viernes, 30 de marzo de 2012

Adrenalina en el especial erótico de la Revista Excodra






Adrenalina, por Jordi Corominas i Julián


Me pide Excodra, que no es ningún extraño programa informático, que escriba sobre lo erótico, y ello ya de por sí implica un posicionamiento. Podría salir del paso con un relato medio subido de tono y repleto de situaciones morbosas. La última palabra saca un detalle de mi apreciación del fenómeno, pero no define lo que verdaderamente concibo como tal, sólo apunta un matiz del conjunto.


Al meditar sobre el tema me descubro impregnado de literatura. Dicen que los poetas escriben de amor, y la modernidad les ha dado la opción de prescindir de metáforas para describir las sensaciones que les transmite el cuerpo deseado. Bien, esto es así, no lo negaremos. Mi problema personal parte de una profunda negatividad de forma y concepto. No suelen gustarme, tampoco en narrativa, las cursilerías que empapan un texto hasta el pastel. Lo lógico sería hablar del gran motivo universal, olvídense de flechazos y Cupidos, con palabras descarnadas, y eso emplean muchos supuestos valientes que al no medir el ritmo y la atmosfera anulan nuestro objeto de reflexión, que deviene sexo puro y duro, siempre salvaje, raramente suave o tierno, como si tales adjetivos estuvieran reservados a las reinas de la novela rosa.


Reflejar el deseo y preguntarse los motivos que lo activan. Eso es erotismo. Vayamos por partes. Baudelaire tenía razón con A une passante. La modernidad y el nuevo espacio urbano invirtieron nuestra concepción del tiempo. La velocidad tomó los mandos de la nave y dobló su apuesta. Si hiciéramos una encuesta algunos de los participantes confesarían su fijación por fantasías bucólicas en la soledad de lo rural, con una muchacha recostada en un árbol mientras los pájaros silban dulces melodías. He imaginado un cuadro decimonónico y luego mis neuronas han concretado el paso con Scarlett Johanson mojada en la campiña británica en Match Point. Lo arcaico de la soledad et in Arcadia ego y la acústica del silencio, que en lo carnal adquiere otra dimensión en Venecia, tienen su encanto. Es una lástima que anuncios de mantequilla y musas de la repostería hayan ridiculizado esa imagen.


Me decanto por la progresión de Las flores del mal. Su continuidad radica en que la aceleración ha adquirido tonos milimétricos. La abundancia es la mejor aliada del detalle. Mi poética es esencialmente urbana, y buena parte de culpa tiene mi obsesión por pasear y sorprenderme con pequeñeces que no había captado con anterioridad. Las casas regalan joyas inéditas que llegan porque debemos masticar mucho para engullir la comida y saborearla en su justa medida. Miramos demasiado poco hacia arriba y nos han inculcado el piñón fijo, lo que perjudica la maravilla de tener ojos fotográficos. Camino sin música, ya la crea el ambiente, y con los seres humanos que circulan por las avenidas. Son relámpagos de si te he visto no me he acuerdo, peones en el tablero, infinitos lienzos en un segundo, y en cada uno de ellos hay un eco que en función de su procedencia potenciará lo erótico.


Las piernas de una chica en un bar del Paseo del Born, años atrás, en un reloj borroso. Una tarde de deambular rescatada del olvido por una formidable minucia. Llevaba un vestido blanco y puede que fuera morena con flequillo. Lo ignoro. Lo trascendente fueron las piernas, y hasta puede que una ventana tapara el resto del cuerpo. Las piernas o una sonrisa. Añadan un contoneo. Hay magnetismo y fascinación por un instante concreto que alargo con otra efeméride que me suscita casi más erotismo que cualquier otra. Con toda seguridad la clave es intuir la seducción y corroborar que estamos muy vivos.


El parque. El metro. Un claustro medieval. Una esquina de la casualidad. Una patinadora en una tarde romana. Una morena que clavaba sus pupilas en las tuyas y luego disimulaba. La rubia del diciembre napolitano y la absurda y pedante evocación a Petrarca. El piropo de la estudiante universitaria en el Hospital de Sant Pau. La esperanza de las cuatro historias parte del imprevisto, fuente de emoción. Los dados te brindan una oportunidad que rompe tus esquemas. Cavilas y maldices tu agenda diaria. Te levantas del banco. Bajas en la estación que te corresponde. Te despides sabiendo que la atracción ha sido mutua. Son las 18:00, si me paro llegaré tarde. Simpatía universal por quien transgrede lo tejido por las parcas y agita una potencia que nunca se va del todo. Caen las hojas del calendario y un recodo de nuestro cerebro retiene la magia de las musas fantasmagóricas de la ilusión.


Pregunten a novios, amigos, compañeros de trabajo, taxistas y afiladores cómo prefieren calentar su imaginación, si con féminas vestidas o desnudas. Bingo. La primera se llevaría el premio de calle. Lo oculto, velos que desde lo visual activan el resto de sentidos. El olor de la piel. La locura del tacto. El sonido de la inminencia. El gusto de saborear la excitación. Sí, lector, nadie niega que la ausencia de ropas nos conduce a otra esfera. Sin embargo, los trapitos son una trampa que casa con la armonía. Quizá lo más simple sea aceptar que lo erótico se compone de porciones de una belleza que no basta con admirar. La robarías si estuviera en un museo y no la venderías ni por todo el oro del mundo.


Lograr lo que uno se propone es la consecución del morbo. Hay gente que en las horas previas a un acontecimiento de importancia es un manojo de nervios. Con el fútbol ya ni les cuento. Suena el pitido del árbitro y su mecánica de lo histérico es otra. Un gol se equipara a un orgasmo, y hasta hay aficionados que no soportan la tensión y se relajan cuando el partido está controlado por su equipo. Si el contrario remonta recuperan el brío porque el lance es de incierto resultado reavivan su fuego hasta el minuto noventa. Entonces despliegan velas y celebran la victoria poseídos por abstractos furores.


El romance del forofo con su club es una metáfora de cómo no es quimérico perpetuar el morbo tras éxitos apoteósicos, aunque chirría al sonar un poco a sustitutivo del sexo o la ingesta de drogas. La religión fue una cima erótica no hace tantas décadas. Ir a misa, acudir al estadio o al bar. Expectativa de cópula. Fusiones.


Casi me atrevo a declarar con un megáfono que lo erótico desde mi perspectiva monopolizada por el morbo es la piedra filosofal. El Barça de Guardiola y su persistencia con pálpito de metamorfosis positiva. The Beatles hasta el divorcio. Picasso y sus pinceles. Giacomo Casanova y su elegancia de pionero con la escritura más letal sobre nuestra diatriba. Obras que han aprendido a estabilizar el morbo, una atracción indescriptible que deviene creativa, hasta claudicar por tanta descarga eléctrica y finiquitar sus entelequias, primaveras para la superficie.


Desde hace cuatro párrafos el poema Encara el tram de Joan Salvat-Papasseit me persigue. Es el perfecto reverso de los versos baudelerianos, donde el jeroglífico se descifra desde la levedad del cruce de miradas de los transeúntes, efímera corona de laurel. El poeta catalán gira la tortilla. Lo vanguardista reside en el lugar. Un tranvía. La joven lee, no se distinguen sus ojos. Medias finas, manos claras, un pañuelo limpio adornando el cuello rosado. Però els ulls no els sabem! El poeta desciende del vehículo a sabiendas que no verá el iris de la chica. Té, ara ja he baixat! Se regocija de su derrota. Es un impostor que se engaña por lirismo. La dicha por elevar el recuerdo de lo invisible, lo breve enfrentado a lo imborrable del episodio fallido, rutinas del novecientos, costumbres para aliviar el dolor.
Adrenalina.

jueves, 29 de marzo de 2012

Emails para Roland Emmerich de Sergi de Diego Mas en Sigueleyendo





Sí, poesía del siglo XXI: E-mails para Roland Emmerich de Sergi de Diego Mas, por Jordi Corominas i Julián

La chica anónima de la portada es una pesada que no me quita el ojo de encima. Mis neuronas la emparejan con catálogos del CCCB o anuncios de Benetton. Sophie Calle es otra opción.

Cuando llueve ceniza sobre las puertas
de la ciudad, obtengo una imagen en
blanco y negro a través de la mirilla.

