tiene un accidente decisivo el día en que muere Franco. Desde ese momento su enajenación es absoluta.

La muerte de Franco cambia la vida de todos, la vida iba a ser distinta a partir de entonces.

Y para Justo el cambio es absoluto porque le metamorfosea el cuerpo.

Se convierte en un discapacitado. El mundo cambia para hacerle la vida más difícil y él desde ese momento va a ser una sombra de lo que alguna vez quiso ser.

miércoles, 13 de abril de 2011

Miércoles 13, Malditismo en el Laberint de Wonderland



En próximas fechas unos chicos de la Barceloneta, que de momento prefieren permanecer en el anonimato, sacarán una revista monográfica dedicada al malditismo. Participo en ella y he aprovechado para montar un laberint dedicado a algunos casos conocidos, pero no tanto.

Los componentes de nuestro cuarteto son variopintos y se mueven por distintas latitudes. Tras analizar brevemente el fenómeno del malditismo visitaremos a Caravaggio, cruzaremos el charco para hablar con E.A. Poe, volveremos a Europa con Otto Weininger y cerraremos la sección con Sylvia Plath.


El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 18h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

martes, 12 de abril de 2011

Nuevo proyecto loopoético: Maduixot Oximoron




Una noche de miércoles Laura Fillola y Jordi Corominas debatían apasionadamente en la terraza del Amelie, su lugar de conspiración loopoética. Desde hace algunas semanas Laura intenta soltarse con el catalán y en esta ocasión pronunció con hilaridad la palabra maduixot, fresón en Castellano. Acto seguido, sin saber muy bien el motivo, Jordi dijo Oxímoron.

La unión de ambas palabras creo Maduixot Oximoron, nombre que será la marca visible de un nuevo proyecto más experimental de Loopoesia, propuesta que alternaremos con los shows de 2011 dedicado al Negro de Banyoles.

¿Diferencias? Maduixot Oxímoron será un espectáculo más corto, con música propia acompañada de breves versos y un montaje conceptual en el escenario, interpretado como siempre por Jean Martin du Bruit y Lola Farigola Romaní.

Como estamos emocionados hemos mezclado un minipoema sonoro promocional que hable a grandes trazos de que será Maduixot Oxímoron.




Loopoesia es amor

domingo, 10 de abril de 2011

Veinte puntos para la reflexión en Panfleto Calidoscopio


Veinte puntos para la reflexión, Por Jordi Corominas i Julian

No estoy particularmente inspirado. Intento redactar un texto canónico, con sus usuales párrafos, y tropiezo en el fracaso. Estoy cansado. Es domingo y quiero dormir. Sin embargo, pese a todo, creo querer exponer veinte puntos en los que el dinero ejerce un rol preponderante, motor del mal y la vergüenza de no reaccionar. Nos toman demasiado el pelo. No soy sociólogo, pero pienso, y quizá eso sirva, eso y la rabia, para justificar los veinte puntos que siguen a esta introducción.

I


En marzo de 1996 el Partido Popular ganó las elecciones. Su llegada al poder sirvió para beneficiar a bancos y empresas. Llegaron muchos inmigrantes, nuevos esclavos que abarataban la mano de obra y permitieron un boom inmobiliario sin precedentes que demostró la estupidez patria. A finales de siglo me concedieron una beca Erasmus y viví en Roma justo cuando cambiaban las coordenadas. Volví a casa y la calle estaba plagada de extranjeros que daban al tejido urbano una riqueza inaudita, melting pot que el desarrollo de los acontecimientos ensalzaría, al menos en mi caso, como valor fundamental para crecer y expandirse. La tele emitía Gran Hermano y Yola Berrocal copaba la programación en verano desbancando a toreros y folclóricas. Pensé en volver a Italia.

