miércoles, 11 de diciembre de 2013

El astrágalo, de Albertine Sarrazin




El astrágalo de Albertine Sarrazin, por Jordi Corominas i Julián

Albertine Sarrazin, El astrágalo, Seix Barral, Barcelona, 2013
Traducción de Javier Albiñana
Prólogo de Patti Smith 

Hay determinados trucos que tienen tirón. Uno de ellos es un prólogo de alguien vistoso, con reconocimiento público y un tipo de carisma que traspase fronteras. En mi caso concreto ver que antes de leer El astrágalo de Albertine Sarrazin leería un texto de Patti Smith no supuso ninguna revelación cósmica, pero entiendo que dadas las características de esta novela francesa de 1965 no está de más aportarle un aliciente que constituye para muchos una nota de garantía, un certificado de autenticidad para sumergirse en las páginas del libro.

En este sentido mi introducción no es ningún aviso para navegantes, sólo una reflexión en voz alta de alguien para quien no supuso ningún estímulo el interés de una estrella planetaria de la canción. Si en realidad me sumergí en el Astrágalo es porque conocía bien su contexto y lo decisivo que fue para el exitazo de Papillon de Henri Charrière. La época era propicia para este tipo de historias de fugas, atracos y rebeldía con intriga y su toque de aventura, de reto humano contra un sistema que por aquel entonces intentaba combatirse. Por eso mismo los jóvenes, o no tanto, que atracaban bancos, Bonnie and Clyde es de 1967, y los antihéroes que escapaban de las garras de la justicia aseguraban buenos dividendos tanto en taquilla como en librerías de medio mundo.

El caso del Astrágalo contiene en su interior la historia real de su autora. Albertine Sarrazin tuvo una vida muy desgraciada que reflejó en su breve pero intensa obra literaria. Hija adoptada por su propio padre, fue violada a los diez años y un lustro después fue encerrada en un reformatorio de Marsella. A partir de ese instante su existencia se compone de fugas, París, prostitución, el gran amor que supuso su marido Julien, la escritura, cárceles, alcohol, éxito y una desdichada y prematura muerte en la mesa de operaciones de un hospital de Montpellier.



El astrágalo es el hueso del pie que se rompió al huir el 19 de abril de 1957 de la prisión escuela de Doullens. Saltó un muro de diez metros y pese a la fractura tuvo arrestos para caminar hasta la carretera, donde coincidió con Julien, quien la llevó a casa de su madre y luego al domicilio de unos amigos algo extraños de una población de la periferia parisina.

Más tarde Albertine, que en la novela se llama Anne, fue operada, se trasladó con la indispensable ayuda de su amante a la capital francesa y cuando este volvió a las andadas y fue detenido le tocó hacer la calle para sobrevivir. Era joven, atractiva, cuidaba mucho la ropa que elegía para convencer a más clientes y muchos de ellos le ofrecieron abandonar el oficio y recibir protección física y económica.

En fin, no digo más que ahora como se ha perdido el valor de la literatura por sí sola casi resulta ofensivo desvelar algo de la trama. Tranquilos, no se preocupen. El astrágalo en su momento debió causar un gran impacto por múltiples factores que vale la pena enumerar y diseccionar. El primero de ellos aún puede tener mucho potencial, entre otras cosas porque las estadísticas demuestran que los criminales suelen ser de género masculino. La protagonista del volumen que ahora recupera Seix Barral, su primera edición española data de 1966, es una rara avis de delincuencia. A su tierna edad está curtida en mil combates que le hacen asumir con todas las consecuencias lo patético de toda biografía. Pese a ello tiene su corazoncito y albergará esperanzas amorosas, porque es humana sí, no lo duden; aún así su experiencia es un grado que convierte el lenguaje en un campo árido y contundente que hunde de sudor la cotidianidad que se muestra, descarnada y sin horizonte.



A partir de lo dicho podríamos pensar, siempre se mencionará su nombre si relacionamos Francia y bajos fondos, en Jean Genet, pero no se equivoquen. La referencia es inevitable, la asociación real no tanto por la visión femenina y otra visión de los hechos que depende de la evolución histórica y un modo de narrar que nunca oculta pese a su nitidez con detalles escabrosos y miserias que el lector intuirá en medio del ritmo entrecortado de una prosa donde la galería de los horrores del París menos glamuroso surge sin estrépito. Nos adentramos en sórdidas habitaciones de hoteles y casas paupérrimas donde residen desheredados de la sociedad, rostros que poco entienden de futuro, máscaras con las que debe convivir Anne para seguir su camino mientras atiende de manera simultánea el retorno de Julien y la llegada de algún policía que la devuelva al enclave de condena.



Lo más impresionante de la novela es la normalidad con que se describen las situaciones, verosimilitud que surge de del trato directo que la escritora tuvo con las mismos. Este trazado autobiográfico fue otro puntal de su triunfo a mediados de los años sesenta, atrevimiento que desde mi modesta opinión suena a irrepetible, porque sí, durante estas décadas habremos pasado por mil viajes de confesión sin tapujos que habrán tratado temas como el sexo o los maltratos. En El astrágalo no hay efectismo ni fuegos artificiales, lo que es de agradecer para quien sólo quiera gozar de una historia con un modo de representación que no contiene en su seno la elegancia de El silencio de un hombre de Jean Pierre Melville ni el estilismo de Ascensor para el cadalso de Louis Malle, filmes bien diferentes a la obra que nos concierne, mucho más realista y sin atisbos de ficción, algo chocante en un país donde el Polar, término que define a nuestra novela con elementos policíacos, criminales o negros, es una institución casi inmortal. La naturalidad de su autora debería ser valorada en función de cómo cuenta una serie de hechos que aturden porque no son un producto del laboratorio de las letras, sino más bien una expiación de alguien que a la espera de salir y respirar el aire de la cotidianidad expulsa viejos y jóvenes fantasmas mediante la escritura, no busquen más que con esto ya hay bastante.


No querría concluir la reseña sin meditar sobre cómo esta autenticidad, que hace cuatro décadas se valoraba bastante más que hoy en día, debe reivindicarse, sobre todo porque en ocasiones da la sensación que mucha literatura femenina, y no creo que el comentario sea para que nadie saque los leones a la arena, se ve lastrada por el espíritu neutro de nuestro período histórico, que desde una supuesta liberalización sólo reproduce, y desea acrecentar, mecanismos que deberíamos tener superados hace siglos y milenios. Quizá ese es el verdadero sentido de reeditar El astrágalo a finales de 2013: aspirar a que los creadores sean ellos mismos sin que les engulla el marasmo de su tiempo. Si Sarrazin lo consiguió otras/otros pueden emular tan noble causa. Crucemos los dedos. 

1 comentario:

maugotor dijo...

Hola, Jordi, soy Valle Alonso, compañera tuya de RNE. Me ha encantado tu entrada, y me encantaría hablar contigo para pedirte un favor sobre Sarrazin.

Te paso mi correo

mujeresmalditas@rtve.es

Un abrazo

Valle