Esta historia empieza hace pocas semanas, por la tarde. Una luz roja brilla en mi ordenador y accedo a mi mensajería privada de Facebook. Ana Llurba, a quien mi imaginación asociaba con una astronauta hasta que nos conocimos en persona, me informaba de la aparición de Honolulu Books y de su interés por hacerme llegar E-mails a Roland Emmerich, poemario de Sergi de Diego Mas.
Ayer era domingo y el día invitaba a salir sin hacer mucho caso al cambio horario. Cogí el metro y bajé en la Barceloneta. Unas calles después llegué a la sal, con Negra y Criminal hasta los topes para festejar las nuevas colecciones de Sigueleyendo. Pedí vino, procuré no mancharme mi jersey amarillo porque me daba pereza ser España y entablé conversación con mucha gente. Al lado de la mesa de libros divisé a Sergi. Nos saludamos por vez primera en el mundo real y al cabo de más de media hora volvimos a juntarnos para hablar con calma sobre poetas, formas de representación, modernas de pueblo, un jardín gracienco y Jim Morrison.


A todo esto mi mente estaba colapsada al no detectar entre los presentes un solo rastro de la astronauta. Pero estaba, y apareció con lo pactado. Ana se había olvidado el caso en casa. Ana vestía normal y no es rusa. Ana tiene nombre capicúa y me entregó el libro de Sergi, pequeño, ideado para cualquier bolsillo, también en lo económico, que se precie.

Sirvieron fresas y bebimos chupitos hasta que de un taxi deambulé por un concierto, breve interludio antes de las risas del jardín. Ya de noche recordé los versos que albergaba mi chaqueta y recité Baloncesto a mis amigos, estupefactos y más que derrotados por la longitud de la velada.

En el parque hay hologramas en blanco
Y negro jugando a baloncesto.

El bar prorrumpió en un clamoroso aplauso. Los clientes exigieron el cierre, montaron pancartas en un santiamén y salieron a la vía pública para elogiar el nacimiento de una obra que sabe leer su época. Lo proclamaron a los cuatro vientos y los transeúntes se unían a la manifestación, alegres y satisfechos. Esto no sucedió, aunque sí fue mi objetivo dominical.
Al fracasar en mi tentativa entré en una profunda depresión que he subsanado esta mañana mediante la lectura de E-mails a Roland Emmerich, título con regusto moderno que me ha obligado a visitar Wikipedia para enterarme de quien es el destinatario de los correos de Sergi. Cultura popular. Independence Day es la llave que abre la puerta a lo apocalíptico del poemario del autor barcelonés, que sus palabras transforman en un calidoscopio lírico, un rostro con múltiples caras.

En algunos momentos los versos del poeta suenan a sentencias del Tractatus de Wittgenstein por su mezcla de frialdad y certeza. En otras ocasiones emerge Joan Salvat-Papasseit, o quizá se trate de Salvador Dalí. Dudo, y es bueno porque detecto a cada página que las influencias, donde figura en un trono de honor Fernández Mallo, sirven para crear una voz propia que ha concebido estos peculiares e-mails, reflexiones divididas en tres actos y un epílogo, con inusual madurez para un debutante, y ello seguramente se deba a la edad de Sergi, treinta siete primaveras que ayudan a comprender mejor algunos porqués suscitados por sus misivas al director alemán.

Las macetas son regadas por vasos
capilares de viejas canciones
afrancesadas.

Entre ellos destaca la capacidad de derrotar el fracaso que puede suponer un poemario con lenguaje contemporáneo, el fracaso o la incomprensión, entre otras cosas por lo complicado que es introducir alteraciones rotundas sin hacer el ridículo en el verso hispano, bien vivo, pero también bastante reacio a lo inconformista y, desde mi punto de vista, bastante conservador en su esencia. E-mails a Roland Emmerich es moderno en su justa definición de diccionario: Acorde con el tiempo actual, avanzado en sus características, usos o costumbres.

Y es muy difícil serlo. Me da la sensación que mi único error ha sido leer el poemario en mi casa. Debería haberme trasladado a una nave industrial abandonada, un aeropuerto o un centro comercial en hora punta para captar lo gélido de una urbe estática, como si el reloj se hubiera parado tras una explosión constante de lluvia ácida que ha mutado la pantalla al blanco y negro. Estamos en Barcelona. O en Madrid. Seguro que en Pompeya. Sergi no pretende dictar máximas absolutas. Dice necesitar la distancia y la topografía de la historia, proclama como quien pide un café que es uno más que ni siquiera se preocupará en entender un final de hierro y níquel, la velocidad, lo inasible de una época adicta al nanosegundo.

Huele a muerte y hay una especie de mensajero, un observador de la realidad, en la que ya todo es ficticio, con pocas excusas para no salir de casa y tomar nota del presente mientras padece, un grito general, al sentirse en una soledad que se agudiza con preguntas al vacío que nadie responde. Estatuas y hielo. Civilización y frío industrial que diría el patriarca en sus nocheviejas.


No había perros en Dublín. En Pompeya se arrastran, son pedigüeños agónicos, y en el falso futuro, que cada jornada acariciamos sin más remedio, todos nosotros circulamos imitándolos. Sergi de Diego es crítico con lo que le rodea, y dirán que es bien lógico. La cuestión estriba en serlo con un discurso que avale los pensamientos y no recurra a tópicos.


Lo mejor es la frescura que esputa contra la solemnidad con elegancia, saber que el polvo sólo se halla en algunas metáforas del poemario. La tecnología susurrándonos al oído cotidianidades. Colapso. Códigos informáticos. Nadie como Roland Emmerich para utilizar un volcán, para secuestrar el habla.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Podcast sobre Cineastas escritores en el Laberint de Wonderland




Hoy en el Laberint hemos hablado de cineastas escritores. Justo antes del principio había un jaleo increíble por el pasillo de la emisora, precisamente por culpa de un actor. Cuando nos hemos centrado en directores con obra literaria hemos ido acelerados, pero Federico Fellini, Julio Medem, Pedro Almodóvar y Luchino Visconti han llegado a buen puerto. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 40 clickando aquí

Vídeo de mi panel en EncuentroBlogsLiterarios 2012





El pasado tres de marzo tuve el placer de participar en el Primer EncuentroBlogsLiterarios organizado por Gonzalo Garrido. En mi panel intervinieron nombres del calibre de Daniel Arjona, Julián Rodríguez, Ainize Ukey, Jenn Díaz y Pilar Adón, entre otros. Os dejo con el vídeo del debate, que podéis visualizar clickando aquí




Foto: JCJ

martes, 27 de marzo de 2012

Miércoles 27, Cineastas escritores en el Laberint de Wonderland








Tras hablar la semana pasada de escritors cineastas, giramos la tortilla y este miércoles dedicaremos la sección a cineastas escritores. El cuarteto que animará nuestro tiempo se compone de dos nacionalidades. Por Italia tendremos a Federico Fellini y Luchino Visconti, y por parte española Pedro Almodovar y Julio Medem servirán de ejemplo para hablar de tan interesante dualismo.








Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

viernes, 23 de marzo de 2012

Diálogo con Jorge Volpi en Sigueleyendo





Diálogo con Jorge Volpi, por Jordi Corominas i Julián


Ha sido duro y he salido del paso. La jornada se compone de demasiadas partes aceleradas de vaivenes mentales acuciados por efectos del exterior. Salgo de la radio feliz, camino decidido hacia mi casa y llaman al timbre. Mensajero, abra. ¿Cómo no voy a hacerlo? Miércoles, 17 horas. A las diez menos cuarto del día siguiente entrevisto a Jorge Volpi. El paquete contiene su última obra, La tejedora de sombras, premiada con el Premio Casa América 2012, una novela centrada en triángulos amorosos y psicoanalíticos que evolucionan a lo largo de cuatro decenios. El núcleo central del relato se basa en la historia real de Christiana Morgan y Henry Murray, amigos, amantes y colaboradores inmersos en una perpetua convulsión donde Carl Gustav Jung juega un papel decisivo.

