domingo, 17 de febrero de 2013

Las leyes de la frontera de Javier Cercas en literaturas.com




Las leyes de la frontera de Javier Cercas, por Jordi Corominas i Julián 

Leí Las leyes de la frontera con avidez, como si cada momento de descanso fuera la excusa perfecta para adentrarme en sus páginas y engancharme, no como los quinquis a la heroína, no exageremos, pero con esas ganas que dan las buenas lecturas.

Desde el instante en que cerré la última novela de Javier Cercas tuve en mente esta reseña, y me resultaba difícil estructurarla pese a tener claro que uno de sus enfoques podría ser la versatilidad del autor y su sutil apego a la Historia española desde varios prismas. Hoy, justo al abandonar un avión, he reparado en una revista masculina de tendencia, moda y actualidad. Suelo hojearla en los vuelos porque ocasionalmente ofrece alguna que otra buena entrevista. La de este mes correspondía a Javier Cercas, quien confesaba, entre otras cosas, buscar siempre otra novela que en nada se parezca a la anterior. La idea de las notas discordes en la igualdad de quien las compone, la magia de eliminar señas de identidad para renovarlas con cada creación.

Este espíritu se confirma en su trayectoria, sin que implique, como por otra parte es comprensible, una completa heterogeneidad. En Las leyes de la frontera se percibe una herencia de Anatomía de un instante en un doble canal. El punto de partida lo tenemos en su concepción de libro dentro del libro, con un escritor que pregunta a múltiples testigos sobre el Zarco, inspirado en el célebre Vaquilla,  con el objetivo de obtener información para una biografía. La documentación se erige en primera coincidencia.

La segunda es la Historia, de la que Cercas ha probado muchas de sus hilaturas. En el caso que nos concierne penetra en la pequeña Clío, en recovecos íntimos de la musa que dejaron su impronta a nivel colectivo con un estruendo de época, breve e intenso, simbólico por sus apuntes sociales e importante porque resume en sus esencias un imaginario del que aún respiramos. Y lo hacemos desde el recuerdo y un polvo mediático que ha transformado el fenómeno quinqui en otra cosa, con su evolución hermanada con otro tipo de decadencia.

Ignacio Cañas es el hilo conductor del relato por su vinculación con Antonio Gamallo, verdadero nombre del Zarco y una de las dualidades que guían los pasos de la trama. Las otras las vive el gafitas, abogado de éxito, alias de Cañas, un charnego de la Transición que cruza límites que van desde lo lingüístico hasta la osadía de abandonar la tranquilidad burguesa de su familia para introducirse en la orilla opuesta, poblado de lumpen proletariado en el abismo de las drogas y la delincuencia. Con los años, esos rincones de la capital del Ter serán un reclamo turístico. Otra cara de la moneda. ¿Quieren más? El verano del gafitas y su metamorfosis es un brusco tránsito de la adolescencia a la edad adulta.

Y esa acumulación de oxímorons que confluyen en saltar el río hacia el chino, metafóricamente rememorado con una serie de ese período, nacen de una chica, Tere. El toque clásico de un encuentro entre chico y chica activa al resto de las piezas y las refuerza porque el amor por el desparpajo de la morena y su insolencia barriobajera unirán pasado y presente desde lo palpable, algo que acaecerá con el Zarco desde una óptica deformada.

Cañas confiesa en las entrevistas ser el fan número uno del antiguo líder de su grupo de fechorías, sabiéndose de pe a pa su anecdotario, de la cárcel a la droga, de las persecuciones a las declaraciones que coparon portadas. Ello conlleva que su relación el mito de lo quinqui va más allá de un trato personal en esos meses de robos, locura y despertar en un exilio de protección. El gafitas nunca ha olvidado su interludio rebelde, y ve a su defendido como un ídolo a perpetuar, un gigante caído con una aureola que veta su objetividad.

Esas escalas entre lo vivido y lo ensalzado, la realidad y la ficción, sumergen lo narrado en una nebulosa que alterna ritmos de intensidad y pausa. Las correrías nada inocentes de aquella lejana canícula del setenta y ocho han devenido una burbuja que al explotar se bifurcó en esferas que convergen desde su vértice. El destino de cada una de las teselas del mosaico progresará en función de su origen social, como si la valentía de traspasar el limes fuese una curiosidad en la cronología, un accidente que no muta el camino marcado.
La recuperación efectiva del Zarco, que genera un in crescendo en el tramo adecuado, llegará cuando Cañas se encargue de luchar por su salida de una existencia entre rejas. Los dos amigos iniciarán otra senda, fundiéndose lo pretérito y lo actual en una denuncia a un absurdo de las prisiones hispanas, factor que únicamente es el escalón de la crónica de una degeneración comunitaria, con el siglo XXI ofreciéndonos en una pantalla la deformación del icono a través del circo televisivo. La comparación entre el arresto en la Plaça de Francesc Macià, que una cámara registró por caprichos del azar, y la aparición en los deleznables programas del corazón muestra la banalización del todo, la sedación a la carta del individuo y las tuercas de la  gran maquinaria, que engendra monstruos para comérselos a cambio de cuatro perras sin afán de rehabilitación.

Asimismo el tratamiento de los quinquis como antihéroes no es sino una partícula de nostalgia que con su simple mención enciende un matiz extinto, una mecha de una enfermedad que aún recorre las venas del país en otras epidermis. La resistencia puede que resida en toreros, duquesas, putas baratas, freakies y folklóricas, el universo de bandoleros y cupletistas se despide en su agonía propiciada por la modernización global en medio de esa marea llamada crisis.

Javier Cercas domina un arte complicado. La superficie de sus novelas no retumba transgresión como la de algunos que dicen experimentar, y sin embargo se llena de multidireccionalidad y un juego narrativo muy estimulante, que siempre convence y exhibe a las claras lo que es el oficio de escribir, sin aspavientos, con una silenciosa lucidez que destaca en su compromiso y en una innata facilidad para contar historias que son ideas.

1 comentario:

Espigador dgital dijo...

"Las leyes de la frontera" es una gran novela, desde luego, pero no explica todo lo que ocurrió entonces. Ni tan siquiera lo pretenderá, seguramente.
La realidad actual que emana de esa Historia del tiempo presente descrita parcialemnete en "Las leyes de la frontera" es tan diversa como lo era la realidad del año 1978.
Es importante no perder de vista ese detalle. Solemos creer, por ejemplo, que con leer a Stendhal ya lo sabemos todo sobre la Europa de las guerras napoleónicas, olvidando que sólo hemos leído la versión de Henry Beyle, antiguo cirujano militar del Corso, sobre aquella época.
Para evitar ese efecto reductor, nada mejor que la reseña mensual de este 20 de febrero de 2013 de http://lanovelaantihistorica.wordpress.com sobre que hay y que no hay en "Las leyes de la frontera".