II

Donde vivieron un proceso parecido entre 1950 y 1962. Se puede analizar detenidamente en las películas de esa época dorada para el celuloide transalpino. Los pobres querían dejar sus atuendos laborales porque vestir traje y corbata indicaba una condición social que al final del período contrastaba con la multitud de pisos vacíos que inundaban la periferia. Pier Paolo Pasolini mostró los efectos del pelotazo, un tercer mundo dentro del primero que padecía sin Dios y robaba por el mero afán de sobrevivir al tener vetada la puerta del paraíso, reservada al crédito que propiciaba la falsedad de una clase media para nada consolidada. Si trasladamos los minutos finales de L'eclisse de Michelangelo Antonioni a 2011 veremos que el director ferrarés daba en el clavo. Silencio, seguridad, miedo. El bienestar era una luz amenazante, eternamente encendida hasta el desgaste.

III

Palabra que indica vejez y agotamiento. En el mismo largometraje Alain Delon se preocupa más por la suerte de su coche que del ladron muerto que lo robó. No importa la vida humana, prima el beneficio y la posesión. En 2004 el PSOE ganó las elecciones y un día antes la gente salió a la calle espontáneamente para protestar, hastiada por tanta mentira. No sabíamos la poca trascendencia de nuestro voto porque ignorábamos que las riendas ya no las llevaba el Estado. La muerte de la ideología no preocupaba. Lo más chocante es que no entendimos que se acercaba la crisis porque toda burbuja estalla tarde o temprano.

IV

¡Boom! ¿Quiere hipotecarse? ¿Qué documentación presenta? ¿El DNI? Claro, paga x Euros al mes y la casa es suya. Una ganga. Podría invitar a sus amigos y pasar el verano al lado del mar. El cinismo se imponía con ricos créditos concedidos con soberana alegría. Nadie asociaba la constante inflación del metro cuadrado con futuros desastres. Lo sólido era falaz, la cultura se atomizaba con productos prefabricados y los jóvenes malvivían con sueldos de cuatro perras flacas y la ilusión cortada por no acceder a los puestos que sus estudios académicos prometían. En Roma, durante una procesión religiosa, unas viejas se quejaban del Euro, que todo había encarecido. Les dije que no se preocuparan, que Europa, la unión, era un bien que repercutiría positivamente en nuestras vidas. Ingenuo.

V

Al menos no me hipotequé. Trabajé de profesor en un centro cultural, me exigieron ser autónomo y caí en la trampa. Desde entonces pagó más de doscientos cincuenta euros al mes porque me aseguran que quizá cuando me jubile pueda cobrar una pensión que premie el esfuerzo realizado durante casi cuatro decenios. A lo largo del último lustro, pese a la que cae, mi colectivo no ha avanzado un ápice porque la alianza entre Mercado y Estado prefiere que los empleados estén bajo el control de una empresa, pues así es más sencillo apretar las tuercas e impedir la queja del rebaño, sedado en España desde Franco.

VI

¿Cuál es el motivo de meter al innombrable en este texto? Él propició el deseo de ser propietario y ejerció una represión tan bestia que aquí nadie se atreve a alzar un dedo. Su mundo tenía una configuración estable que perpetuó la democracia, la reforma política, en todos y cada uno de los estamentos sociales. ¿Y qué pinta aquí la literatura? En 2006 me contrataron, gratis, en una tele local para hacer crítica literaria. Lo bueno era la absoluta libertad para elegir a mis entrevistados. El orden de prestigio dependía de una trayectoria progresiva. Vila- Matas era mi ídolo. Hace poco una chica me preguntó si me sentía intimidado con su presencia. Mi respuesta fue negativa con un matiz adicional. El autor del Mal de Montano me impresionó, pero su humanidad hizo inevitable la empatía, que en cierto sentido es ausencia de miedo.