Llego a Casa Fuster y en recepción me acogen con amabilidad al tiempo que me someten a un tercer grado. ¿Qué hace usted aquí? ¿Se come el colibrí en pepitoria? ¿ Kas naranja o Kas limón? Pido sentarme, hojeo los periódicos de la mañana, me quito cuatro legañas y la puerta se abre para recibir al autor mexicano con su maleta a cuestas. Nos damos la mano, intercambiamos las cuatro frases habituales y procedimos, acompañados de una carpeta con ejemplos del Test de apercepción temática, a registrar nuestro diálogo.

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Jordi Corominas i Julián — ¿Cómo descubriste la historia real que articula La tejedora de sombras?


Jorge Volpi — De casualidad. Estaba Como profesor visitante en Cornell, e investigaba para mi novela No será la tierra, y se me ocurrió introducir a Unabomber, el terrorista que manda cartas bomba. Busqué cosas sobre él y di con un libro de Aston Chase que narra la educación de Unabomber desde niño hasta que se convierte en terrorista. Estudió matemáticas en Harvard, con resultados brillantes pese a su inadaptación. Una de las cosas que más le perturbaron durante esa época fue formar parte de un experimento psicológico al que le sometió un profesor, Henry Murray. A partir de ese punto descubrí datos biográficos de su persona y su extraña relación amorosa con Christiana Morgan. Al final Unabomber no apareció en la novela.

J.C. — Y así empezaste a centrarte en Christiana y Henry.

J.V. — Su historia me siguió dando vueltas. Hacía mucho tiempo que quería escribir una historia de amor mezclada con terror.

J.C. — Y a partir de esa mezcla la historia tiene un aliciente extra porque los mismo ingredientes esenciales de los personajes rompen con lo convencional.

J.V. — No hay nada de tradicional en su romance, pese a que ellos intentan ser el paradigma de la gran historia de amor absoluto.

J.C. — Da la sensación que ambos evolucionan al ritmo del siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial hasta los años sesenta. La Historia condiciona e influye en sus actitudes.

J.V. — Sí. No están vinculados de ninguna manera al poder o a la Historia con mayúsculas, pero que están muy afectados por el paso del tiempo, además siendo ambos tan longevos. Murray murió a los noventa y tantos, Christiana también vivió mucho, ayer se cumplieron cuarenta y cinco años de su muerte.

J.C. — En la novela se percibe una fascinación mayor por Christiana, es la verdadera clave del relato.

J.V. — Mientras escribía la novela titulé el proyecto Wona y Mansol, haciéndome eco de Abelardo y Eloísa, de Romeo y Julieta, de Tristán e Isolda…

J.C. — El componente wagneriano que abre la puerta al romance…

J.V. — Exacto, pero luego me di cuenta que la novela es sobre ella, más que sobre ambos. Christiana destaca por encima de todos, y ahí fue cuando decidí cambiar el título, con un nombre que se refiriera a ella.

J.C. —¿Y por qué La tejedora de sombras?


J.V. — Es un título que me vino a la cabeza de pronto. Me daba la impresión que esas sombras, las que cuenta en su diario, son las que de niña la encerraban en el armario y más tarde le provocaron visiones. Toda su vida trata de averiguar cuáles son las sombras de su conciencia.

J.C. — Desde el principio del libro se nota que ambos son personajes marcados por una tensión psicológica y un malestar interno muy fuerte.

J.V. — Sí, y no sólo interno. Su malestar mental se traslada al exterior.

J.C. — Además da la sensación que Christiana se siente interesada por el psicoanálisis casi más por un rasgo de esnobismo burgués.

J.V. — Es un rasgo muy presente en la burguesía de la época, pero ella se distingue porque además del esnobismo ha sufrido una serie de depresiones que le dan pie a buscar una salida que conduce a su interés en el psicoanálisis que en primer término es su salvación y posteriormente será su condena.

J.C. — Y pese al disfrute vital que alimenta las primeras páginas, con dos parejas americanas divirtiéndose en la Europa de los años veinte, uno capta desde el primer instante una obsesión casi enfermiza por conocer en persona a Jung, como si fuera un taumaturgo redentor.

J.V. — Yo tuve esa sensación. Jung para ellos es más un gurú que un psicoanalista al uso. Actualmente en México muchas mujeres de clase altas viajan a La India a los ashrams para consultar a santones. Si lo trasladas a los años veinte comprobarás que Jung cumple la misma función. Recibía sobre todo visitas de norteamericanas, pero un sinfín de mujeres acudieron a Zurich con la esperanza de encontrar la salvación.

J.C. — Mientras leía La Tejedora de sombras no podía dejar de pensar en la película Un método peligroso de David Cronenberg.

J.V. — La historia de Cronenberg cuenta la primera aproximación de Jung a una relación triangular con Sabina Spielrein y la ruptura con Freud. Al final rompe con ambos. Luego pasa el tiempo, y cuando Christiana y Henry llegan a Zurich, Jung ya tiene la relación triangular deseada. Ha convencido a Emma de la conveniencia del experimento y la señorita Wolff es aceptada con plena normalidad.

J.C. — Jung mueve a sus pacientes como si fueran marionetas. No sé si en América Jung tiene arraigo que Freud, pero al leer la novela me sorprendía al ver como el método Junguiano más que curar derivaba hacia un dominio puro y duro de la paciente.

J.V. — Siempre me ha interesado el poder en todas sus manifestaciones, y aquí Jung lo ejerce sobre sus pacientes. Christiana y Henry quieren compartir un poder, que es amor, fundirlo, aunque finalmente su relación demuestra la imposibilidad de su objetivo.

Por otro lado cuando revisé los cuadernos y diarios de Christiana encontré especialmente interesante los que escribía al final de cada sesión con Jung. Regresaba a su habitación de hotel y transcribía lo más literalmente posible todo lo que Jung le decía. Ver esos cuadernos es tener la sensación directa de una sesión terapéutica con Jung. Y aunque en la novela casi no hay citas textuales de los diarios, sí que decidí dejar las réplicas junguianas.

J.C. — Las respuestas de Jung son lapidarias, como si supiera todo de antemano y atrapara a Christiana en una tela de araña.

J.V. — La secuestra en una construcción imaginaria que ella vislumbra como un verdadero camino hacia la salvación.

J.C. — Previamente a Jung hay que explicar que la historia entre Henry y Christiana está precedida de otros menage a trois con Jo y Will. No sé si los pensaste a nivel estructural, pero en todo momento la trama crea una evolución de triángulos.

J.V. — El juego geométrico de la pasión. Hay triángulos por todos lados, y hasta cuadrángulos. Son formas de la geografía del amor.

J.C. — En todo caso no hay ningún amor tranquilo en la novela.


J.V. — Todo es perturbación. Henry y Christiana deciden romper con sus parejas, y les cuentan la verdad, y esta decisión es el inicio de una espiral de sufrimiento que hará sufrir a antiguos amores, hijos, amantes y hasta ellos mismos. La perturbación se expande.

J.C. — Y Christiana, pese a su evidente modernidad, está aquejada del mal antiguo de no liberarse de su hombre, siempre quiere estar a su lado, lo que conlleva una quiebra de su independencia.

J.V. — Jung considera a Christiana una mujer inspiradora y le dice que las mujeres sólo tienen dos opciones: criar grandes hijos o grandes hombres, pero nunca aparece la posibilidad siquiera que ella sea una creadora.

J.C. — Pero lo es, y mucho.

J.V. — Sin embargo nadie lo reconoce.

J.C. — Abres el libro, te encuentras las ilustraciones de Christiana y piensas en Blake o los expresionistas alemanes. Era una ilustradora brillante, una pensadora inteligente y sufre el mal de la mujer marginada a nivel intelectual.

J.V. Aquí ( Jorge me muestra el test de apercepción temática) hay excelentes dibujos de Christiana que siguen usándose en la actualidad.

J.C Y en el psicoanálisis ella, pese a su supuesto amateurismo, abre vías pese a que luego queda relegada, hasta en la torre que Henry construye a imitación de la de Jung. Una torre así parece un regalo caído del cielo para que un novelista imagine y saque conclusiones.

J.V. — Conforme avanzaba la historia descubrí que ella hizo todas las tallas de madera y piedra de la torre. La división de la misma se basaba en lo espiritual arriba y el trance sadomasoquista del sótano. Ella se encargaba de todos los rituales que ellos mismos inventaban en su privacidad, desde libros para ceremonias hasta a que dioses rezar.

