viernes, 10 de enero de 2014

Ejemplos de Ultramar: El Centro Balmaceda Arte Joven, en Jarana y Poligamia

Ejemplos de ultramar: El Centro Balmaceda Arte Joven

Este pasado mes de diciembre tuve la suerte de cerrar 2013 en Chile. Pude cruzar el charco gracias a la ayuda de Acción española, asociación que en este tiempo de penurias se moja para que los artistas de nuestro país puedan tender puentes con otras naciones, pues hasta que se demuestre lo contrario la única forma de avanzar en la cultura es viajar y enlazar aquello que nos une mediante la lengua y la creación.
Mis actividades, bien coordinadas por poetas y narradores de la tierra que me acogió, abarcaron, recitales públicos y privados, una performance de Loopoesía en La Furia del Libro y un workshop de mi proyecto en el Centro Balmaceda Arte Joven.
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Balmaceda

Vayamos por partes. ¿Qué es Loopoesía? Una idea que me surgió en 2009 que a partir de un poemario que se renueva anualmente lo presenta con un espectáculo donde mezclo música, audiovisuales y recitación en directo. El último año lo llevé a ocho ciudades españolas y poder presentarlo en Latinoamérica fue una oportunidad espectacular, sobre todo por cómo acaecieron las cosas, con un público positivo que me sorprendió muy gratamente en el taller.
Este no hubiera sido posible sin una idea tan brillante como Balmaceda. Estamos relativamente acostumbrados en Europa a encontrarnos lugares que tuvieron importancia en el pasado que en la actualidad se aprovechan para dinamizar zonas urbanas. Pienso en el Museo de Orsay de París o en el Edificio de la Tate Modern de Londres. En Barcelona se ha impulsado una red de equipamientos que apuestan por talleres y actividades artísticas de un modo que alterna lo popular con lo elitista que llega poco porque los medios no saben transmitir bien la función de los nuevos centros.
Desde una primera vertiente convendría destacar espacios como La Casa Elizalde, La Sedeta, Golferichs o Fort Pienc, donde se proponen una barbaridad de cursos que propician aprendizajes para todas las edades, desde cocina y yoga hasta Historia Contemporánea. Sin embargo, estas clases no aspiran a una promoción de aspectos artísticos de primera magnitud, pues se insertan en una dinámica que recuerda a las universidades populares que quieren democratizar el conocimiento, extendiéndolo a toda la población.
Desde la segunda creo que tenemos una excelente oportunidad con el Fabra i Coats, bello en su fachada e interesante en su interior siempre que, además de exposiciones, nos aventuremos a darle un calado más profundo y que desvanezca esa nebulosa que flota en el aire y que amenaza con transformar Barcelona en un parque temático para los extranjeros y un villorrio de provincias para sus habitantes.
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Fabra i Coats

El edificio que hoy en día alberga Balmaceda Arte Joven pertenecía a Ferrocarriles del Estado, donde se ubicaban sus oficinas administrativas. Justo al lado estaba la estación Mapocho. En 1992, dos años después del adiós a la dictadura de Pinochet, ambas construcciones estaban abandonadas y se decidió emplearlos, a imitación de lo que se hacía en el Viejo Mundo, para actividades artísticas y culturales. La estación Mapocho se destinó para actividades de carácter más masivo, mientras que el antiguo enclave de las oficinas se convirtió en un centro cultural de talleres para la juventud. Rodrigo Hidalgo, coordinador de su área literaria, me comentó que en la financiación de Balmaceda Arte Joven participan tanto la Alcaldía de Santiago como el Ministerio de Cultura. La primera se encarga de cubrir los gastos propios del inmueble- agua, luz, guardias de seguridad, teléfono- mientras que el organismo estatal cubre el presupuesto del equipo de gestión, los materiales para los talleres y los honorarios de los artistas que imparten los workshops.
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Los centros de Artes de Mapocho y Balmaceda

El único problema de este método es que el dinero recibido también varía cuando cambia el gobierno. La aspiración es que algún día se asigne a Balmaceda un presupuesto fijo para no preocuparse por izquierdas y derechas.
¿Y bien? ¿Por qué no podemos hacer algo parecido en nuestra amada Babilonia? Antes de coger el avión rumbo a Chile tenía la intuición que algo vira en la otra latitud, con mucha más energía que nosotros, dedicados a mirarnos el ombligo y protestar desde una nada encomiable pasividad. Más que Santa Mónica y sus desaguisados, más que apuestas de manipulación histórica deberíamos tener entes gubernamentales que meditaran la cultura desde unas coordenadas de futuro. El taller de Loopoesía en Balmaceda fue un éxito porque acudieron alumnos de edades comprendidas entre los 16 y los 50 años. Los más jóvenes eran preguntones, conocían a Joan Brossa y no se encogían de hombros si les mencionabas a Cocteau, Satie y Picasso. Los más sabios lectores dirán que no es extraño, que son nombres imprescindibles. Déjense de eurocentrismos. Me gustaría ver cuánto moderno de Barcelona, carentes de la generosidad de mis anfitriones, sabe de Huidobro, sin el que en Madrid la Vanguardia solo sería un periódico de la Ciudad Condal.
Para propiciar este tipo de centros hay que dar una formación previa que estimule y sugiera educaciones distintas, con una fuerza de la que nosotros carecemos. Para que me entiendan, esto es como el Barça, que no tendría un estilo propio de no trabajarlo desde la cantera. Lo mismo deberíamos emular en lo cultural, con ambición y sentido común.

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