VII


Terror que poco a poco fue cundiendo en una generación muy preparada aunque sin recursos económicos para salir a flote, algo agravado si quieres dedicarte a la literatura. ¿Seguro? A finales de la década el panorama se agitó con la eclosión de un nuevo grupo de narradores que, salvo honrosas excepciones entre las que incluyo al supuesto fundador del movimiento, privilegiaban la imagen al contenido. Afirmaban ser la punta de lanza de un fenómeno vanguardista que enterraría lo vetusto de las letras hispánicas. Sus premisas bebían de lo anglosajón, algo nada sorprendente si se compara su actitud con la del resto de las actividades del país, donde el complejo y el pavor a los cuarenta años de atraso se asemejan en demasía a los de otras tierras que quisieron renunciar a su identidad creyendo que con la adopción de americanismos podrían tocar la tan ansiada modernidad.

VIII


Y eso, permítanme ser claro, es una soberana estupidez. La realidad literaria se asemeja en ciertos puntos a la social. En una entrevista reciente Elvira Lindo me comentó que era absurdo adoptar en España un realismo a la americana porque el contexto no es el mismo. En 1956 el recientemente fallecido Dino Risi lo ejemplificaba con su habitual maestría en Poveri ma belli. Renato Salvatori y Mauricio Arena campaban por Piazza Navona con sus tejanos, pero no por eso dejaban de ser italianos. Mantenían su personalidad nacional. En 1977 su estereotipo de personaje ya no existía porque el centro de Roma era pasto del turismo y los antiguos barrios populares se desplazaron lejos del bullicio para no molestar a los que proporcionaban dólares frescos a las arcas de la ciudad.

IX

Hacía meses que no metía tanta Italia en un texto. Los damnificados de 1968, estudiantes y proletarios, reaccionaron al desdén de la administración con terrorismo. Los erradicados del sistema, los borgatari de Pasolini, decidieron que querían tocar su trozo del pastel y crearon mafias para controlar zonas oscuras como el juego, el crimen y la prostitución. En febrero de 2009 en Barcelona mataron a un empresario en plena calle, de un tiro en la cabeza. El asesino era un sicario. Hay otros criminales y están en todas partes.

X

¿Dónde? Siempre ha sido igual. Mucho para pocos, poco para muchos. No es el lema de los mosqueteros. Tiemblo con la invisibilidad de los cretinos. Hace dos semanas fui a una presentación. Nos juntamos varios escritores de treinta y pocos. Jugamos a explicar el estado de nuestras cuentas bancarias. Tres en números rojos. Dos con cien euros. Uno en paro, otros con cobros pendientes y la obvia frustración por no ingresar lo merecido. Todos ponemos nuestro empeño en versos, reseñas, relatos y novelas. Hay más prestigio que dinero. ¿Es así para el conjunto del mundillo?

XI

No. Lo que acaece más allá de los libros se traspasa a su esfera. Prima la apariencia y se denigra lo que mediante el tesón espera construir un edificio duradero. Cultura de hamburguesería. Rostros de dos semanas. Ropas fashion y el ideal de la diferencia para terminar siendo estiletes de la normalidad con gafas de pasta. Frivolidad por doquier. Bombazos que impactan sin aportar nada, páginas de dos telediarios, trepas de sobremesa y una sarta de ataques que hacen olvidar que la misión de quien abre el ordenador y quiere publicar es escribir, no criticar gratuitamente. Formas de imponerse en la desinformación por exceso de información.

XII

Otro factor trascendental son los falsos culpables. En política abunda el despiste para ocultar el delito. Cuatro millones trescientos mil parados. El cinismo sobresale y nadie abandona el barco. El laissez faire laissez passer cobra otra significado en la posmodernidad. Trajes valencianos, putas berlusconianas, dinero público que aumenta el déficit para favorecer a los que han provocado el hundimiento.

XIII

Que la mayoría ignora en cultura porque el esfuerzo realizado por separar lo institucional del underground es una de las constataciones de nuestra miseria. El Universo se ha separado en dos campos. El primero es estático y se perpetúa por gerontocracia y nimiedad aceptable. El segundo genera creaciones innovadoras que reciben desdén absoluto salvo en un núcleo que espera dar el salto desde la honestidad, sin caer en lo comercial que es la adaptación a los parámetros que son aceptados por los mandamases, felices por propugnar un control que en la calle, para maquillarlo, adopta léxico cívico.