J.C. —¿Tenías claro desde el principio la manera de enfocar la estructura? ¿Cómo enfocaste la cuestión de la linealidad cronológica mezclada con lo mental de los personajes?

J.V. — La novela no es exactamente cronológica porque no quería hacer una biografía, quería saltar más al mundo interior. Por otra parte estructuralmente hay otras dos cosas. Lo musical, construí la novela en forma de sonata: cuatro movimientos, repeticiones, particiones y tiempos. La otra intención era encontrar la voz de ella. La novela empieza con una extraña voz omnisciente a la que luego se mezclan otras que no obstaculizan finalizar sólo con la voz de Christiana.

J.C. — El narrador va disolviéndose…

J.V. — Esa era la idea, que se disolviera el narrador para llegar a ella.

J.C. — Si hablamos de lo musical creo que desde el episodio de la ópera de Nueva York se presiente su trascendencia y la de elementos propios de tragedia griega. El conflicto con el hermano de Henry, el juego de parejas, el viaje, el destino…

J.V. — La salida, el regreso…intentan cumplir el camino iniciático marcado por Jung.

J.C. —¿Crees que el psicoanálisis ha quedado en nuestro imaginario como un vestigio del siglo XX que ha dejado de tener sentido?

J.V. — Viví en París tres años y estuve muy cerca de círculos psicoanalíticos que defendían a capa y espada la aplicación del método freudiano y lacaniano más allá de su valor como construcción cultural. Esta pasión que nos parece acabada todavía mantiene su vigencia en círculos europeos y argentinos.

J.C. — A partir de la Segunda Guerra Mundial, Henry vira su trayectoria por completo y su tarea psicoanalítica se vuelve potencialmente peligrosa. El sueño de la razón produce monstruos.

J.V. — Exacto. Durante la Segunda Guerra Mundial las teorías de personalidad que provienen de Jung le sirven a Henry para aconsejar a la CIA para hacer experimentos que luego llevarán a los test de estrés con drogas y a la amistad de Henry con Tim Leary, cruzando así su biografía todo el arco del siglo XX.

J.C. — Al final la voz de Christiana se disuelve y ha perdido el punto de brillantez que la convirtió en catalizadora. ¿Es lo que querías mostrar?

J.V. — Es una novela sobre el paso y el paso del tiempo, la decadencia física y moral del amor.

jueves, 22 de marzo de 2012

Podcast de escritores cineastas en el Laberint de Wonderland




Ayer entre campana y campana Wonderland llegó al Laberint y hablamos de escritores cineastas, sobre todo de Jean Cocteau, Pier Paolo Pasolini, Gonzalo Suárez y Paul Auster. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 38 clickando aquí

martes, 20 de marzo de 2012

Miércoles 21, Escritores cineastas en el Laberint de Wonderland



Tras nuestra charla con Enrique Vila-Matas, esta semana en el Laberint de Wonderland seguimos una senda indirectamente relacionada con el autor barcelonés. La sección estará dedicada a escritores que combinaron la literatura con el cine. Entre el gran elenco a nuestra disposición nos hemos decantado por cuatro nombres de altos vuelos: Jean Cocteau, Pier Paolo Pasolini, Paul Auster y Gonzalo Suárez.














Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

viernes, 16 de marzo de 2012

Peligro de Extinción en Bcn Mes: Chatarreros S.A.






Chatarreros S.A., by Jordi Corominas i Julián

La crisis de Zapatero la paga el chatarrero. El grito de guerra de los manifestantes del doce de agosto en Madrid era claro. El gremio estaba más que indignado y amenazaba con montar su 15M particular. No saltaron chispas ni llegó la sangre al río. La queja estribaba en que una nueva ley prohibía a tan noble oficio la recogida de chatarra y hierro en la vía pública. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Qué está pasando?

A más crisis más necesidad. El chatarrero no ha muerto, y es más que probable que no tuviera dinero para irse de parranda, aunque todo es matizable, ya saben. Hace cosa de medio año constaté en la Calle Mozart el renacer de tan vetusta profesión. Una furgoneta blanca circulaba por Gracia a paso de tortuga con claras intenciones recopilatorias. Su objetivo era convertir el interior del vehículo en un Diógenes desechable que valoraba cualquier objeto para su posterior explotación. La chatarra es polisémica y ha cambiado su rostro ante los malos tiempos que corren. Los mejores días para desarrollar su tarea son siempre aquellos en los que la gente de bien deposita sus desechos en la vía pública para disfrute del amor a lo gratuito. Muebles, juguetes, bragas, balones y juegos de mesa. El precio va a peso y está al alcance de cualquier hijo de vecino que circule y se encapriche por las bagatelas abandonadas, prendas que, como las monedas, no quieren caer en la nada y desean seguir con vida. No importa la mano que las posea. La clave radica en sobrevivir, bonita metáfora de una época que en apariencia quiere prescindir del lujo y adaptarse a lo básico.

Y el chatarrero lo logra con creces, reconvirtiéndose. No sé si aún existen esos campos repletos de muertos tecnológicos, residuos de coches, lavadoras y utensilios caducados para disgusto del consumidor. Al fin y al cabo el capitalismo es así. Primero llenó su carro, que es el nuestro, con reclamos elementales. Compra lo que requiera tu hogar para su perfecto funcionamiento y serás feliz. Era una economía machista que aseguraba un rendimiento casi a perpetuidad. Cuando el 100% de la población completó el ciclo el viraje ahondó en lo específico. ¿Te gusta la petanca? Tranquilo, tenemos accesorios y gamas avanzadas para el goce de tus sentidos. ¿Quieres jueguetes? Pasea por nuestra tienda, hallarás desde la barbie hasta el monstruo más inexplicable del Planeta. No sufras, el cliente siempre tiene la razón y nosotros estamos aquí para satisfacerte.


Tanta era la dicha que, de repente, los electrodomésticos se estropeaban cada dos por tres, lo que unido al anhelo de novedad y la reducción de las distancias hizo que una nueva generación caprichosa variara sus hábitos de consumo, proceso facilitado por las empresas con programas de puntos y descuentos de pacotilla. El símbolo es el móvil, si bien tal honor podría recaer en una invisible rueda que propicia la interrumpida cadena que nos atrapa y acumula. El mundo como un montón de mierda esparcida en infinitas cuatro paredes que un día estallan y destierran la imbecilidad a un ángulo accesible para el transeúnte aquejado del mismo mal compulsivo.

Quien escribe este artículo es un chatarrero minimalista. Contemplo las estanterías de mi cuarto y tengo extraños peones de ajedrez, detectives en miniatura y hasta mi última adquisición, un libro de 1912 en alemán sobre la guerra franco-prusiana que alguien arrinconó al lado de una fuente de mi barrio. Desde luego no era Michael Fassbender. Su personaje en Shame es adicto al sexo y una noche cree eliminar su vicio en una bolsa de la basura repleta de vídeos, revistas y hasta del ordenador que le permite masturbarse con la excelencia de infinitas páginas porno. El destino de tan preciada mercancia es la calle, mercado de lo ajeno y la esperanza de la ganga.

El chatarrero de la nueva era no tiene escrúpulos y gusta de ser hormiguita. No entiende de darwinismos. Luce en su automóvil informaciones inútiles escritas con clamorosas faltas de ortografía que no reproduciremos por pudor. Nombre. Número de teléfono. Aceptamos cualquier tipo de mercancías. A diferencia de los demás bípedos actúa en grupo en su misión higiénica de arramplar para su negocio, principal causante del actual auge de los otrora conocidos como rastros o encantes, Ikeas del cutrerío que son cool porque así lo hemos querido en la máxima del bueno, bonito, barato que nos acerca a lo tercermundista con máscara de estar a la última. Unos siembran, otros recogen y lo vintage en mesas horteras justifica no identificarse con los vendedores que despreciamos mientras desarrollan su actividad de caza y pesca, jara y sedal.

Total, quien tiene billetes se siente poderoso pese a perpetuar la mediocridad en la sagrada cuerda del timo de la estampita lavado con Perlán.

Ilustración: Nil Bartolozzzi

jueves, 15 de marzo de 2012

Lee las primeras páginas de mi John Wayne, editado en Sigueleyendo



Además de publicar su colección de Bichos, Sigueleyendo da en su página web la posibilidad de leer las primeras páginas de los cuentos, que se venden a un euro. Recientemente mi relato John Wayne, adaptación del soldadito de plomo en la Barcelona de 1963, puso a disposición del público el primer capítulo de mi relato. Puedes leerlo clickando aquí

miércoles, 14 de marzo de 2012

Podcast de la entrevista con Enrique Vila-Matas en el Laberint de Wonderland




Hoy hemos entrevistado a Enrique Vila-Matas, que ayer, martes y 13, publicó su última novela, Aire de Dylan. Puedes escuchar el podcast a partir del minuto 27 clickando aquí

martes, 13 de marzo de 2012

Miércoles 14, Enrique Vila-Matas y su novela "Aire de Dylan" en el Laberint de Wonderland



Mañana el laberint de Wonderland se viste de gala para recibir a Enrique Vila-Matas. Con él hablaremos de varias cosas, pero sobre todo de su nueva novela "Aire de Dylan"; al ser un pogram especial el tiempo de la sección se alarga y dedicaremos media hora al escritor barcelonés, con quien uno se pasaría charlando la vida entera.












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domingo, 11 de marzo de 2012

El Nazi perfecto de Tim Davidson en Revista de Letras





La disección del engranaje a través de un peón: “El nazi perfecto”, de Martin Davidson
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 8.03.12



El nazi perfecto. Martin Davidson
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama (Barcelona, 2012)




“La desdicha, la vergüenza, el odio, las mentiras y la guerra civil se grabaron en nuestra alma y nos hicieron crecer deprisa. Así que buscamos y encontramos a Adolf Hitler. Lo que nos atrajo como un imán fue precisamente el hecho de que sólo nos puso exigencias y no prometió nada. Exigía únicamente nuestro compromiso con él y con Alemania”.

(De un oficinista nazi nacido en 1911).

Decía Ian Kershaw en su monumental biografía sobre Adolf Hitler que el nazismo es el tema que mayor volumen de publicaciones ha generado en la densa y vasta historiografía dedicada al siglo XX. No es ninguna sorpresa. Seria interesante clasificar tal enorme cantidad de información en varias parcelas que seguramente abarcarían desde bodrios infumables hasta concienzudos ensayos de gran magnitud.

Circulas por la calle, charlas en los bares y notas que el nazismo ya tiene una imagen determinada en el imaginario colectivo. El problema es que algunos atributos de su mal han ganado la partida de una matemática sencilla donde nos dejamos impresionar por los hechos y no pensamos en la banalidad de las causas y acciones que terminaron provocándolos. Ojo, algún lector dirá que estamos minimizando una cuestión fundamental. Se equivoca. Lo más dramático fue la normalidad desde la cual millones de hombres siguieron la estela de unos postulados contrarios a cualquier noción de Humanidad. Hitler sedujo a una generación de alemanes, y más allá de los nombres rimbombantes de sus colaboradores y las fechas de batallas y decisiones conviene fijar la vista en los peones adictos a su credo.

El nazi perfecto de Martin Davidson tiene un claro aire a Los hermanos Himmler (Libros del Silencio, 2011), donde Katrin Himmler, sobrina nieta del líder de las SS, diseccionaba las actividades de su clan durante el Tercer Reich. Y la verdad, su conclusión fue la de hallar un mundo sin inocentes donde el engranaje funcionaba con piezas anónimas que contribuían desde su insignificancia a potenciar la explosión de la salvaje máquina nacionalsocialista.



Martin Davidson, encargado de la sección de Historia de la BBC, siempre sospechó que su abuelo alemán Bruno Langbehn ocultaba un pasado más que oscuro. Sus conversaciones con el otrora dentista berlinés le hicieron intuir una personalidad autoritaria con ademanes marciales. Hasta finales del Novecientos muchos habitantes del país más poderoso del Viejo Mundo se hacían los suecos cuando alguien preguntaba por la etapa nazi. No, yo no sé nada, no estuve implicado. Los rastros debían cancelarse para poder proseguir con la cotidianidad.

Sin embargo, a principios del siglo XXI se abrió la veda, y ello ha permitido redescubrir viejas vivencias que plasman una sociedad entregada a la vorágine de la locura. Bruno fue un pionero en dar su existencia a lo mesiánico de la esvástica, y lo hizo de manera que su biografía constituye un excepcional documento para comprender el funcionamiento interno de las huestes germánicas en la encrucijada de entreguerras y su diabólica deriva.

Bruno creció en Perleberg, una ciudad de provincias en la que rápidamente se imbuyó de un clima militar pesimista que tras la Gran Guerra incrementó su amargura por el fracaso y la culpabilidad que acarreró el Tratado de Versalles. En 1922, con apenas dieciséis años, se trasladó a Berlín, sacudido por una inflación desproporcionada y las ansías populares de enmendar el desastre. La derecha no se resignaba y el joven no tardó en inscribirse al Partido de la Libertad, que abandonó en 1926 para apostar sus cartas al por aquel entonces minoritario NSDAP. El hecho de ser un camisa vieja se unió a su irremediable y bravucona vocación callejera. Se enroló en las SA cuando ése cuerpo era el no va más de lo paramilitar, y además lo hizo en el escuadrón más temible. Las hazañas del Sturm 33 ocuparon infinitas páginas por su bestialidad, lo que no impidió al objeto de estudio de Davidson dedicarse a la práctica de la profesión médica, lo que más tarde revelaría su más tenebrosa faceta en el entramado nazi.

La crisis del 29 fue la plataforma sobre la que Hitler sustentó su éxito electoral. Las SA, omnipotentes y conscientes de su atractivo para una multitud deseosa de transformar la República de Weimar, quisieron aprovechar la situación para imponer sus prerrogativas. El envite entre política y milicia urbana se saldó a favor de la primera, lo que culminaría en 1934 con la noche de los cuchillos largos, penúltima jugada nazi en su tablero de consolidación hegemónica.

Bruno no se vio salpicado y supo leer bien la que se avecinaba. En 1937 subió otro escalafón al ser aceptado en las SS. Ya no era uno del montón. Pertenecía a la jerarquía y se sintió cautivado por el privilegio y el letal símbolo del uniforme de los hombres de negro, aunque sus tareas fueran de despacho en despacho y de inteligencia en inteligencia hasta revisar elencos de dentistas judíos y desplazarse a Praga en la agonía del Reich en la Segunda Guerra Mundial.

El nazi perfecto sobrevivió al calvario de la posguerra. Mandó su apellido al exilio burocrático, no osó pisar Berlín durante una buena temporada y recobró vigor cuando el mundo bipolar y la Guerra Fría eclosionaron para decretar la desmemoria del crimen y la impunidad de muchos de sus ejecutores. Bruno tuvo una plácida vejez, juntándose con sus nostálgicos amigos que nunca renegaron de su deleznable epopeya.

El volumen publicado por Anagrama apunta a la confirmación de una tendencia en obras recientes que versan sobre la época nacionalsocialista. Antony Beevor, desde una óptica más académica, inauguró la senda con Stalingrado, que analiza e informa con rigor combinando con acierto las anécdotas y discursos más íntimos del frente. Pese a ello, sus libros son ensayos donde el narrador no interviene en los hechos, algo que sí prevalece en HHhH de Laurent Binet, en el texto que nos concierne y en la ya mencionada Los hermanos Himmler, como si así el relato personal y su brío cercano empatizaran más con el lector medio que no devora, por pavor a lo sesudo con notas al pie o por el tono de los manuscritos, otras posibilidades con un estilo más propio de especialistas en la materia.

sábado, 10 de marzo de 2012

Mi no entrevista con António,con acento en la o, Lobo-Antunes en Sigueleyendo





Todo es cronología, hasta las palabras que flotan, la música que escuchas o el ruido que traspasa las paredes de tu hogar. Oh sí, muy lírico. Dejémonos de tonterías. Escribo sobre una no entrevista al aspirante a ganar el Nobel, un portugués llamado António, la tilde no es un error, Lobo Antunes, un portugués con experiencia bélica, muchos libros escritos y una trayectoria que suele ser alabada por propios y extraños por riesgo, temáticas y tener aquello que solemos denominar estilo. Hasta aquí todo bien.