XIV

Hace poco había mileuristas. Ahora se cobra menos, y ello conlleva dificultad en pagar vinos, viajar, independizarse y tener hijos. El civismo es la piedra que acentúa las barreras. Fraga dijo que la calle era suya. Sus herederos, y no sólo los de la gaviota, creyeron en su frase. Te multo por cualquier cosa, el ciudadano debe pagar los platos rotos. Lo más patético es cuando un agente te obliga a abandonar una plaza porque ya no son horas. Ágora. Foro. La ley es una metáfora de la represión tolerada. Las plazas que amo tienen cuatro esquinas abiertas que dan la bienvenida al transeúnte. Sus ángulos son invitaciones a la comunicación, finiquitada en Occidente porque es mejor primar el pensamiento único y vallar la libertad de expresión en lo privado que no duela ni afecte al colectivo.

XV


Está la red. ¿Brecha digital? Los chicos de los números rojos colaboran en un sinfín de revistas digitales. Sus reseñas suelen ser mejores y con elementos distintos a las que aparecen en los periódicos en papel, afectados por no poder actualizarse con la velocidad de la red, que cubre más y mejor el hiperbólico flujo de novedades literarias. Al mismo tiempo hay una distancia de perfil entre uno y otro medio. Internet se llena de jóvenes entusiastas que no ven un céntimo por sus aportaciones. Su sueño legítimo de cobrar por su trabajo se desvanece a medida que pasan los años y el inmovilismo, gerontocracia de ocupar un sillón y no soltarlo, continúa repartiendo azotes y truncando pandoras. Queda el consuelo de recibir libros gratis y una palmadita en la espalda. Muy bien, eres estupendo.

XVI

La red ha demostrado ser un buen vehículo para propiciar revueltas. En España su valor se cifra en chismorreos y el oprobio de anular la privacidad del individuo por el infinito número de frustraciones. La imbecilidad prospera. ¿Me importa dónde tomas el café a las seis de la tarde? ¿Me interesa saber tu último desliz amoroso? Picar el anzuelo y transformar un valor de acción en la pasividad de la inopia estéril.

XVII

Eso es lo que quieren. Están tan convencidos de su invulnerabilidad que hasta se arrojan el placer de imponer sin ofrecer remedio. Aplaudan la ley contra el tabaco. Sí, se aplica en toda la Unión Europea. ¿Y qué? Será buena, los pulmones lo agradecerán, los resfriados proliferarán y las terrazas se lucrarán hasta que llegue la hora del cierre y los chinopakis, benefactores del bolsillo, serán perseguidos por permitir un trago a precio de saldo y un bocadillo redentor. Creo que sólo reaccionaríamos si prohibieran el fútbol o el sexo. Quizá ni con esas.

XVII

Mi generación llena foros de Internet por la ley Sinde. ¡Dios mío! No bajarse series. Gran mal del Dos mil. No bajar a la vida es pésimo, caer en una frustración crónica es el acabóse. Tener amputaciones con el cuerpo entero y no ser remunerado como corresponde sí es trágico porque implica el desprecio al cerebro y al género humano.

XIX

En el mundo árabe los jóvenes se rebelan. Con Irak nos manifestamos. Dicen los periódicos que las revueltas obedecen a un factor demográfico. Son más, se sienten agraviados e invaden el asfalto y la arena para reclamar mejoras. La prensa alaba su acción hasta que dura demasiado y a otra cosa mariposa.

XX
Aquí la demografía es una pirámide desequilibrada con pocos nacimientos y mucho anciano. La estadística tranquiliza al jerifalte, le da garantías de no despertarse cualquier mañana con un susto de alborotadores. El enemigo es invisible. ¿Y qué? No debemos conformarnos con ser números de su agrado. ¿Actuamos?