Hace dos semanas la editorial Mondadori me envió su última novela. Se titula ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? Y pensé en una canción hortera de Cecilio: Los pajaritos. “Desde niño fue criado con mucho temor de Dios, de sus padres estimado y del mundo admiración. Fue caritativo y perseguidor, de todo enemigo con mucho rigor“. Una y otra creación no tienen nada que ver, pero coincidieron en mi existencia justo en el mismo instante. Cecilio me dio humor, Lobo Antunes una novela árida con una estructura que asimila la muerte de la matriarca familiar con la evolución de una corrida. Y no vean los vaivenes del clan protagonista. El padre un cabrón infumable, los hijos unos desgraciados que flirtean con la avaricia, las drogas, la homosexualidad y la pesadilla de su condición. Todo ello transcurre a lo largo de trescientas páginas que en principio parecen deshilvanadas, aunque la clave cuando las cosas se ponen complicadas es prestar atención y así se doma el hilo narrativo, sin dificultad ni lamento, y hasta sacas aprendizajes útiles que fermentan con el tiempo, porque la verdad, cuando uno preparara una entrevista se fija en los detalles, que sin embargo se valoran a posteriori, cuando el encuentro se ha asimilado y los frutos han madurado en la materia gris.

Lo peor es que a quien escribe le gusta un tipo concreto de entrevista río, un diálogo que se basa en la concatenación de la pregunta con la respuesta anterior para que las partes tengan plena relación entre sí. Mi método- criticado por los trolls de siempre, imitado por algún que otro sinvergüenza y alabado por personas que olvidan el ego en casa- es exigente y comporta una pesada labor que no sólo comporta transcribir palabras y más palabras. Pues muy bien majo, tú te lo has buscado, bien podrías hacer como todos los demás y no te quejarías.

A ver, que quede claro. No me quejo. Leí el manuscrito del luso, respiré al saberme un inútil a medias y hasta hice un esquema de la dramatis personae para aclararme entre tanta ausencia de puntuación, apariciones esporádicas del autor, repeticiones mnemotécnicas como si de un volumen historiográfico se tratara y un dolor general que no supe percibir auténtico porque la estructura lastra al resto de la novela, lo que es loable por voluntad experimentadora y defectuoso porque significa confirmar un fracaso en la cuadratura del círculo. Remarqué los pliegues en las páginas que activaron mi curiosidad, deposité la obra en mi mesita de noche y a otra cosa mariposa, que uno entre performances, ganar dinero para comer, e-mails y llamadas telefónicas ya tiene bastante. Además ya saben, conviene reposar las ideas, no es bueno estudiar la noche antes de un examen.

Así que terminé ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? y abrí La vida de hotel de Javier Montes, uno de esos jóvenes treintañero españoles que al no pertenecer a ningún grupo de leche, cacao, avellanas y azúcar no goza del reconocimiento que su prosa merece. Bueno, en realidad quería decir que es un completo desconocido para muchos, pero si preguntan por la calle sobre el mundillo se darán cuenta que eso ocurre con el 99% de los individuos que conforman tal extraño engendro. Uno que sí es célebre por méritos propios es Juan Marsé, con quien citaron a Lobo Antunes para conversar en el CCCB. No asistí a tan magno evento porque un recodo de mi cerebro ya intuía el desenlace de esta historia que os cuento para paliar la frustración de una negativa, un rechazo poco amoroso y nada caritativo en el hall de un hotel, colmo de mis males, en una esquina inventada en pleno centro de mi Babilonia natal.



Hace una semana incubaba un resfriado. Localicé sin dificultades la escena del crimen, saludé a la encantadora Eva Cuenca y divisé a escasos metros la figura que me había llevado a la neutralidad de un salón trastornado por las cámaras de televisión. En la novela de Javier Montes el vestíbulo del hotel es una refundación con vestigios de antaño que conduce, una vez el protagonista se dirige a su habitación, a la efeméride de una llave universal y un equipo en pleno rodaje de una porno o de sexo en directo para la red. Otra vez un autor se carcajeó a lo loco al comentarme que su habitación del Barceló, el monstruo que quiere embellecer la Rambla del Raval, le recordaba a un burdel con su impepinable luz rosa. Cosas de jinetes polacos. Hace poco Elena Blanco, Gonzalo Suárez y quien escribe presenciaron el derrumbe de una mujer de mediana edad tras resbalar en la recepción de un cinco estrellas ramblero. Las maletas se precipitaron al abismo y la fémina, rubia y anglosajona, deslizó su no tan grácil figura en el suelo reluciente a la T-1, donde la transparencia es obscena.

Aquí lo sórdido fue saber que como mucho dispondría de diez minutos. Lobo Antunes estaba sentado en un sillón de ringo rango y los de la tele le hacían sudar con sus focos. Sudaba y respondía. Respondía y en su fuero interno rezaba por una paz tan contundente que dejara la de Westfalia a la altura del betún. Un cigarrillo. Nicotina. Jordi, síguenos. Ruido de motores. António, con acento en la o, me ofrece fuego. Come on baby light my FIRE. Una periodista italiana es la siguiente y dice aterrizar de Madrid. A Lobo le encanta Madrid. Es muy imperial según la rubia napolitana. Estoy medio enfermo y pienso en lo que tiene que soportar un mortal al portar con porte el portal de la literatura de calidad. Murmullos. Es imperial. Y castiza añadiría, con gente estupenda, una juerga quince veces mejor que la de Barcelona y menos ranciedad, con garitos abiertos hasta las tantas y carcajadas que justifican la sonoridad del vocablo. Callo y penetramos otra vez en lo diáfano y siniestro del hotel. Diez minutos. Es una revista del corazón que sólo consumo en las peluquerías de mi barrio.

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Me recomiendan, para complementar mi hipotético diálogo con el lisboeta, escuchar las disertaciones de la blonda. António, con acento en la o, está fatigado de grabaciones, libretas y la rutina de los que arden por ser originales con sus cuestiones. Cierra los ojos. Se toca la cabeza. Habla muy bajito, y eso alarga el lance. La fiesta, las mujeres y la frontera. Sí, el título es una canción. No entiendo su pregunta. Tensión. Tic TAC, tic TAC. La mayúscula es del Word, pierde la chaveta. Lobo es un veterano curtido en estas lides y no quiere empatizar, y hasta cierto punto es normal, no por ella, sino por la maratoniano sesión de toma y daca promocional. Ya canceló de su disco duro la gestación de la novela y su argumento. Las escribo, no soy su lector.

Yo sí lo fui, pero concluyo que es quimérico calentar mis posaderas. Cinco minutos con un escritor exhausto al que le disgusta coloquiar sobre su obra con desconocidos es un límite que ni el Bronx. Suena mi teléfono. Me apremian para comer. Por la tarde doy clases. Lo siento, realmente no hay tiempo, y es irrefutable. Recojo mi grabadora, el periódico y me despido. Que una no entrevista era esto, no lo supe hasta más tarde. Languidecer, revertir, es el único consuelo a la zozobra.

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jueves, 8 de marzo de 2012

Viernes 9 de marzo, 21h30 minutos, Tercer aniversario de Loopoesía en Inusual Project



Increíble pero cierto, Loopoesía cumple tres años y desde entonces van más de 50 shows, una misa loopoética, un poemario con todas las suites en e-book, transformaciones y nuevos shows en un año y ahora el espectáculo de 2012, que a partir del 23 también tendrá su propio poemario, editado por Versos&Reversos.


Para celebrar el aniversario hemos elegido nuestro local fetiche, Inusual Project. Contaremos con el siguiente cartel.


Tercer aniversario de Loopoesía

Viernes 9 de marzo, 21h30

Inusual Project c/ de la Paloma 5 (Raval)


con


Habana con Kola


Wesphere


y Loopoesía 2012



3 grupos 4 euros



¡Os esperamos!


Loopoesía es amor

Podcast de escritores que no encontraron reposo ni en su tumba en el Laberint de Wonderland


Ayer en el Laberint de Wonderland paseamos con Kant, Poe, Descartes y Voltaire. Les visitamos, gracias al asesino hipocondríaco de Juan Jacinto Muñoz Rengel, en sus tumbas, sepulcros donde pese a todo no encontraron reposo, porque sufrieron múltiples y variadas incidencias. Puedes escuchar el Podcast a partir del minuto 42 clickando aquí

martes, 6 de marzo de 2012

Miércoles 7, Escritores que no reposaron ni en la tumba en el Laberint de Wonderland



De las fechas significativas sacamos buen partido y volverán, pero esta semana leí con sumo placer El asesino hipocondríaco de Juan Jacinto Muñoz Rengel y descubrí en su contenido algunos capítulos que parecían diseñados para un Laberint. Entre ellos me quedé loco con el dedicado a los escritores hipocondríacos que no encontraron reposo ni en la tumba bien sea por guerras, accidentes o disparates varios. El elenco es el siguiente.


1.- Immanuel Kant y la desdicha de Konigsberg

2.- E.A. Poe y los errores ajenos

3.- Descartes y la tumba de viaje y cabeza.

4.- Voltaire y el corazón en la Biblioteca Nacional

















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lunes, 5 de marzo de 2012

Biblioteca Nacional de Mario Crespo en Literaturas




Biblioteca Nacional de Mario Crespo, por Jordi Corominas i Julián


Mario Crespo, Biblioteca Nacional, Eutelequia, Madrid, 2012



Villa no es futbolista, ni estaba de parranda. Trabaja en la Biblioteca Nacional, pero su labor se ha visto obstaculizada por un tumor en vías de resolución que, no obstante, debilita su energía y le produce una profunda alteración de sus visiones cotidianas. La calvicie quimioterápica le da un aire a Pep Guardiola, y no sólo eso. El entrenador del Barça irrumpe en su vida mediante epifanías en lugares y momentos absolutamente inesperados, justo lo que le faltaba a este seguidor del Real Madrid con novia estable y una creciente afición al arte de la escritura que crece por pasión y los habituales artilugios contemporáneos que permiten conocer a otros literatos y así compartir el mal incurable de las palabras.

Cuando no acude al templo bibliófilo que le permite ganarse el pan transcurre el tiempo enganchado a Internet. Sus búsquedas corresponden a un afán de creerse único en sus pensamientos. Asocia conceptos, los teclea, fuma hierba terapeútica y atiende resultados. El problema es que cada vez que se enciende su lucecita topa con una repetición googlesca con nombre y apellidos: Mario Crespo, quien siempre se anticipa y publica en El viento que agita la cebada reflexiones idénticas a las suyas. ¿Es un ladrón que le ha robado el alma? ¿Todo? Nada?

La cuestión de tan molesto doble vehicula parte de la narración, bien nutrida de elementos simbólicos en el camino que conduce a una anómala puerta de la percepción donde Pablo llegará de la mano de los elementos que ocupan su día a día. María es la cordura de la duda en la estabilidad. Su compañera Alicia la posibilidad de cambio y el temor al mismo con un toque a Lewis Carroll. El amo, un veterano empleado que tiene en su cerebro un mapa tramposo de fantasía y escucha con atención al enfermo, que además de alucinar con las apariciones del Mister del mejor equipo de la actualidad también profesa una admiración sin par por otro catalán de armas tomar: Enrique Vila-matas, faro para parte de los escritores españoles que nacieron entre 1975 y 1980.

Entenderán que la tesitura ofrece un buen abanico de opciones. La rutina está presente y se rompe por el padecer del protagonista, físico y mental. Sus dilemas son interiores. La realidad exterior ejerce de campo de batalla para ubicar sus paranoias en lo concreto de la red y una arcana historia de científicos en el sótano de la Biblioteca Nacional.

Sanar. Hacerlo con garantías y allanar la ruta para que el mañana carezca de neurosis. Puede que tú, lector de la reseña, juzgues a Pablo Villa desde la perspectiva de un irremediable maniático en un tobogán de acelerado delirio. Sí, la rueda gira con obstinada regularidad en su ocasional ardid de confusión. El resto del proceso es calmo y analítico propio de una novela de iniciación que busca comprender el mundo para formular un yo definido en el reto de aparcar incertidumbres y abandonar el universo, tan típico de nuestra época, de idealizar el propio ego hasta los topes, como si al convivir con nosotros mismos tuviéramos mil piedras filosofales que nadie siquiera ha vislumbrado con anterioridad.

Lo autobiográfico del volumen corresponde al género en que se enmarca, que el autor usa con inteligencia, sin conformarse con lo tradicional a través de la vuelta de tuerca del alter ego. Mario Crespo cuenta las efemérides de un Pablo Villa atormentado, entre otras cosas, por la frustración que supone comprobar cómo Mario Crespo siempre le adelanta en ingenio.

Un club de la lucha a la española, la similitud entre ambas reside en la temática, en un ambiente libresco puede ser una buena oportunidad para jugar con varios registros. Lo surrealista se junta con lo realista y circula por parajes que bailan con lo mediático y lo minúsculo, charlan con el deporte rey y los poetas de bar y departen con el éxito y lo anónimo hasta configurar un volumen que entre sus referencias de cabecera tiene a El hombre del salto del estadounidense Don Delillo. Palpar el umbral, sobrevivir, recomponerse. Raíces, identidad y quilómetro cero.

Algunas menciones entre John Wayne, blogs y las Vanguardias latinoamericanas






El último mes es una maldita locura entre Loopoesía y otras actividades que irán saliendo a la luz a medida que los libros aparezcan y decidan hablar. De momento recojo frutos ya sembrados entre John Wayne, el prólogo de las Vanguardias Latinoamericanas y el Encuentro de Blogs Literarios celebrado el pasado sábado tres en Madrid. Os dejo los enlaces.


Sobre John Wayne hablan Juan Gamero y Antonio Tello

Sobre mi prólogo de las Vanguardias latinoamericanas Domingo Ródenas cita una de sus partes en El Periódico de Catalunya

El Mundo se hace eco doblemente del EBT2012 en El cultural y en El blog de Juan Palomo

Sobre mi intervención en el EBT2012 hablan varios blogs y revistas, entre ellos El viajero más lento y Pop Pol Magazine

viernes, 2 de marzo de 2012

Sábado 3 de marzo, EncuentroBlogsLiterarios en Medialab de Madrid




#EncuentroBlogsLiterarios 2012

El próximo sábado, 3 de marzo, se celebrará en Medialab Madrid (calle Alameda, 15) un encuentro en el que blogueros, escritores, editores y periodistas debatirán sobre el papel que desempeñan en la actualidad las bitácoras de creación literaria, su trascendencia como género y sus posibilidades más allá de la Red, bajo el título genérico Los blogs como género literario. ¿Realidad o ficción?

Además de las diferentes mesas de debate que se irán desarrollando a lo largo de la mañana, la librería La Independiente (calle Espíritu Santo, 27) acogerá a los autores participantes en una firma de libros, a partir de las 19.30 h.



11:00 Apertura con Gonzalo Garrido, Escritor y autor del blog Literatura Basura; y Belén Bermejo, Editora de Espasa Ficción y creadora del blog La amena biblioteca de Redfield Hall

11:15 A qué llamamos blogs literarios

. Paloma Bravo, escritora y autora del blog La novia de papá

. David Pérez Vega, escritor y autor del blog Desde la ciudad sin cines

. Pilar Adón, escritora y autora del blog Leo en el océano

. Jordi Corominas i Julián, escritor con blog personal

. Julián Rodríguez, escritor, editor de Periférica y con blog personal

. Ainize Salaberri y Jenn Díaz, escritoras y editoras de la revista Granite&Rainbow

Modera: Daniel Arjona, periodista de El Cultural



12:15 Qué aportan y cómo influyen en la narrativa actual

. Alberto Olmos, escritor, autor de los blogs Lector Mal-herido y Hikikomori

. Javier Avilés, escritor y autor del blog El lamento de Portnoy

. Constantino Bértolo, escritor y editor de Caballo de Troya

Presenta: Luis Magrinyà, escritor y editor en Alba Editorial



13: 15 ¿Puede convertirse en un género literario?

. Enrique Redel, editor de Impedimenta

. Gregori Dolz, editor de Alrevés

. Juan Aparicio Belmonte, escritor

. Sergio del Molino, escritor y con blog personal

. José Antonio Valverde, librero

Modera: José A. Muñoz, director de Revista de Letras



14:15 ¿Tiene sentido editarlos en libro?
¿Cómo se comercializan los blogs?

. Eduardo Laporte, escritor y autor del blog El náuGrafo digital

. Imma Turbau, escritora

. Emi Lope, editora de Plaza & Janés

. Amalia López, editora de Sinerrata

. Jorge Degeneffe, jefe de compras del departamento de librería de Hipercor

. Javier López. Librero de La Independiente

Modera: Ana Tagarro, subdirectora de XL Semanal

jueves, 1 de marzo de 2012

Cien años del descubrimiento de Enriqueta Martí en Revista de Letras: algunas pistas para cancelar tanta mentira en Revista de Letras





Cien años del descubrimiento de Enriqueta Martí: Algunas pistas para cancelar tanta mentira
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 27.02.12


Hoy se cumple un siglo de uno de los escándalos que en los últimos tiempos ciertas plumas han aprovechado para sacudir la imaginación del pueblo barcelonés. Supongo que sigue siendo extraño para la gran mayoría pensar en unos agentes de policía que entran en un domicilio particular con la supuesta intención de saber si su propietaria albergaba gallinas, algo prohibido en 1912. Esa fue la treta que pescó a Enriqueta Martí, la mal llamada Vampira del Raval, personaje del que preparo un ensayo que entierre toda la pésima literatura, alguna de ella premiada como muestra de la escasa importancia que damos al rigor histórico, que ha generado a lo largo del último decenio.

Si opté por preparar un texto más o menos científico sobre el tema es, entre otras cosas, porque yo mismo erré el tiro en mis apreciaciones pasadas. Eso y la necesidad de reivindicar una Historia de la cultura popular que se olvide del bulo y vaya al grano de la verdad sin temor, como si así formuláramos una apuesta a lo Courbet y su Entierro de Ornans, lienzo enorme que enterraba el proverbio que reservaba gran envergadura sólo a motivos históricos y mitológicos. Cuando paseo por la actual calle Joaquín Costa y observo la ventana de la desdichada me emociono porque toda investigación implica cierto vínculo sentimental, pero también lo hago por el reto que me he planteado, poco usual en Barcelona, tan dada a conformarse con lo que le dictan y creerse la reina de lo cool, factor que ahonda en su prostitución barata de contenido y continente.

Por desgracia aún no sé en que instante terminaré mi investigación. Muchos son los personajes implicados en la trama, fascinantes, novelescos y hasta repugnantes. Tenemos adivinos, vegetarianos con aspiraciones pictóricas, familias con ansias de protagonismo, periodistas amantes de la crónica banal para vender periódicos, tergiversaciones de dos más dos son cuatro y una mujer desequilibrada que muy probablemente nunca asesinó a nadie por mucho que los voceros de turno le concedan la macabra corona del crimen múltiple.

En mi último show de Loopoesía, inevitable enlazar proyectos, dedico una parte del poemario, de próxima aparición, y la performance a ajustar cuentas con su figura. Los versos, inéditos hasta la fecha, relacionan el clamor de otrora, el impacto del suceso, con el crimen de Gádor de 1910, origen real de la leyenda del hombre del saco y su parafernalia de tuétanos, tuberculosis y temor al secuestro de infantes.

«Amigo, en Gádor, Almería, la superstición

dio con un niño para aliviar a un tuberculoso, iba el chiquillo

por el campo cuando un saco veló su vista, introduciéndole

en una nauseabunda pocilga comandada por zarrapastrosos

nigromantes, le horadaron el sobaco, infame fuente linfática

regeneradora, el tísico consumió la esencia y rogó cataplasmas

de tuétano, macabro postre taumatúrgico, baldío tentempié



ibérico amalgamado por aciagas tradiciones de adoración al bulo

en una Babilonia que a falta de destripadores autóctonos adoptó

la estela andaluza aliñándola en Poniente 29 con rasgos femeninos,

Enriqueta Martí era una huérfana endogámica en el pozo de su útero

cancerígeno, formaba parte de la desequilibrada mayoría limosnera,

pero pactó con infecundo desasosiego proxenetismo adolescente

y raptos virginales para paliar vientres planos y la desdicha indigente

ungida de calamidad conyugal, caninas singladuras y tiros

por la culata en febrero de 1912, San Vicente, Teresita Guitart,

una vecina y el desmadre del marujeo de quienes

heredaron hemerotecas y las lincharon por pereza de estudio,

no se investiga leyendo pesquisas iniciales y transcribiéndolas

Como verdades de tomo y lomo, el Liceo era políglota, la Rambla

artería desclasada y la choza de los horrores con pócimas, ungüentos,

opulentos lupanares y cámara de torturas, un deslavazado y cochambroso

tugurio anegado de lustrosas direcciones, timbres de clemencia, cuatro duros

y concejalías que usufructuaron a granel la bancarrota del pordiosero harapo

envolviendo tráficos prostibularios y explotaciones laborales hasta que la noticia

fue un titán atlántico y un iceberg en el telón de la Belle Époque, soterrada

en su soberbia con agallas y coletazos arrojando al vampírico mono de feria

en una fosa común de la montaña pelada…».









La versión canónica de los sucesos relacionados con Enriqueta Martí es una sarta de mentiras como la copa de un pino. Hay libros que dan más en el clavo, pero lo que conoce la mayoría es pura bazofia de morbo y sensacionalismo, como si el pasado también sirviera para elaborar un Sálvame cualquiera. Entre otras falacias he comprobado cómo la mayoría de “investigadores” se han limitado a hojear las páginas de ese 28 de febrero en que todo saltó a la luz, páginas que hablaban de infanticidios, prostitución de menores, extrañas listas con peces gordos implicados y muchos crímenes atroces que en realidad, una vez la investigación avanzó hasta clarificar el panorama, nunca acaecieron.

Enriqueta Martí nunca fue al Liceo de noche a conversar con la burguesía catalana. Iba a una institución llamada Liceo Poliglota, sita en la Rambla de Catalunya, para recoger ropa y comida. Así, mito ya divulgado en esas primeras semanas de pánico gratuito, la leyenda empieza a caer, y continúa su deriva cuando rebusco en un diario llamado La Correspondencia de España y compruebo que una entrevista era un sueño del redactor para divertir a los lectores con la historia que traía de cabeza a toda España. El problema nace si el documento se usa como si fuera una información fidedigna. Es vergonzoso que justo cuando la decadencia de la prensa es más notoria sigan usándose tretas que tratan al público de retrasado mental profundo. Y es una lástima, pues ahora Internet goza de notorios archivos que recopilan publicaciones de antaño, con lo que comprobar la mentira fue muy sencillo, bufar i fer ampolles. Ese 27 de marzo Enriqueta no habló con ningún chupatintas, y las pocas charlas que concedió fueron colectivas y poco útiles para recabar información

Siguiendo con el tema sorprende que siga vendiéndose tan preciada figura como epítome del mal en la Ciudad Condal. Enriqueta no era muy normal que digamos, eso nadie lo pone en tela de juicio. Engañó a su cuñada en un parto diciéndole que la niña que esperaba había muerto, y por si esto fuera poco también ayudó a registrar la defunción de un sobrino para que no hiciera la mili. Además tenía cierta querencia a frecuentar traperos y otras malas compañías, pero ni quitaba el tuétano a los niños ni montaba burdeles de gran lujo. La policía de la época tuvo que lidiar con unos incipientes medios de comunicación que se morían por tener una exclusiva, que en el tema que nos concierne se centraba en el hallazgo de huesos humanos en los domicilios de la vampira, término que no aparece en ningún artículo de los consultados, siendo pura invención contemporánea para adornar la cuestión hasta los topes.

Nuestra protagonista tuvo una vida de perros que incrementó con su conducta. Se casó con un pintor chiflado que comía alpiste, intentó prostituir a una chica en la calle Tallers y por lo visto tenía una fuerte frustración por no poder ser madre. El personaje se las trae y merece ser objeto de estudio, aunque quizá deberíamos ser algo más serios, consultar las fuentes como Dios manda y dejarnos de pamplinas. ¿Necesita Barcelona un Jack el destripador de la terra? No, y además resulta que en nuestra urbe no se estila para nada lo de asesinar en serie. Disfrutemos de nuestras carencias y seamos más precisos con la Historia popular, urna que con su pequeñez completa un puzle por el que circulamos con demasiado desconocimiento.